Extraer energía solar del desierto es una tarea faraónica. Estos son los cables submarinos que prometen transportarla

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¿Y si llenáramos el Sahara de placas solares? ¿No solucionaríamos nuestros problemas energéticos? Variaciones de estas preguntas son muy populares pero a veces la respuesta no es sencilla. Por ahora ningún proyecto contempla la transformación de porciones significativas de desierto en granjas solares, pero algunos de los mayores proyectos existentes se encuentran en lugares como el Sahara. El problema ahora es traer a Europa la electricidad.

Llenar un desierto de placas solares sería una empresa que tendría que afrontar numerosos retos, económicos, tecnológicos, ambientales (sí, los desiertos no dejan de ser ecosistemas con valor con regiones habitadas), y logísticos.

La logística que este tipo de proyectos requeriría no sólo transportar los materiales hasta lugares remotos de nuestro planeta, también requeriría después transportar la energía eléctrica obtenida hasta las industrias y hogares de Europa. Hoy por hoy existe una sola ruta operativa que une ambas márgenes del Mediterráneo (concretamente España y Marruecos), pero existen diversas iniciativas que buscan no solo ampliar esta conexión, sino crear nuevas.

De entre todos los proyectos, el que más destaca es el que la empresa Xlinks desarrolla para unir Marruecos y Reino Unido. 3.800 kilómetros de cable, cerca de 20.000 millones de euros en inversión son algunas de las cifras de este macroproyecto presentado en 2021.

Los promotores de esta conexión estimaban que podría entrar en funcionamiento ya en 2027 para completarse unos años más tarde, en 2030. El proyecto no sólo se basa en el transporte sino que también prevé la creación de un parque energético que produzca energía solar y eólica y cuente también con capacidad de almacenamiento energético.

Más hacia el este, en el siguiente punto en el que el Mare Nostrum se estrecha para acercar Europa y Asia se pueden encontrar dos proyectos adicionales que unirían Túnez con Malta e Italia:  TuNur y Elmed. Estos proyectos contemplan una serie de cables que unirían Túnez con Italia continental de manera directa y a través de Malta y Sicilia.

En el levante mediterráneo también podemos encontrar dos proyectos que pretenden unir Egipto y Grecia pasando por Chipre. Se trata de GREGY interconnection y de Euro-Asia Interconnector.

GREGY interconnection fue presentado en 2022 y contempla 1.373 kilómetros de cable submarino y su puesta en marcha hacia finales de esta década. Este cable sería capaz de transportar 3.000 megavatios entre los dos continentes procedentes de fuentes limpias en Egipto.

Euro-Asia Interconnector por su parte también incluye a Israel en su ruta. Este proyecto fue presentado en 2021 y promete ser el cable más largo y profundo instalado en 2025. Con un presupuesto de  unos 760 millones de euros y parcialmente financiado por la Unión Europea su capacidad será de unos 2.000 megavatios.

Vías alternativas

Existen alternativas a eso de “echar cable”, pero ninguna parece muy asentada. El hidrógeno, por ejemplo, requeriría la construcción de infraestructuras, quizá más que la ampliación de las redes de cableado: centrales de conversión, gasoductos de hidrógeno, puertos…

Existen también opciones aún más propias de la ciencia ficción, como podría ser transportar la energía eléctrica en barco sin transformarla en hidrógeno, como proponen algunas empresas. Esta idea ha sido propuesta en otros lugares pero, de mostrar validez, podría también ser aplicada a este contexto.

Sembrar de placas solares países africanos no parece la mejor solución a las limitaciones energéticas en Europa, pero puede ayudar a aplacar una demanda que no parece saciarse. El abandono de los hidrocarburos no por imperativo ambiental sino geopolítico pilló al viejo continente por sorpresa, la proliferación de estos proyectos de conexión podría explicarse por esta circunstancia.

Habrá que esperar a ver el resultado de estas interconexiones. De su éxito podrían depender nuevos proyectos, tanto para la obtención de energía en África como para su transporte a Europa. Los gobiernos del norte de África parecen abiertos a este nuevo modelo comercial, pero existen también motivos para cierto escepticismo.

En primer lugar, puesto que la relaciones comerciales entre Europa y África han sido en el pasado, por utilizar un eufemismo, asimétricas, hay quienes ven en este tipo de comercio un rescoldo del pasado colonial. Hay quienes argumentan en este sentido que países como Egipto y Marruecos cuentan ya con redes eléctricas que permitirían hacer llegar la energía extraída a otras naciones del sur, con mayores necesidades energéticas pero sin capacidad para competir en mercados internacionales.

Otra consideración de los escépticos tiene que ver con la política. El esfuerzo europeo por aliviar la dependencia energética de autocracias a nuestro este podríamos acabar cediendo esta dependencia a otros regímenes con problemas semejantes. Estos proyectos irán completándose, previsiblemente, de forma gradual. Habrá que esperar a ver sus frutos y cómo afectan las relaciones económicas y políticas entre los dos continentes.

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Imagen | NASA

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