Mantenerse en contacto con la vanguardia. Conocer de primera mano los avances más importantes en el campo de la ingeniería. Jason Pontin, editor jefe y periodista de la prestigiosa publicación MIT Technology Review, vive de cerca y antes que nadie los progresos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). La popular revista, autodenominada primera publicación tecnológica de la historia, da cobertura desde 1899 a los proyectos e investigaciones desarrollados a lo largo de esas 5 Escuelas de Ingeniería y Facultad. Además, desde 2005 publican un listado con los 10 hallazgos tecnológicos más atractivos del año.
Todo el mundo ha oído hablar del MIT. Este célebre enclave lleva a cabo programas de investigación mediante la colaboración empresarial, colaborando además con otros laboratorios de Ingeniería de todo el mundo. Tras sus muros han estudiado 77 Premios Nobel, han propulsado la carrera espacial, la robótica, la industria de las telecomunicaciones y, a día de hoy, proyectan cientos de innovaciones de cara al futuro: en su informe más reciente presentaron una memoria con 470 proyectos a través de sus 32 departamentos académicos.
El hogar de 77 Premios Nobel
Lejos de las cifras ampulosas, lo que hace especialmente relevante al MIT son sus investigadores. Detrás de cada idea hay cientos de horas incluso años de trabajo. Y actualmente viven el periodo más creativo y desafiante. Como decía L. Rafael Reif, el propio presidente del MIT, a propósito del nuevo proyecto ‘Campaña para un Mundo Mejor’: «la humanidad se enfrenta a urgentes desafíos cuya solución dependerá de la conjunción entre las capacidades técnicas y científicas, con un profundo conocimiento de las complejidades políticas, culturales y económicas del mundo».
si el MIT fuese un país, sería el décimo más rico de la Tierra
‘Campaña para un Mundo Mejor’ supone uno de los movimientos más valientes en la historia del MIT. La meta de este proyecto es bastante ambiciosa: cuidar la salud del Planeta, planteando soluciones de sostenibilidad medioambiental, y apelando a una gestión tecnológica y política más coherente. Con 2.600 millones de dólares recaudados hacia finales del primer trimestre de 2016, con la colaboración de más de 77.000 antiguos alumnos, el éxito de esta campaña parece asegurado.
También aspiran a mejorar la salud del ser humano, procurando agua limpia y alimentos nutritivos, donde antes que detectar la enfermedad seamos capaces de conocer la sintomatología. Y emprender una serie de medidas sobre la enseñanza, el aprendizaje y la vivienda, para reimaginar la educación del estudiante en el siglo XXI. Una forma de mirar, en fin, hacia adelante con valentía.
Estos proyectos están cambiando el mundo
«La gran pregunta sobre la que el ser humano deberá pensar en el futuro, es si usaremos la tecnología o si seremos usados por la tecnología», Jason Pontin
«La gran pregunta sobre la que el ser humano deberá pensar en el futuro, es si usaremos la tecnología o si seremos usados por la tecnología». Esto que dice Jason Pontin, hacia el final del vídeo, es algo especialmente relevante. 155 años después de su nacimiento y contribuyendo a progresos de uso diario, el MIT puede predecir con acierto lo que está por venir.
Sus antiguos alumnos han fundado más de 55.000 empresas a lo largo de planeta, lo que se traduce en más de 3 millones de nuevos empleos y 3.000 millones de dólares netos en beneficios. Como apunta en vídeo de cabecera: «si el MIT fuese un país, sería el décimo más rico de la Tierra». Con estas cifras, ¿quién no está dispuesto a escuchar sus propuestas para el futuro?
La tecnología más prometedora, pero la que más miedo da
Como especulaba el magnífico escritor Michael Crichton en su seminal ‘Parque Jurásico’, en nuestra mano está la posibilidad de crear organismos genéticamente modificados. El propio Jason Pontin apunta: «CRISPR-Cas9 permite editar, individualmente, los nucleótidos de un genoma para intervenir de forma directa en lo que se conoce como la línea germinal, las características heredables de los animales y también de los seres humanos».
Pontin señala a la parte positiva de la investigación, a crear organismos para alimentar el planeta en 2050, cuando haya 9.500 millones de habitantes vivos, algo que se lleva potenciando mediante la agricultura transgénica. Incluso es un puente clave para superar enfermedades hereditarias como el Parkinson, la distrofia de Duchenne, la diabetes y las alteraciones del crecimiento. Pero, ¿y si este poderoso avance se enfocada en metas distintas?
No en vano, la ciencia ficción especula desde hace décadas con flotas enteras de súper soldados modificados genéticamente, para ser más resistentes al dolor y más eficaces en la batalla. A decir verdad, no tienen tanto de ciencia ficción: el uso de adrenalina médica se convirtió en una práctica común en conflictos pasados. En cualquier caso, la verdadera lucha de los investigadores del MIT está en sacar adelante estos tremendos avances.
Otra batalla de bajo perfil que se libra en torno al CRISPR-Cas9 es la guerra de patentes
Otra batalla de bajo perfil que se libra en torno al CRISPR-Cas9 es la guerra de patentes. Como expone este artículo, recogiendo fuentes oficiales, las doctoras Emmanuelle Charpentier en la Universidad de Umeå y Jennifer Doudna, en la Universidad de California en Berkeley, fueron las primeras responsables en publicar un artículo para la revista Science donde se demostraba cómo se podría trocear una cadena de ADN, y utilizar estas herramientas tecnológicas para programarlo a conveniencia.
El laboratorio de Feng Zhang en el Broad Institute del MIT es sólo uno de los puntos cardinales donde esta tecnología se está desarrollando. Los laboratorios de George Church en Harvard son el principal competidor.
El robot de origami que cura órganos
Hecho con papel de PVC —las primeras pruebas se realizaron con grafeno, uno de los materiales del futuro— este pequeño robot ingerible se mueve gracias a campos electromagnéticos, de manera que los investigadores pueden modificar su ruta y velocidad de manera precisa.
Mediante una técnica denominada stick-slip, aprovecha la leve fricción y su peso sobre la pared donde se apoya para, por ejemplo, ayudar en una limpieza de estómago. Con poco más que un tercio de gramo, es ingerible, puede nadar, no necesita luz y puede subir las escarpadas cuestas del organismo, incluso llevando encima objetos que pesen el doble que él.
Puede encogerse con el calor —soportando hasta 65°C— y expandirse a voluntad, según el espacio que deba atravesar. Diseñado por el investigador Shuhei Miyashita, la función final de este robot orgánico es la de reparar órganos en zonas muy comprometidas para la cirugía. Con ese diseño de nave espacial de videojuego, los biobots son una de las alternativas más firmes para la reparación de tejidos y órganos en la medicina moderna.
Inteligencia Artificial biológica
Aún seguimos sin conocer ni entender muy bien como funciona el cerebro humano
Se dice que la Inteligencia Artificial estuvo en lo que se conoce como el invierno de la IA, durante 20 o 30 años. La culpa de ese estado de hibernación, de resultados parcos y fracasos en las investigaciones, se debe a lo que se conoce como la «sociedad de la mente» y buscaba crear funciones biológicas y simularlas, aún sin conocer ni entender muy bien cómo funciona el cerebro humano. Fue, como dice el propio Jason Pontin, «un callejón sin salida».
Pero la IA es uno de los temas de conversación troncales en cualquier escena tecnológica, y uno de los campos de investigación más importantes para el MIT. En sus laboratorios han desarrollado robots con reflejos, que emulan el movimiento humano, algunos se comportan de manera autónoma, esquivan objetos, y son capaces de ejecutar movimientos precisos que requieren un gran cálculo espacial-volumétrico y, sobre todo, un pulgar prensil.
Y no podemos olvidarnos de Cheetah, el popular cuadrúpedo metálico similar a un perro capaz de desplazarse por terrenos inestables, saltar obstáculos de manera autónoma y solucionar gran parte de los populares escollos tecnológicos —como aquel que dice que un robot puede subir pero no bajar escaleras—. Como Spot, el perro de Google que se popularizó por un presunto maltrato recopilado en forma de gif y convertido en chiste recurrente, estos animales hidráulicos son en realidad un gran avance histórico para aplicar en prótesis humanas.
El verdadero cambio, también climático
Las conversaciones sobre el cambio climático son verdaderos boomerangs. A la tesis que popularizó Al Gore, y le valió un Premio Nobel, le surgió una contrarréplica sobre la cantidad de verde que hay en el mundo gracias a la polución. Y el instituto Tecnológico de Massachusetts también tiene bastante que decir. Su punto de partida es simple: el cambio climático no es una entelequia, es una realidad urgente a tratar por todos, desde los estratos básicos de la sociedad a las grandes cadenas de producción internacional.
El cambio climático no es una entelequia, es una realidad urgente a tratar por todos
En su plan de acción presentado el mes pasado se exponen soluciones a través de la concienciación, educación a nuevas generaciones, tratamiento de nuevas energías y potenciación de la innovación y la alternativa en pos de la supresión definitiva de los combustibles fósiles. Sus mayores esfuerzos dirimen en este punto: la solución a adaptar de manera más inmediata está en las tecnologías zero-carbon y en que cada parte asuma las responsabilidades sociales y civiles, tanto para el presente como para el futuro.
«El mejor trabajo del mundo», dice Jason Pontin al comienzo del vídeo. Y desde luego que lo es. Desde aplicaciones menores —como este hidrogel que pega mejor que cualquier pegamento— a la fabricación de objetos rocambolesco a través de impresión 3D, como este curioso robot. Desde el nacimiento de los wearables interactivos con SixthSense, hasta la correción para displays que tumba de un plumazo cientos de patentes tecnológicas y batallas sobre resoluciones. Desde la polvareda que está levantando la plataforma ChainAnchor debido al uso indebido de información privada de usuarios —derribando uno de los principios fundamentales del Bitcoin en Internet: nadie requiere identificación para participar en su red, sólo para realizar transacciones con su moneda virtual—, hasta algunos de los más importantes hallazgos del nuevo siglo, obviando la carrera espacial, las investigaciones del MIT son cimientos en nuestro día a día.
El MIT es una factoría de creativos, además de ingenieros
Y lo son por todas las razones que surgen tras las innovaciones, cuando se demuestra que un simple invento tiene aplicaciones más allá de las que en principio se habían imaginado. El MIT es una factoría de creativos, además de ingenieros, el lugar donde se escriben las páginas de los años venideros.
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