Sobre la computación en la nube hemos oído hablar un montón de veces. Nos aseguraron una revolución a través del Internet de las Cosas, nos prometieron un cambio de paradigma incluso en la industria de los videojuegos —aunque Azure generó más incertidumbre que certezas absolutas, esas que necesitamos los usuarios para sentir que existe un progreso firme—.
La realidad es que, hasta hace muy poco, no hemos contado con las herramientas e infraestructuras necesarias. Servicios como los escritorios remotos, a nivel usuario, apenas eran estables, reduciendo su marco de acción a entornos empresariales cerrados. Y es justo en este escenario donde vamos a empezar a percibir una transformación: del PC en torre de toda la vida al monitor conectado en red, sin programas instalados, operando desde una conexión remota.
Un sistema operativo universal
Las cifras son alentadoras: el cloud hosting de AppEngine o AWS se antoja infinito, barato y estable. El mercado híbrido promete una tasa de crecimiento anual compuesto (CAGR) del 22,5%; en beneficios, se estima que la nube pública alcanzará unos beneficios de 200.000 millones de dólares hacia finales de 2020.
Decía Tom Gillis, fundador y CEO de Bracket Computing, que «en un modelo de computación híbrida, las cargas de trabajo pueden flexionarse hacia arriba o hacia abajo, abarcar múltiples nubes públicas, moverse en cualquier momento y gestionarse con un solo conjunto de controles».
Usar el poder de la nube para servir de soporte a un sistema informático tradicional eliminaría las típicas incompatibilidades entre versiones
En román paladino: usar el poder de la nube para servir de soporte a un sistema informático tradicional eliminaría las típicas incompatibilidades entre versiones y agilizaría tanto la comunicación como el rendimiento, además de evitar las clásicas pérdidas de datos.
Las infraestructuras TI, donde un conjunto de dispositivos físicos y apps operan en conjunto, existen desde hace un buen puñado de décadas. Podríamos remontarnos a máquinas transistorizadas como la IBM 1401 7090 de 1959. Con la serie IBM 360 ya se presentó un OS (sistema operativo) compartido y multitarea. La nube, en sí misma, solo es un servicio. Pero es gracias a este servicio y las conexiones actuales donde se produce el cambio de paradigma.
De Inevio a Horbito
Cada vez surgen más respuestas en las que el ordenador personal queda desactualizado, donde apenas sirve para ejecutar el navegador desde el que trabajar. Podríamos citar la rusa Onlinestor o de la inmensa retahíla de escritorios remotos. Cada servicio cuenta con sus propias características: no hay que confundir el streaming desde un ordenador remoto con los servicios integrales online.
En este marco operan Roberto Gómez y Javier Garmón, fundadores de Horbito. Dos amigos de la Universidad Politécnica de Madrid que llevaron su idea del trabajo en la nube a la convocatoria de ActúaUPM y salieron victoriosos.
También ganaron beca para el MIT y, tras su estancia en 2015, Impact Accelerator los eligió como una de las 20 startups más prometedoras de Europa, concediéndoles una subvención de 100.000 euros. Y así, en su escalada, de Hacker News a Product Hunt, empezaron a recibir votos positivos y crecer como realidad, una por la que cerraron una ronda de inversión de un millón de euros.
Pero centrémonos en la idea: a diferencia de OneDrive, Dropbox o GoogleDrive, Horbito no basa su funcionamiento en la sincronización entre dispositivos, sino en el trabajo directamente online, sin descargar aplicaciones, clientes que consuman recursos, archivos ni extensiones remotas. Una idea funcional tanto para empresas como para particulares: basta con crearse una cuenta de usuario y empezar a trabajar con las herramientas disponibles.
Disponible tanto para Windows, Mac o Linux y prácticamente cualquier navegador, la carga de trabajo corre a cargo del servidor: el núcleo operativo se basa en HTML, lenguaje CSS y Javascript. Por tanto, la gestión de usuarios y el enfoque colaborativo parte desde el principio como una opción real, no es un añadido a posteriori.
Y, en palabras de Roberto Gómez, «en el caso de aplicaciones más específicas como Photoshop o AutoCAD, basta con abrir con click derecho y, cuando hayas terminado de usarla, los datos se guardan y actualizan en la cuenta de Horbito».
Casi como ver un vídeo en streaming, el rendimiento del equipo ya no depende tanto de la cantidad de aplicaciones abiertas, sino del rendimiento de tu conexión online. «El escritorio que tienes en tu ordenador ahora estaría en una página web», sentencian desde Horbito.
¿Por qué ahora sí?
Como decíamos, esta no es la primera tentativa de trabajo online. La computación en la nube existe desde hace bastantes años y la administración y procesamiento de datos en servidores locales en vez de computadoras es algo que podemos encontrar en cualquier servicio online, desde Netflix hasta un blog de WordPress.
Pero el rendimiento con el que contamos ahora siempre fue un impedimento tecnológico: ya en 1997, con el servicio Active Desktop de Windows, listo para Internet Explorer 4.0 y compatible tanto con Windows 95 como Windows NT 4.0, era común ver servidores colapsados, páginas congeladas y archivos renombrados o duplicados por error.
Los pasos son firmes, en cualquier caso. La consultora Gartner predijo que, en el sector profesional, más del 15% de los dispositivos se desplazarán del sistema tradicional —PC como núcleo de trabajo— hacia los escritorios remotos trabajando en la nube. Desarrollar aplicaciones abiertas para estos escritores universales facilita el control y comunicación entre empresas, la comodidad tanto del trabajador como de las empresas de seguridad.
Es común pensar que todo esto redunda en una pérdida de seguridad. La realidad es que cada cliente puede mantener respaldos en su nube privada, cifrada, alejada de los archivos físicos, combinando el rendimiento y la escalabilidad de las granjas de sistemas.
Esto es especialmente importante en el sector tecnológico, donde los tiempos determinan la efectividad —especial mención merece la banca, donde los entornos de transacciones exigen la máxima eficiencia—. Lo que entendemos por “nube híbrida” ahorra costes en infraestructura: los costes intensivos en mantenimiento y optimización se reducen a un alquiler de servicio. Una de las razones por las que las startups apuestan por este enfoque y no por el tradicional sistema de oficinas.
Un enfoque que cada día será más común, hasta llegar a cada hogar que disponga de un simple router y un monitor.
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