¿Qué viene a tu cabeza cuando piensas en música? ¿Grandes orquestas trabajando bajo la batuta del maestro director? ¿Una banda sobre el escenario? De algo podemos estar bastante seguros: sea cual sea, algún tipo de tecnología estará implicada en el proceso.
La historia misma de la grabación del sonido, desde los discos de cera hasta el streaming de Spotify, pasando por la industria del vinilo: hoy podemos escuchar el mayor catálogo musical de que jamás ha existido gracias a la conservación y edición industrial.
Con los procesos de grabación sucede exactamente el mismo escenario: la cultura del turntablism, el djing, los maestros de la mezcla como Lee ‘Scratch’ Perry o Quincy Jones o aquellos artistas capaces transformar el sonido en directo a través de manipulación de señales —desde Aphex Twin a Massive Attack—. Todo parte de una buena idea.
Las ideas que hacen sonar las notas
Este músico de apenas 23 años, cantante, arreglista, compositor y productor londinense ha logrado abrirse camino a partir de su forma de concebir la música: orgánica pero mutante. Contra los conservaduristas y tradicionalistas, Collier apenas tiene formación clásica en sentido estricto. Según sus propias palabras, «probablemente aprendía más escuchando música en el camino a la escuela que en las clases».
«probablemente aprendía más escuchando música en el camino a la escuela que en las clases» — Jacob Collier
El pasado febrero, Collier ganó dos Grammys, culminando así una carrera que nació de manera experimental, grabándose a pantalla dividida y realizando sus propias versiones de temas tan conocidos como el ‘Don’t You Worry ‘bout A Thing’. No es una gran estrella al piano, de hecho su faceta multiinstrumentista le ha llevado a incorporar el balafón occidental o el ektara bengalí en sus piezas.
Y, en su afán por experimentar, Collier se ha topado con Ben Bloomberg, ingeniero del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) con quien ha diseñado un sistema de hardware y software con el que grabar y ensamblar voz e instrumentos: de esta forma logra cantar y armonizar en tiempo real. Los muestreos se apilan unos sobre otros para que pueda alterarlos sobre la marcha.
Música en vivo, música viva
La idea nuclear de este proyecto no es nueva. De hecho, el armonizador de Jacob usa esencialmente el principio del vocoder. El vocoder analiza y sintetiza la voz para ahorrar memoria en su “transporte”, gracias a su baja tasa de bits. O así nació, al menos, en 1930. En la actualidad, codificar la onda para lograr un nuevo sonido, con una nueva tonalidad, cumple una función estrictamente musical.
Lo mismo podríamos decir el Auto-Tune. Nació en los estudios de grabación para corregir el pitch de algunos cantantes, para lograr doblar voces y generar coros sintéticos que arropasen la voz original. No es algo reservado para el pop, existe en todos los estratos y géneros musicales. Estrellas como T-Pain la incorporaron a su sonoridad natural. Roger Troutman, de la banda de funk Zapp, usaba una onda diente de sierra directa de su Yamaha DX100 para robotizar la voz.
En sonido, cuanto más natural es la fuente original, mayor capacidad de manipulación ofrecerá
Este tipo de herramientas son usadas por su sonoridad, por su rico contenido armónico. ¿Por qué hacer siempre lo mismo? Eso sí, cuanto más natural es la fuente original, mayor capacidad de manipulación ofrecerá. Como incide el propio Jacob en el vídeo de arriba, «la mejor música sigue haciéndose con instrumentos reales».
No en vano, Jacob Collier ha tocado con algunos de los más grandes colectivos del jazz contemporáneo, como Snarky Puppy, agrupación que combina analógico y digital sin hacer el menor tipo de distinción.
Una mentalidad que comparten varios de los mejores DJ’s del planeta. Amon Tobin y su capital ‘Foley Room’, dejó los samples de su vieja colección de vinilos para grabar todas las piezas con sonidos reales. Algunos de ellos eran ronroneos de gatitos distorsionados. La banda francesa Igorrr ha abandonado la arqueología digital examinando interminables librerías de música barroca para pasar a grabar todos los instrumentos con intérpretes profesionales.
Dame un iPad y moveré el mundo
Esta es una historia de sobra conocida: de un día para otro todo el mundo tenía su propio estudio en casa. Logic, Cubase, Pro Tools, Ableton Live, Sonar… seguro que estos nombres le suenan a más de uno
Las herramientas sólo son eso, un medio para llegar a un fin: dependen de las manos de quien las utiliza
A comienzos de la pasada década, los editores de audio empezaron a abrirse hueco y cualquiera que tuviese un ordenador y una tarjeta de audio más o menos decente ya tenía su propio estudio en casa. ¿Más pistas? Tan sencillo como crear una nueva.
Una digitalización que propició enconados debates: ¿y si crear tanta música sólo trae música basura y entierra a los verdaderos artistas que no cuentan con las herramientas necesarias? Un mito que no tardó en desmontarse: las herramientas sólo son eso, depende de las manos de quien las utiliza.
Jacob Collier también empezó con un iPad. Artistas como Matthew Hemerlein ni siquiera necesitan un gran sistema de grabación: crea su música a partir de un looper, un pedal con el que ir creando patrones musicales sobre los que solapar distintos bucles. Y eso no le ha privado de darse a conocer y difundir parte de su obra en exclusiva para iTunes. Sellos enteros como WARP Records o 4AD no existirían de no ser por las capacidades de la síntesis digital, el bisturí de la edición y los filtros y moduladores.
Una tendencia que se dispara en todas direcciones: gracias a la grabación de audio digital el astronauta Chris Hadfield pudo rendir un sentido homenaje a David Bowie en plena órbita.
Pero no nos fijemos sólo en la contrapartida musical. En la notación musical contamos con herramientas para componer y editar sobre la marcha, de manera intuitiva. ¿Te imaginas componer una línea de violín y saber al momento cómo sonará sobre un cuarteto de cuerda, armonizando sobre la marcha? Existe.
La Orquesta Filarmónica de Bruselas sustituyó el papel de las partituras por tablets
Y qué decir de la lectura y digitalización. La Orquesta Filarmónica de Bruselas incluso sustituyó definitivamente el papel de las partituras por tablets: se acabó voltear la página. Ahora la partitura avanza por sí sola al ritmo de la música. Como la Orquesta Aria, compuesta únicamente por smartphones y tablets usando instrumentos virtuales.
El iPad se estandarizó como un instrumento más cuando grandes estrellas como Björk o Radiohead lo incluyeron en su equipo natural de trabajo, al lado de las guitarras y el kit de batería. El virtuoso pianista Jordan Rudess, formado en la prestigiosa academia Juilliard School of Music y considerado uno de los más lúcidos teclistas de la historia, abandonó sus estudios finales para investigar sobre la síntesis modular y sonidos más "rockeros".
Años después desarrollaría sus propias aplicaciones para iPad: Morphwiz, SampleWiz y Geo Synthesizer son tres caras de la misma moneda: el resultado de años de investigación del procesado digital del sonido, la modificación de parámetros y las técnicas de grabación modernas —desde los primeros efectos de guitarra creados por accidente por Willie Kizart o Chet Atkins hasta los dichosos flanger, phaser o correctores de tono usados en miles de discos diarios—.
Esto es sólo el comienzo
«En Internet todo el mundo es igual: da igual que dirijas una gran discográfica o que seas un tipo que hace música en su cuarto. Lo único que necesitas es una buena idea». Suena casi desafiante. Para cualquiera que lleve en la industria más de dos décadas resultaría ofensivo. O no, sólo hay que tener la mente abierta. Y, como decíamos al comienzo, ideas.
El Vocal Harmonizer de Jacob le permite ser un hombre orquesta
El Vocal Harmonizer de Jacob le permite ser un hombre orquesta, dirigiéndose a su público de manera directa desde su propio dormitorio. Todo Internet es su audiencia. De hecho, ¿qué es la figura del artista sino un símbolo? Más allá de su representación, lo que queremos escuchar es su música. Que se lo digan a aquella holografía de 2Pac en Coachella en 2012.
Cinco minutos de luz a través de la longitud de onda adecuada y el artista pudo resucitar para acompañar a Snoop Dogg y a Dr. Dre.
¿Es esta una perversión de la autenticidad analógica? Bueno, cualquiera diría que el primer prensaje de un vinilo es el bueno. Que las primeras cintas de capa simple sonaron mejor que el resto. Que el lector de las primeras PlayStation era el mejor reproductor de CD del mercado. Y que nada como un buen DAC —ese cacharrito que convierte la señal digital en algo audible, en analógico— para escuchar música en tiempos digitales.
Dando voz a la creatividad
La realidad es que no existe nada más bastardo y mestizo que la música. No tiene barreras, ni conceptuales ni territoriales. De esto se dieron cuenta los maestros del sampling, cuando robaron el sonido Disco para llevarlo a la calle, a donde pertenecía. De ahí nació el rap, el hip-hop, la electrónica más salvaje que después fomentaría culturas urbanas como los breakdancers.
No existe nada más bastardo y mestizo que la música. No tiene barreras, ni conceptuales ni territoriales
Simulados los pianos, vientos, cuerdas y demás familias a partir de los primeros sintetizadores creador por Raymond Kurzweil y Robert Moog, la voz humana fue el último bastión. Y expertos de todo el mundo lograron hacerse con ella.
En España, la Universitat Pompeu i Fabra lo logró en 1997 gracias a una investigación de Jordi Bonada, lo que años más tarde desembocaría en el popular Vocaloid, uno de esos editores, como Loquendo, que lograba emular el timbre vocal de una persona y que desembocó en estrellas virtuales como Hatsune Miku, una idol japonesa nacida de un banco de sonidos procesados.
Así que, sintiéndolo mucho por aquellos apoltronados que aseguran que la música digital destruyó la industria discográfica, parafraseando a Jacob Collier, «Todo lo que tiene que hacer la gente es buena música. No se va a cambiar la industria simplemente por decirlo».
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