El verano es tiempo de lecturas, de cobijarse bajo una sombra arbórea, tirarse sobre el césped húmedo de una piscina o buscar la última sombrilla libre de la playa. Es hora de saldar cuentas con todos esos libros que se alargaron durante el año y todas esas lecturas nuevas que se aplazaron. Y más si estamos ante una actualidad tan granada de estrenos y de opciones en clave de cómic y novela gráfica.
A decir verdad, qué suerte estamos teniendo últimamente los fans de la novela gráfica. Qué buen periodo estamos viviendo gracias, en parte, a una Planeta Cómic que está en racha. Y es que apenas unas semanas hemos recibido una montaña de estrenos. Hoy repasamos sus cuatro últimos lanzamientos, desde rabiosos estrenos, obras de culto a reediciones definitivas de clásicos imperecederos. Hablamos de ‘Amore’, ‘Mademoiselle Mozart’, ‘Historias color tierra’ y ‘Frida, vida amoral en ilustraciones’.
Amore, de Zidrou y David Merveille
¿Cómo definir Amore? Podríamos decir que es un librito compuesto por ocho microrrelatos, tapa dura, a varias tintas. O podríamos decir que en su interior concentra la existencia misma. Píldoras de amor, desamor y las consecuencias naturales de esto. La gota de agua que colma el vaso o que genera maremotos de pasión.
En ‘Amore’ encontramos dos pesos pesados: en primer lugar a Zidrou, pseudónimo del popular Benoît Drousie, prestigioso guionista belga conocido por sus trabajos en ‘Spirou’ o ‘Saco de pulgas’ pero también por obras tan reivindicables como ‘Las Crannibales’ (junto a Jean-Claude Fournier) y ‘Tamara’ (con dibujo de Christian Darasse). Y, en segundo, a David Merveille, un buen amigo con quien lleva trabajando desde hace más de treinta años.
'Amore' convoca por igual al mejor Michelangelo Antonioni y al Jacques Tati más introspectivo.
Los textos de Zidrou se concentran hasta convertir el agua del Mediterráneo en oro; o en vinagre. Tras haber trabajado con autores de la talla de Francis Porcel, Oriol Hernández o Roger Ibañez, esta vez cruza su mirada con un David Merveille que en ocho historias originales donde se permite liberar todas sus influencias, desde grandes maestros como Michelangelo Antonioni —hay un relato, ‘Città delle Meraviglie’, con escenas claramente inspiradas en ‘El Desierto Rojo’— a su querido Jacques Tati.
Si nunca has tenido en las manos un cómic de estas características, basta decir que Merveille sabe convertir los bocadillos en ecos que rebotan por las calles de una Italia desnuda, libre del turismo en masa y abigarrada de nostalgia y amor frugal. Lo hace con planos de cierta repetición; y es a través de dicha reiteración donde se construye una forma más densa (o más ligera) de medir el tiempo. Vidas enteras condensadas en trece o catorce viñetas, haikus que nos llevan por los pueblos y ciudades de una época que solo podemos imaginar ya.
Zidrou sabe ponerse la chaqueta del escritor romántico y empalagoso para, a la siguiente página, reventar los planes sobre una paleta de tonos pastel y convertir una historia tradicional en cortometraje de rape & revenge, con una venganza bien saboreada. Una lección maestra e implacable de síntesis, estilística y narrativa. Así bien, no dudamos en sentenciar a ‘Amore’, desde ya, como una de las obras más atemporales y hermosas en toda la carrera de este guionista belga afincado en España.
Mademoiselle Mozart, de Yoji Fukuyama
¿Y si Mozart, el Wolfgang Amadeus nacido en Salzburgo que cambió para siempre la historia de la música, con su prodigiosa y precoz capacidad de componer, arreglar y entender el clasicismo, fuera en realidad una mujer? Sí, una niña, una inquieta y rebelde chiquilla que su padre decidió hacerla pasar por niño cuando vio su tempranero talento para la música. Un secreto guardado durante años que pronto despierta las sospechas de otro compositor local, Antonio Salieri.
La premisa de este clásico atemporal es sencilla: ¿y si Mozart hubiera sido en realidad una mujer?
Esta es la premisa de Mademoiselle Mozart. Todo comienza con un esperpento de situación, ruidosa y satírica: la pequeña Elisa toca una pieza para su padre, imitando los gestos burlones de su maestro. Su padre entonces queda prendado del vals, de la ejecución, interpretada a la perfección tras haberla escuchado una única vez. Ni siquiera necesita la partitura. El padre reconoce la oportunidad al instante y decide cortarle el pelo: aquí comienza la carrera, quiera o no, de “un genio”. Y un flashforward nos lleva inmediatamente a un Mozart ya crecido, adolescente.
La idea se fundamenta en evidencia histórica, solo que no exactamente sobre la vida del propio Mozart: Maria Anna Mozart, conocida como Nannerl, fue la talentosa hermana mayor eclipsada por el favoritismo y las expectativas sociales hacia su hermano pequeño. Una suerte similar corrió la pianista Fanny Mendelssohn o Clara Schumann, quien directamente vivió un tormento de humillaciones hasta ser reconocida como compositora por méritos propios.
Pero volvamos al tema que nos ocupa, porque cuando la joven Mozart, la de nuestro cómic, comienza a cortejar a una chica, Constanze Weber —quien en la vida real sería su copista—, su relato secreto se tambalea. A partir de aquí se aprecia cómo la música va consumiendo la inagotable energía de la protagonista, que quiere ser libre, alguien que tiene mucho más que ofrecer que solo partituras y viñetas.
Pero vaya viñetas. Hay fragmentos donde las disputas entre padre e hija casi parecen una batalla de gallos en clave hip hop. Adelantándose varias décadas al exitoso musical ‘Hamilton’, la musicalidad de ‘Madmoiselle Mozart’ está latente en cada viñeta. No en vano, en 1991 se llevó a cabo una obra de teatro de este manga, publicado por la compañía Ongakuza durante varios años seguidos. Enamorado como es de la música clásica, Yôji Fukuyama ('El día del lobo', 'Voyage à Uroshima') desarrolló este spin-off tras dos años de trabajo constante, una secuela de una antología que comenzó con ‘Sonata en si bemol’
Y aunque ‘Mademoiselle Mozart’ se publicó por primera vez en 1989, su mensaje se mantiene ya no fresco, sino de inalterada actualidad. Y es que Fukuyama forma parte de la generación de los más grandes —Otomo, Tezuka, Toriyama—. Fukuyama no puede evitar dibujar con trazo vivo, abierto, de una manera “musical”. Por qué él también fue alguien de provincias que quedó prendado por la música clásica a principios de los 80 y ya no pudo olvidarla durante el resto de su carrera.
El personaje de Mozart ha sido caricaturizado durante décadas por su actitud burlona, bufonesca, porque se presta como ninguno a ese sarcasmo holgado donde nada parece hacerle daño. Nada más lejos: ‘Madmoiselle Mozart’ destaca por su humanidad. Te va a dejar una huella para siempre. Además, para esta nueva edición se reproduce la traducción francesa de 2002, aunque ha sido revisada para la ocasión. 26 episodios y más de 540 páginas en un tomo único coronado por un dosier final que enmarca históricamente la vida de una novela gráfica que cumple 35 años.
Historias color tierra, de Kim Dong-Hwa
Y vamos ahora con Historias color tierra, la obra maestra del coreano Kim Dong-Hwa, que Planeta Cómic ha dividido en tres bloques y que trae en una nueva y definitiva edición. Dong-Hwa es por mérito propio uno de los mayores exponentes del manhwa (término que se refiere a tiras cómicas e historietas surcoreanas) y más concretamente del sunjung (o sun-jeong) manhwa, cómics habitualmente centrados en mujeres jóvenes "de corazón puro" que superan dificultades aisladas en zonas rurales, normalmente escritos por mujeres, que versan sobre mujeres y han sido concebidos, a priori, para mujeres.
Lo que tenemos aquí, sin embargo, es algo mucho más ambicioso. Y plural. Da igual si vives en Madrid o Barcelona: este pequeño pueblo de la Corea profunda deja huella. Dong-Hwa debutó a los 20 años con ‘Mi cielo’. Tras este relato intimista de 1970, siguió desarrollando una mirada propia con obras como ‘La bicicleta roja’. ‘Historias color tierra’ es un legado vivo, un conjunto de memorias para todas las edades, si bien tres generaciones de mujeres trazan la línea genealógica de estos relatos. La mirada de ellas sobre el universo masculino, desde la inocencia hasta la sufrida viudedad, vertebran su mundo.
‘Historias color tierra’ es un legado vivo, un conjunto de memorias para todas las edades que comienza con la candidez de la infancia
De hecho, todo arranca a partir de una tempana viudedad. A raíz de la muerte del padre, madre e hija pasan los días compartiendo anécdotas mientras hacen frente a las habladurías de sus vecinos. Van pasando las estaciones y la candidez infantil da paso al egoísmo adolescente, al deseo o el sexo —sin ningún tipo de tabú—. Entre historietas tontas de los escarabajos, la cosecha, el calor estival y el despertar del autorreconocimiento femenino, se trazan las claves de la amistad, el odio o el amor. Algo que podemos ver en ‘La que se avecina’ o en ‘El Padrino’.
El propio autor presenta su obra con un poema que precede estas diez historias, recuerdos de su propia madre adolescente. Un retorno a los 16 años que solo se cumplen una vez, con títulos como ‘La azucena’ (que representa la espera), ‘La camelia’, ‘Viento de flores’ o los distintos interludios de las lluvias de primavera. En efecto, las flores son un símbolo capital a lo largo y ancho de la novela. No en vano la protagonista, Ihwa significa ‘flor de peral’.
Como es habitual, Dong-Hwa dibuja con exactitud fidedigna árboles, flores e insectos, mientras que los rostros humanos abrazan la caricatura más ladina. Esta es la clave de todo: la pequeña Ihwa es muy curiosa, algo pícara y su cara habla por ella. No puede enmascarar lo que siente. No necesita bocadillos ni aburridos bloques de texto. Pocos libros, novelas gráficas o no, tienen la capacidad de traducir esa sensación del ansia de saber infantil, de querer reconocer el entorno y a sí misma, de crecer día tras día mientras tu madre se desloma por sacarte adelante.
Gráficamente increíble —habrá quien la compare con ‘Your name in April’ o ‘Violet Evergarden’—, con escenas, rostros y expresiones representadas de manera sencilla, ‘Historias de color tierra’ es uno de los imprescindibles de cualquier colección. Con varios premios nacionales a las espaldas, esta novela es única en su raza a la hora de retratar los distintos estados psicológicos. Un recordatorio de lo importante que es hacer una pausa para reconocerse en un mundo de mayores donde reina la altanería y la astucia.
Frida. Opereta amoral, de Vanna Vinci
Y nos despedimos con Frida. Opereta amoral, de Vanna Vinci. ¿Qué podemos decir a estas alturas de Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón, la pintora mexicana más emblemática de la historia? Documentales, series, películas o musicales ya se han encargado de contárnoslo todo. Pero, ¿decían la verdad? O mejor dicho, ¿contaban algo más allá de los hechos?
Vanna Vinci, la autora de Cagliari que actualmente vive en Boloña, hace aquí algo más que componer una serie de retablos sobre la vida de una personalidad en clave feminista. Antes que éste ya hubo otros libro ilustrado, como ‘Yo soy María Callas’ o ‘Tamara de Lempicka’, cuyos formatos también apuntaban a la novela biográfica. Pero con ‘Frida, vida amoral en ilustraciones’ estamos ante ‘La Divina Comedia’ de Vanna Vinci.
El dibujo se contagia y contamina del imaginario de Kahlo, que también fue mutando con los años. Las escenas son espejos deformantes y deformados de la realidad interpretada a través de la propia Frida. No puede haber un diario más extraordinario. Vinci se pasea de esta manera entre el tributo más pasional y confesional.
En clave de monólogo interior entre dos voces que se dan la razón, difieren o discuten puntos de vista, la novela ilustra y reconstruye la infancia, el accidente, los amoríos, el tortuoso y dilatado matrimonio con Diego Rivera, sus abortos, los celos, las reconciliaciones y la cosmogonía interior de este icono pop. Aquí no se profundizan en las causas del accidente de autobús, sino en el proceso psíquico de sobrevivir postrada en una cama durante largos periodos y aupada por un atiborre de drogas y operaciones mal ejecutadas.
'Frida' es un fresco en clave de monólogo interior entre dos voces que se dan la razón, difieren o discuten puntos de vista
Para distinguirse, el trazo de los bocadillos de esa voz vibra y tintinea frente a la voz serena de Frida. Y en un momento dado, esa voz le dice: “Pero el regreso no había sido pacífico”. “¿Pacífico?”, responde Frida: “Tras el aborto, la muerte de mi madre y la destrucción del fresco de Nueva York (llegó) la otra gran puñalada”. Y entonces una imagen que emula el Sagrado Corazón de Jesús ocupa toda la siguiente página, empapando de sangre la escena de una Kahlo con el corazón arrancado.
Y así todo: más de 200 páginas a todo color que sirven como un exorcismo reconciliado con sus fantasmas, que nunca se rinde —nunca llegó a hacer realidad la frase de “quien realmente desea morir no falla”—. Un epílogo vitalista, de reivindicación al cuerpo, el sexo y la existencia misma, a la libertad, que cierra con un retrato modélico de Frida, la gran ocultadora, la mujer que siempre miraba desde el alma.
Imágenes | Planeta de Libros
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