Las grandes tecnológicas vienen de una fiesta que ha durado más de una década. Ahora llega la madre de todas las resacas

Las grandes tecnológicas han liderado más de diez años de mercado alcista, donde el dinero no dejaba de fluir y la fiesta no parecía parar jamás. Del COVID19 se dijo inicialmente que solo era un resfriado y lamentablente resultó ser falso, pero para las grandes tecnológicas, efectivamente, no fue más que un catarro.

Aunque incluso las acciones más sólidas se resintieron en las cinco fatídicas semanas en que vimos poner en peligro todo lo que conocíamos --Microsoft cayó un 26%, Apple un 30%—, el rally alcista volvió a llegar y muchas de esas grandes tecnológicas anunciaron récords históricos en el año posterior, pese a los malos augurios. La propia Apple facturó 1.000 millones de dólares al día durante todo 2021.

Sin embargo, la fiesta ha entrado, como mínimo, en un hiato. Si el inicio de 2022 no fue demasiado prometedor con el capital riesgo congelándose, las tecnológicas anunciando contrataciones congeladas, las criptomonedas entrando en barrena y muchas startups jibarizándose cuando no directamente cerrando; el final de año presenta un horizonte mucho menos halagüeño.

Noche de brujas

Suele decirse en los entornos financieros que en los mercados bajistas la bolsa es un indicador temprano, cuya caída se anticipa a la de las economías; y que la vivienda es lo último que termina de caer.

Este mes se cumple un año desde el inicio de la caída bursátil de las tecnológicas que anticipó el escenario actual

Partiendo de ese axioma, todo empezó en la noche de Halloween de 2021. En aquel momento, cuando la pandemia parecía estar quedando atrás con las distintas naciones encarando la recta final de sus campañas de vacunación, comenzó la caída.

Lo que parecía ser un movimiento natural del mercado empezó a convertirse en tendencia. Un año después, Meta, aka Facebook, ha caído más de un 70% en su valor bursátil y acaba de anunciar el despido de 11.000 trabajadores, un 13% de su plantilla.

Similar suerte ha corrido Netflix, que ha empezado a acusar cierto techo de crecimiento y la fuerte y poderosa competencia de otros gigantes en su terreno. Gigantes que, al contrario que ella, tienen el respaldo financiero que les otorgan otras líneas de negocio.

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Microsoft, Amazon, Alphabet y Tesla también han visto caídas de entre el 30% y el 50% de su valor en estos doce meses. Apple ha resistido mejor el golpe pero se ha dejado casi un 10% tras una década encadenando subidas que llegaron a superar el 80% en un año natural, como en 2019 y 2020. Twitter, sobre todo al calor de la llegada de Musk, también ha resistido mejor el año, aunque su llegada también ha implicado despidos en masa.

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Ninguno de estos valores, en cualquier caso, ha cerrado estos doce meses en positivo. Con una inflación que ha superado el doble dígito en estos últimos meses en varios estados, la subida de los tipos de interés como instrumento con el que se hace frente a esa inflación, y la incertidumbre por una crisis energética que da señales de que irá a peor, las perspectivas para 2023 tampoco son buenas.

Estructural vs coyuntural

Los años diez fueron los de las empresas tecnológicas, que han liderado el mercado y el mundo hasta consolidarse como las compañías más valiosas del mundo. Los años veinte no empiezan igual de bien, y una de las incógnitas es cuánto hay de estructural y cuánto de coyuntural en este gatillazo.

La demanda anticipada y los cambios de patrones de consumo que trajo la pandemia han impedido a las tecnológicas leer con tino la vuelta a la normalidad

Los confinamientos nacionales que trajo la pandemia marcaron una tendencia, la de la demanda adelantada. Personas que decidieron renovar dispositivos electrónicos (televisor, ordenador, webcam, equipo de sonido, monitores externos...) o hacerse con algunos nuevos (consolas, tablets) con el dinero que ahorraban al no poder viajar ni comer fuera de casa.

Un boom en ventas que más que un auge era un anticipación: esas ventas no necesariamente se añadían al balance a largo plazo, sino que reducían las de trimestres posteriores. Una cadena que salpica a logística, marketplaces, publicidad...

Las plantillas dependientes de este factor que fueron sobredimensionadas no han podido resistir dos años después. Zuckerberg, en el comunicado sobre sus despidos, dijo que el comercio electrónico se aceleró con la pandemia y pensaron que se trataría de una "aceleración permanente", pero no fue así. Por supuesto, otros factores como los antes mencionados, incluyendo algunos que afectan específicamente a Meta, como el aumento de su competencia (hola, TikTok) o el cambio que implementó Apple en iOS 14 para dificultar el rastreo publicitario y cercenó parte de sus ingresos.

Lo mismo puede aplicar a Amazon vendiendo online por debajo de las expectativas de los analistas, a la publicidad gestionada por Alphabet o a Netflix y su desaceleración de nuevas altas tras añadidos históricos durante la pandemia. Amazon, al igual que Apple, ha anunciado una congelación de contrataciones.

Dice el refrán que "de opíparas cenas están las sepulturas llenas" y pocas party non stop hemos visto como la de las tecnológicas entre 2020 y 2021, con tipos de interés inusualmente bajos, grifos de inversores abiertos y múltiples salidas a bolsa. De aquellas copas esta resaca.

En 2001, cuando estalló la burbuja de las puntocom, la caída vino cuando alguien señaló al emperador desnudo: la gran mayoría de empresas online tenían unas expectativas absolutamente irreales y no estaban generando ni un centavo. Esta vez es diferente, y si algo han demostrado las grandes tecnológicos es poderío y solvencia. Otro cantar es si pudieron leer bien el futuro al que hemos llegado ahora que la pandemia es poco más que un mal recuerdo. Los primeros síntomas son malos.

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