Cómo mejorar un móvil de una generación a otra para que sea un éxito

El teléfono móvil: el gadget que más ha evolucionado de todos cuantos tenemos. En menos de una década ha sufrido una transformación completa.

Ya no se trata simplemente de llevar encima un router, una agenda, un reproductor de música y vídeo y, por supuesto, un teléfono: tenemos en nuestro bolsillo una herramienta para rodar cine, para guardar nuestros mejores recuerdos, o para jugar a videojuegos que sólo imaginábamos en consolas o sistemas de sobremesa.

Desde que Martin Cooper hiciese su primera llamada de móvil el 3 de abril de 1973, los mayores logros tecnológicos han llegado al repensar este gadget, al no conformarse con las opciones que ya ofrecía sino en diseñar las posibilidades que aún no existen. De ahí que hoy veamos certámenes de fotografía con instantáneas tomadas desde un móvil o tengamos todo un ecosistema de juego móvil diseñado exclusivamente para nuestros smartphones.

Fijémonos en la familia Zenfone. Quién lo diría: hace apenas dos años Zenfone 4 desembarcó como una promesa de 4 pulgadas, 4GB de memoria, batería de 1.170 mAh y cámara estándar de 5 megapixeles.

Han pasado 24 meses y ¿qué podemos adquirir? Un monstruo con 4.600 mAh de batería, 5,7 pulgadas SuperAmoled, 256 GB de memoria física y 23 MPx en la cámara trasera, con posibilidad de tomar fotos de hasta 52MP; modo superresolución, filtro azul, filtro de luz, superHDR, PixelMaster 2.0… todo lo necesario para la mejor foto que tu ojo pueda ver.

Y no confiemos sólo en cifras frías. Si algo están demostrando las tecnologías punteras, es que requieren un estudio milimétrico. Hay que testear cada componente: pura alquimia tecnológica. Más potencia implica más gasto energético. Más recursos requieren más batería. Y más batería significa más calor residual.

Esta es la meta: lograr una convivencia perfecta entre todos estos elementos e impulsar cada día un equipo para que sea mejor. Sin esa ambición, todavía estaríamos llamándonos con el zapatomóvil del Inspector Gadget.