La recuperación económica está generando una escasez brutal. Y encareciendo todo lo que compramos

La pandemia nos ha dejado algunas inesperadas escenas. Prácticamente nadie podía imaginar una reducción de demanda global tan dura como la que ocurrió en marzo-mayo de 2020 sin que mediase una crisis económica. Y ahora que estamos en el tramo de subida del repunte en forma de V (al menos en lo referente al consumo) nos encontramos con otra novedosa situación, pero del lado opuesto.

Escasez para todo. "Los precios de las materias primas han crecido un 35% durante los últimos 12 meses, y pueden seguir subiendo debido a una combinación de factores, entre ellos el retorno a la normalidad tras la pandemia", contaban en la gestora de fondos Robeco. En previsión a esta reactivación del gasto doméstico, múltiples industrias están haciendo acopio de materiales, más incluso del que técnicamente necesitan, para no perder capacidad de producción en caso de un auge extraordinario del consumo. Esto a su vez encarece no sólo los materiales, que sirven como valores refugio y de especulación, sino también la propia logística: necesitan almacenes, barcos y camiones que otros también quieren llenar.

Más pistas. Estados Unidos cuenta con un indicador, el Índice de Gerentes de Logística (LMI por sus siglas en inglés), que se basa en encuestas a directivos de empresas clave, y se les sondea sobre las previsiones de gastos en inventario, transporte y almacén, las tres variables de esta cadena. El índice actual se encuentra al segundo nivel más alto desde 2016, un crecimiento desorbitado comparado con la contracción de la demanda que se vivió en 2020 por primera vez en mucho tiempo, y prevé mantenerse en esa posición hasta 2022. Según Bloomberg, su medición suele predecir de forma precisa los costos reales en el 90% de las veces.

Lista de catastróficas desdichas. Ya descubrimos las consecuencias que había tenido para el suministro mundial el bloqueo del Canal de Suez (que, por cierto, ya está hablando de aumentar artificialmente su tamaño para que esto no vuelva a pasar). Ha sido un año muy malo para distintos cultivos en todo el mundo. Vivimos inmersos en la ya conocida carestía de microchips, lo que está provocando que sea casi imposible comprar, por ejemplo, una PlayStation 5 desde hace meses. También un reciente ataque ransomware dejó en la estacada al principal gasoducto de combustible de EEUU, lo que llevó a las nubes el precio de la gasolina.

Ahora, para más inri el brote masivo de coronavirus en India está amenazando a sus puertos más grandes.

Y los productos afectados. El petróleo crudo, como decíamos, así como los chips, la madera, el cobre o el hierro. También el caucho, varios productos químicos y el plástico, cuyos fabricantes han tenido que subir sus precios entre un 20% y un 40%. Si el plástico está en todo lo que consumimos, el aluminio también: ya hay fabricantes de papel albal que han subido su precio por tercera vez en lo que va de año. Según la Organización Mundial de la Alimentación (FAO) los alimentos cuestan, de media global, alrededor de un 30% más que en el año anterior, siendo especialmente relevante el alza de precios en el café, el maíz, el trigo (un 13,6% más caro que en 2020) y la soja (un 46% más)

¿Y tendrá consecuencias en la inflación? El índice general que elabora el FMI a partir del precio de 68 materias primas recuperó el nivel que tenía antes de la pandemia y en el primer trimestre de 2021 ha subido un 12.3%, muy por encima del ritmo de crecimiento previo a la crisis sanitaria. A corto plazo todo esto podría provocar un aumento de la inflación, pero la mayoría de expertos consideran que esa misma particularidad de la evolución económica tras una pandemia descarte que pueda llevarnos a ciclos como el de la década 1998-2008.

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