Apple está jugando una importante partida de ajedrez con la UE y su regulación. Y por ahora va ganando

  • La UE ha obligado a Apple a abrir su ecosistema, pero a efectos prácticos el impacto ha sido negativo

  • Las últimas medidas aplicadas como parte de la DMA no solo no ayudan, sino que empeoran la situación

La Ley de Mercados Digitales (DMA) de la Unión Europea prometía plantear cambios beneficiosos para la competitividad tecnológica en el viejo continente. Armados con ella, los reguladores europeos parecían tener una valiosa herramienta para reducir la posición dominante de empresas como Apple, pero el tiro les ha salido por la culata.

Ha ocurrido dos veces en las últimas semanas. La primera, con la apertura de Apple a tiendas de aplicaciones de terceros. El que se suponía podía ser el cambio más importante en la historia de la App Store desde que apareciese en 2008 podría quedarse en nada.

La segunda la hemos vivido aún más recientemente. Como parte de la DMA, Apple también anunció a finales de enero que ofrecería la posibilidad de instalar navegadores en iOS que estuvieran basados en otros motores que no fueran WebKit.

Apple ha cumplido con los requisitos de la Unión Europea. Lo ha hecho con las tiendas de aplicaciones de terceros y con los navegadores no basados en WebKit, pero al hacerlo ha pasado algo espeluznante.

La regulación de la UE no ha mejorado las cosas. Las ha empeorado.

La situación es una pantomima.

Prólogo. Una DMA con una lista de objetivos discutible

La Digital Markets Act —el principal texto legislativo completo es la Regulación (EU) 2022/1925— entra en vigor el próximo 7 de marzo, y lo hace con un objetivo claro: forzar a que los mercados digitales se abran a la competencia. Esos mercados están en la actualidad dominados por un pequeño grupo de gigantes de la tecnología a las que los reguladores llaman 'gatekeepers' ('guardianes de acceso').

En concreto aluden a seis empresas: Alphabet, Amazon, Apple, Bytedance, Meta y Microsoft. Este grupo controla los 22 servicios que según la UE están afectados por la DMA y que se dividen en ocho categorías:

  • Redes sociales: TikTok, Facebook, Instagram, LinkedIn
  • Servicios de "intermediación": Google Maps, Google Play, Google Shopping, Amazon Marketplace, iOS App Store, Meta Marketplace
  • Sistemas de entrega de anuncios (ADS): Google, Amazon, Meta
  • Navegadores: Chrome, Safari
  • Sistemas operativos: Android, iOS, Windows (pero no macOS)
  • Servicios de Comunicación Interpersonal Independientes del Número (N-IICS): WhatsApp, Facebook Messenger
  • Buscador: Google
  • Plataforma de compartición de vídeo: YouTube

Esa lista es ya de por sí sorprendente, porque no incluye otras redes sociales igualmente influyentes como X (Twitter), plataformas de mensajería como iMessage ni servicios de correo absolutamete dominantes como Gmail y Outlook.com. Que no haya tampoco mención de las grandes plataformas en la nube (Azure, AWS, Google Cloud Services) es también notoria.

La Comisión explicaba, eso sí, que Gmail, Outlook.com y un navegador como el de Samsung podrían ser considerados como 'gatekeepers', pero Alphabet, Microsof ty Samsung "han proporcionado argumentos suficientemente justificados que demuestran que estos servicios no pueden considerarse pasarelas para los respectivos servicios de la plataforma principal". En ese comunicado no se menciona nada de las plataformas en la nube.

Thierry Breton resumió en septiembre de 2023 los objetivos del bloque para la normativa. "Sabemos que algunos gigantes tecnológicos han utilizado su poder de mercado para dar a sus propios productos y servicios una ventaja injusta y frenar a sus competidores a la hora de hacer negocios y crear valor añadido y empleo. Estas prácticas distorsionan la competencia, socavan la libre elección de los consumidores y frenan el potencial de innovación de las PYME, especialmente el derivado de la Web 4.0 y los mundos virtuales".

Además, añadió que "ya era hora de que Europa estableciera sus reglas del juego por adelantado, proporcionando un marco jurídico claro y aplicable para fomentar la innovación, la competitividad y la resistencia del mercado único, en lugar de tener que depender de investigaciones antimonopolio largas y no siempre eficaces. La DMA hace precisamente eso".

La declaración es contundente y desde luego parece ir en la dirección correcta, pero la ejecución está siendo un desastre. Y la culpa la tiene la propia especificación de esa regulación.

Capítulo I. Qué pasa con las tiendas alternativas de aplicaciones

Lo que está pasando no tanto por culpa de Apple —que ha sido lista y ha evitado precisamente lo que la Unión Europea quería lograr— sino de los reguladores, que han establecido unas normas bienintencionadas, pero de las que había escapatoria.

Apple, como decimos, lo ha hecho en dos ocasiones. Especialmente dolorosa para los desarrolladores ha sido la forma en la que la firma de Cupertino "se ha abierto" a tiendas de aplicaciones de terceros. Lo ha hecho con muchas comillas, desde luego. O con muchos obstáculos, que para el caso es lo mismo.

El más importante de todos ellos es la llamada Core Technology Fee (CTF), una comisión que implica un coste para la tienda alternativa enorme: 0,50 euros anuales por instalación de cada app por cada cuenta de usuario.

El primer millón de instalaciones es gratuito para todos los desarrolladores, pero tras esa cifra, la comisión comienza a cobrarse. Hay quien ha hecho cálculos y ha dejado claro que las apps gratuitas pueden acabar siendo una ruina para sus creadores.

¿Qué significa eso? Que si tienes la mala suerte de que tu aplicación se hace viral y se descarga e instala varios millones de veces, podrías morir de éxito (sobre todo, insistimos, con apps gratuitas) y tener que pagarle a Apple mucho más dinero del que ganas con ella.

Hay otras barreras, y Apple deja claro que las tiendas alternativas serán algo así como tiendas de segunda. No podrá garantizar —lógicamente— que si descargas apps desde ellas puedas exponerte a riesgos de seguridad. Es un argumento que, como el de la falacia de la privacidad, esgrimen a menudo.

En los últimos tiempos, como comenté en mi otro blog, Apple está jugando al peligroso juego de hacernos entrar en pánico: el Apple Watch y el iPhone te puede salvar la vida, así que lo mejor que puedes hacer es comprártelo. No vaya a ser que.

¿Perdón?

Ya conocemos la cantinela. Las empresas de seguros viven de ella, pero no era tan habitual en empresas Big Tech. Debo dejar claro aquí que Apple no es ni mucho menos la única que acude a ese discurso, que conste. Google no para de asegurar que para ellos lo primero es la privacidad.

Y no hablemos del señor Zuckerberg, que en 2019 apareció en un escenario gigantesco delante de un igualmente gigantesco mensaje en el que se podía leer aquello de "El futuro es privado". Da igual que le creyéramos o le criticásemos, queridos xatakeros, porque la realidad es que Meta (Facebook) es más valiosa que nunca.

Pero nos estamos desviando. O más bien, lo estoy haciendo yo. Como decía, la forma en la que Apple se ha abierto a tiendas alternativas de aplicaciones es terrible, pero totalmente legítima.

De hecho hace meses que conocemos algunas de las primeras alternativas a la App Store, y parece evidente que Apple puede dormir tranquila. Lo hará sabiendo que cumple con las restricciones de la DMA. Y que lo haya logrado deja claro que algo falla en esa regulación.

Capítulo II. Qué pasa con los navegadores

Pero es que lo mismo ocurre con ese otro gran cambio que iba afectar a iOS. El sistema operativo por fin abre la puerta a navegadores con motores de navegación que no son WebKit, pero lo hace con dos consecuencias negativas.

La primera, que navegadores como Firefox tendrá que tener dos versiones: una con su propio motor de navegación (Gecko) que podrán instalar los usuarios de iOS de la UE, y otra basada en WebKit que será la que esté disponible en el resto del mundo. Los responsables de Mozilla se mostraron "extremadamente decepcionados" con esa forma de esquivar la regulación.

En Google tampoco están especialmente satisfechos y Parisa Tabriz, máxima responsable del desarrollo de Chrome, explicaba que "Apple no se toma en serio el apoyo al navegador web o la elección del motor en iOS. Su estrategia es excesivamente restrictiva, y no conducirá de manera significativa a una elección real para los desarrolladores de navegadores". La empresa lleva tiempo preparando una versión de Chrome para iOS basada en Blink, pero una vez más el esfuerzo de mantener dos desarrollos paralelos es notable.

Pero es que además está el otro problema: la apertura a otros motores de navegación en navegadores dentro de la UE abría la puerta a la llegada masiva de las prometedoras aplicaciones web progresivas (PWAs). O lo que es lo mismo, a poder disfrutar de prestaciones prácticamente idénticas a las que ofrecen las aplicaciones nativas, pero sin tener que instalarlas: para usarlas solo es necesario un navegador y una conexión a internet.

Eso planteaba una amenaza para Apple: si no necesitas (tantas) aplicaciones nativas, no necesitas (tanto) la App Store. Y ante esa amenaza, Apple ha actuado de forma salomónica y ha matado el soporte de PWAs en iOS 17.4, la versión que precisamente iniciará esa nueva etapa de cumplimiento de la DMA.

La noticia ha sido un verdadero jarro de agua fría para los desarrolladores. Informes como el de Open Web Advocacy —una plataforma de defensa de estándares abiertos— dejaba claro que esta estrategia es una mala decisión por parte de Apple, y que esta forma de actuar "nos indica una estrategia de ofuscación deliberada". Esta misma firma está pidiendo a los desarrolladores que rellenen una encuesta sobre el impacto de estas medidas para ofrecerle sus resultados a la Comisión Europea.

Pero una vez más, Apple cumple con la regulación. Al menos, de momento. La UE parece haberse dado cuenta (por fin) de que algo falla, porque como indican en Financial Times ha pedido tanto a Apple como a desarrolladores de aplicaciones que envíen más información sobre los cambios y su impacto para poder evaluar la situación.

En un comunicado enviado ayer a The Verge, la portavoz de la Comisión Europea, Lea Zuber, explicaba que "estamos observando los paquetes de medidas de cumplimiento de todos los guardianes de acceso, incluida Apple.

En este contexto, estamos analizando en particular el problema de las aplicaciones web progresivas". Thierry Breton comentaba también según el artículo de FT que "Cualquier compañía que se detecte que no cumple [con la DMA] se enfrentará a fuertes sanciones".

Capítulo III. La precuela del derecho a reparar

Lo que está pasando estos días nos recuerda a la singular situación que vivimos a finales de 2021 cuando el movimiento por el derecho a reparar ganó una importante batalla tanto en EEUU como en el resto del mundo y desde luego en Europa, donde esta demanda también se había hecho viral. Apple anunciaba en noviembre de aquel año que ofrecería tanto piezas de recambio originales como instrucciones para reparar por nuestra cuenta dispositivos como el iPhone 12 y el iPhone 13.

Reparar la pantalla del iPhone 15 por tu cuenta no sale a ídem.

Aquello parecía una gran noticia, pero pocos meses después la empresa de Cupertino volvió a salirse con la suya. Si uno quería acceder a esas piezas e instrucciones, podía solicitar las llamadas "reparaciones de autoservicio", lo que daba (y da) acceso a una especie de tienda para aficionados a las reparaciones.

Un simple experimento lo deja claro: si solicitas componentes y herramientas para reparar la pantalla del iPhone 15, pagarás 337,55 euros por la pantalla y 55,66 euros del alquiler durante una semana de las herramientas para lograrlo. Eso sin contar que 1) tendrás que invertir tiempo en el proceso y 2) puede que si no tienes experiencia (o suerte) algo acabe saliendo mal y no logres completar la reparación.

¿Cuánto cuesta hacerlo en las tiendas oficiales de Apple? Es fácil comprobarlo en la calculadora de presupuesto del servicio técnico de la compañía: en el mismo caso (pantalla rota del iPhone 15 "estándar) el coste sería de 338,99 euros, pero si estás suscrito a AppleCare+ solo te costará 29 euros. Sin invertir tiempo, sin el engorro de tener que recibir y devolver herramientas, y con la tranquilidad de que te lo hará alguien cualificado en Apple. Más barato y más seguro: Blanco y en botella.

Pero una vez más, Apple cumple con la regulación.

Epílogo. Está bien que la UE regule, pero tiene que afinar (mucho más)

Lo que ya ocurrió en 2022 con el Derecho a Reparar —a nivel mundial— se ha vuelto a repetir estas semanas con la DMA. Los reguladores pueden tener intenciones estupendas a la hora de mejorar la competencia y de reducir esas discutibles posiciones dominantes de las Big Tech, pero está claro que sus esfuerzos no están teniendo el efecto esperado.

El caso de Apple es un nuevo síntoma de una enfermedad que lleva tiempo afectando a la Unión Europea y a sus legisladores. Las leyes no pueden lógicamente evolucionar tan rápido como lo hace la tecnología, pero lo que resulta terrible es que al regular no se mejore la situación, sino que se empeore.

Lo hemos visto en otros ámbitos y eso demuestra que las implicaciones prácticas de esas decisiones políticas pueden llegar a ser un perjuicio para los usuarios, en lugar de representar un beneficio.

Afortunadamente las leyes tienen la misma ventaja que el software: se pueden actualizar y adaptar. Esperemos que los reguladores entiendan que la DMA es claramente imperfecta a día de hoy y logren actuar en consecuencia.

Y entonces veremos si Apple logra escaparse una vez más.

Imagen | Javier Pastor con RunwayML

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