La falta de camareros como síntoma: nadie quiere pasar 12 horas tras una barra mientras otros teletrabajan

Los españoles hemos atravesado épocas extremadamente duras en el terreno laboral. Durante muchos años, tener un trabajo fue casi como un milagro, un regalo del que había que estar agradecido porque el amigo, la prima o el vecino no lo tenían y lo estaban pasando francamente mal.

Durante esa larga travesía por el desierto, las vacas flacas instalaron en la mente de algunos la idea de que darte un empleo era salvarte la vida, sin importar que las condiciones fuesen malas. “Por lo menos tienes trabajo”, se ha escuchado a diestro y siniestro en este país durante mucho tiempo. Sin embargo, las cosas están cambiando.

Punto de inflexión. La pandemia ha llevado muchos profesionales en todo el mundo a un punto de inflexión en el terreno laboral: el trabajo no debe marcar el ritmo de sus vidas, debe integrarse en ellas sin fagocitar todo lo demás. Hasta ahora habíamos visto ese cambio de mentalidad en varias tendencias como la lucha por extender el teletrabajo, la petición de jornadas intensivas, el estudio de la semana laboral de cuatro días o la Gran Renuncia.

Todas ellas abordan mejoras laborales desde arriba, es decir, parten de empleos con buenas condiciones y buscan avanzar en los estándares que actualmente ya consideramos aceptables: cambiar la oficina por casa, tener un horario más flexible o reducir la semana laboral de 40 horas. Sin embargo, la reciente falta de profesionales en sectores como la hostelería o la construcción está evidenciando que muchos españoles también quieren avances desde abajo.

Mejores condiciones. Desde abajo no porque trabajar en esos sectores sea menos digno, sino porque son empleos (no todos, pero sí un número importante de ellos) azotados por la precariedad, según diversos informes e informaciones. Los profesionales de estos sectores han contemplado desde la barrera cómo las empresas de otras actividades económicas han aceptado el teletrabajo o la flexibilidad horaria, y se preguntan por qué ellos no pueden aspirar, al menos, a unas condiciones de trabajo aceptables.

Los compañeros de DAP recogían estos días las declaraciones de Gonzalo Fuentes, de la Federación de Hostelería de Comisiones Obreras, quien explicaba las malas condiciones que se dan, según el sindicato, en muchos restaurantes y bares de Madrid: no cumplen con los convenios colectivos, tienen dados de alta a los empleados menos horas de las que en realidad trabajan, no pagan horas extra o retribuyen parte del sueldo en negro. “No faltan trabajadores, faltan esclavos. La gente quiere trabajar, pero en condiciones decentes”, señalaba.

No sólo el sueldo, pero importa. Por lo tanto, no se trata sólo de una cuestión salarial, como apunta el Gobierno, sino de condiciones generales de trabajo, aunque no cabe duda de que el sueldo es uno de los aspectos más importantes del problema. Y aquí la brecha es similar a la de las mejoras laborales: desde hace varios años, y sobre todo a raíz de la pandemia, hay sectores que han visto crecer sus salarios cada vez más, como el tecnológico, mientras que otros han soportado una continua reducción del estipendio.

Un informe de la Comisión Europea con datos de 2019 señalaba que la desigualdad salarial, social y laboral no ha parado de crecer en España desde principios de siglo, e información similar arrojan las publicaciones del Instituto Nacional de Estadística (INE) al respecto hasta 2019, último año del que se tienen datos.

Según esta información del INE, los sueldos en la hostelería, el transporte o la construcción estuvieron estancados desde 2017, mientras que los de las actividades inmobiliarias, sanitarias o de la Administración pública crecieron a razón de unos 500 euros anuales más en ese periodo, aproximadamente. Y todo esto sin contar con datos posteriores a la pandemia, a raíz de la cual esas desigualdades se han acentuado según diversos expertos.

Una revolución silenciosa. Así las cosas, tanto en la hostelería como en otros sectores, y reforzados por los avances conseguidos por arriba, muchos de estos profesionales han decidido plantarse y esperar algo mejor. Lo llamativo es que lo han hecho en masa, pero sin organizarse, sin manifestaciones ni protestas, en completo silencio, y, aun así, están golpeando con fuerza la línea de flotación de muchas empresas, porque sin trabajadores no hay negocio.

Pérdida del miedo. La falta de camareros, de albañiles, de jornaleros o de camioneros, entre otros oficios, demuestra que el mercado laboral en su conjunto, y no sólo en unos pocos sectores, se encuentra en plena ebullición por el futuro del trabajo. A esta falta de mano de obra en las empresas de hostelería, construcción o agricultura se suman varios indicadores que así lo evidencian.

Por una parte, la semana pasada Infojobs publicó un informe sobre el mercado laboral en España cuya principal conclusión es que el 80% de los candidatos de nuestro país rechazan ofertas de trabajo por sus bajos salarios. Hace poco, muy poco tiempo, decir que no a un empleo en muchos sectores de España se consideraba casi una temeridad. “Por lo menos tienes trabajo”, ya saben.

Por otra, el pasado mes de abril nuestro país registró el mayor número de dimisiones de su historia, tal y como adelantó Xataka. Casi 5.500 personas abandonaron voluntariamente sus trabajos fijos en España durante el cuarto mes de 2022. La anterior cifra récord de este registro, que se inició en 2001, data de septiembre de 2007, en plena euforia económica de la burbuja inmobiliaria, cuando 4.762 empleados renunciaron de sus trabajos.

Teletrabajo o dimisión. Y, siguiendo con las dimisiones, LinkedIn publicó recientemente los resultados de una encuesta a profesionales españoles cuyos resultados arrojaban que el 21% de las personas que habían dejado voluntariamente sus empleos en los últimos meses lo habían hecho por falta de flexibilidad laboral, y el 28% de los que estaba valorando renunciar alegaba el mismo motivo.

Asimismo, el 58% de los encuestados asegura que tras la pandemia se han dado cuenta de que el trabajo no es su única prioridad, y el 60% explica que prefiere trabajar de forma más flexible para poder desarrollar otros aspectos de su vida.

Imagen | Adria Salido Zarco/GTRES)

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