En tiempos de COVID-19, estudios científicos sin revisar: las prisas están acelerando y viralizando los papers

En el sistema científico es indispensable la publicación de resultados. Este proceso es tedioso y lento, pero asegura el rigor. En ciertos casos, la aparición de los preprints, versiones tempranas del estudio, ayudan a acelerarlo.

En los últimos meses, la cantidad de estos estudios científicos preliminares se ha incrementado, especialmente en el área de biología, donde ha crecido hasta 100 veces. La culpa parece tenerla el coronavirus y la necesidad de "hacer nueva ciencia" que nos ayude contra él. La sociedad quiere saber más sobre la enfermedad y las fuentes científicas son uno de los focos del conocimiento. El problema es que los preprints no son "ciencia", al uso. Todavía les falta el último paso para adquirir el rigor exigido en el mundo científico: la revisión por pares. A esto le añadimos un ingrediente más, las redes sociales, y ya tenemos el conflicto.

"Lo dice la ciencia": cuando la confusión domina el tema del momento

Uno de los grandes problemas de enfrentarnos a un nuevo virus es no tener ni idea de qué hacer. Científicamente hablando, el SARS-CoV-2 ha supuesto un reto importante que ha obligado a acelerar el procedimiento de muchas cosas: desarrollar vacunas, aprobar medicamentos y, sí, publicar información científica.

"Hacer ciencia" es un proceso complicado, lento y tedioso. Simplificándolo muchísimo, consideramos que algo es "científico" cuando existe un paper o estudio publicado al respecto de un tema. Además de los estudios, cuando hay suficiente cantidad de estos, se forma un consenso científico. Por ejemplo, el consenso científico está de acuerdo en que el VIH existe y provoca el SIDA.

Uno de los grandes problemas de las novedades científicas, especialmente en el caso de pandemias que matan a cientos de miles de personas en pocos meses, es la falta de consenso científico. Generar estudios a todo trapo trae consigo una considerable cantidad de confusión, especialmente en el estrato de la sociedad que no tiene herramientas para identificar las características científicas.

Publicar unos resultados rigurosos para consensuar un hecho, una estrategia o unas recomendaciones requiere mucho tiempo. La cosa se puede poner aún peor cuando entran en juego los estudios preliminares, o preprints. Estos no solo no son estudios científicos al uso, puesto que les falta una parte fundamental, sino que son capaces de generar un ruido o, peor, una intoxicación informativa (de forma involuntaria) incluso en el estrato científico.

El ‘preprint’, un sistema para acelerar la ciencia

Un preprint parece un paper científico, se estructura como un paper científico y se publica en sitios para papers científicos, pero no es un paper científico. Los artículos preliminares, o preprints, como su nombre indica, son una versión previa a la publicación científica (el paper). Para que un estudio entre dentro "de la ciencia" ha de pasar por el proceso de peer review (revisión por pares) en el cual unos expertos le dan el visto bueno, grosso modo, a la ciencia que presenta.

Esto, como decíamos, lleva meses, o incluso más de un año. Además, hay otras cuestiones de licencias, publicación y cuestiones legales más complicadas. En resumen: hacer ciencia es lento, y también puede ser muy caro. Como consecuencia, el acceso a la información científica a veces no es sencillo ni para los propios científicos, que necesitan pagar licencias carísimas a las editoriales.

Los preprint surgieron para aliviar este retraso. Por un lado, permite acceder antes de tiempo a datos de interés para la comunidad científica. Por otro, también deja que la propia comunidad sea, en parte, correctora de los errores a los que el estudio puede enfrentarse ante el peer review, de manera que cuando se envíe el paper definitivo, habrá sido revisado por cientos de revisores voluntarios que están interesados a priori por el tema.

Los los preprint no son textos que asientan resultados científicos. Para que estos ocurran han de pasar por la revisión por pares, de manera que se asegure la calidad científica del estudio. Sin este procedimiento, no se puede decir con total seguridad que el paper (en realidad preprint) es riguroso bajo los estándares científicos.

'Preprint' o no 'Preprint', esa es la cuestión

En ciencia, poca gente discute los beneficios de contar con resultados científicos antes de que pasen por la revisión por pares. Pero ¿qué ocurre ante los ojos que no están acostumbrados a distinguir entre un preprint y un paper consolidado? El resultado es que gran parte de la sociedad, incluso sociedad formada en ciencia, está tomando como hechos científicos resultados publicados en bases de datos de preprints. En otras palabras, está basándose en ciencia que no lo es (todavía, al menos).

Un claro ejemplo es el de la cloroquina. No hace mucho hablábamos de esta sustancia como una de las más prometedoras a la hora de tratar la COVID19. Sin embargo, Retraction Watch, una publicación dedicada exclusivamente a revisar los hechos científicos y su contexto, ha señalado que los resultados utilizados para defender su uso son inconcluyentes. Sin embargo, la aparición de preprints en torno estos resultados ha impulsado la creencia de que este es un medicamento eficaz y, en realidad, no lo sabemos con seguridad. De igual manera, vemos la confusión saltar de un tema a otro en discusiones acaloradas entre personas con formación científica.

Otro ejemplo: Un preprint de medRxiv, otro repositorio similar a bioRxiv, explicando que "la transmisión del nuevo coronavirus por secreciones respiratorias en forma de gotas o aerosoles" parecía probable se publicó el 10 de marzo. Un par de días después, se subió un segundo manuscrito con algunas e importantes correcciones y la semana siguiente, el New England Journal of Medicine publicaba una versión revisada por pares. Sin embargo, para entonces, ya se habían escrito numerosas noticias basadas en versiones del documento que no habían sido analizadas por otros científicos.

Es bastante común encontrar los preprint como arma arrojadiza en la argumentación, especialmente en biología y relacionado con la pandemia. Según John Inglis, uno de los creadores de bioRxiv, probablemente el mayor repositorio de preprints relacionados con la biología, la producción de estos documentos se ha llegado a incrementar hasta en 100 veces desde que comenzó la pandemia.

Nos encontramos al final con más producción de estudios preliminares, más atención del público por la situación social, una circunstancia totalmente novedosa y crítica (una pandemia), a lo que le sumamos un ingrediente más para formar un auténtico cóctel molotov: las redes sociales.

Las redes sociales doman a la ciencia

La inquietud es parte del clima que se vive desde que comenzó la pandemia. Las redes sociales, de hecho, están siendo a partes iguales una fuente de información como de desinformación. Así lo advertía el propio Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS, hace unos meses, al comienzo de la pandemia.

El acceso rápido a una cantidad brutal de información puede ser una auténtica maldición. Esto lo vemos en los más de 400 bulos surgidos (y desementidos) sobre la COVID19. La gran mayoría de ellos aparecen o se comparten a través de redes sociales. Pero no hace falta que nos vayamos a la desinformación a propósito. La confusión y la novedad del tema hace difícil distinguir lo que sabemos "a ciencia cierta", como diríamos coloquialmente, y lo que son solo suposiciones.

Twitter, por ejemplo, es una red social de nicho que atrae la atención de los científicos por su potencial para mejorar su prestigio y el alcance de sus trabajos. A pesar de los esfuerzos del servicio por controlar la calidad de información, la red se ha convertido en un sumidero de información confusa y poco rigurosa. Esto es un problema porque a veces desdibuja la línea entre lo que son hechos científicos y lo que son hipótesis sin comprobar.

Aquí es donde entra en juego el papel de los preprint en las RRSS. El fácil acceso de la sociedad a estos (que es su virtud) juega en contra de la ciencia. Incluso los profesionales sanitarios que desconocen los entresijos de la publicación científica caen en la "trampa" de utilizar estos documentos como piedra angular para hacer recomendaciones y crítica a través de redes sociales y servicios de mensajería como WhatsApp.

¿COVID-19 también cambiará la forma que tenemos de "hacer ciencia"?

Hay dos aspectos fundamentales en los que la pandemia está presionando a la ciencia. El primero y más evidente es la necesidad de generar más conocimiento y aplicaciones científicas para desarrollar remedios y diagnósticos. El segundo está relacionado con la crisis informativa. El sistema de publicación es muy estricto y lento, lo que a veces pone trabas al avance científico, como es la obligación de estar siempre publicando (un efecto conocido como publica o muere). Cuando necesitamos curas y vacunas inmediatamente, este sistema, diseñado para asegurar el rigor, ayuda a resaltar los puntos flacos de la ciencia. En cuanto a la información, la inundación de preprints están haciendo el trabajo muy difícil incluso para los especialistas, que no pueden distinguir fácilmente si las fuentes que están empleando son rigurosas o científicamente correctas.

El mismo problema lo tienen las autoridades a la hora de determinar medidas sociales: ¿han de salir los niños, o no? ¿Qué ocurre con las mascarillas? ¿Cuál es el ritmo de contagio de la enfermedad? En el océano de información, los preprints se mezclan como datos científicos válidos a pesar de no serlos. Esto puede agravar seriamente la confusión. Todavía no tenemos una respuesta clara para enfrentarnos a esto, aunque los medios tecnológicos siguen luchando por mejorar el sistema y la calidad informativa.

¿Y los científicos? ¿Están preparados para un posible cambio en la ciencia? Sin duda alguna, la COVID-19 ya ha comenzado a influir en la forma que tenemos de hacer ciencia, de manera más o menos sutil. Entre otros cambios, señalan los expertos de Science, está promoviendo una ciencia más internacional y colaborativa en la que los preprints juegan un rol fundamental. También está provocando más publicación abierta y temprana. Otros aspectos no tan positivos es que el confinamiento ha dejado cerrados miles de laboratorios por todo el mundo. Aún así, la producción científica continúa adelante, inexorable.

Imágenes | Unsplash

Ver todos los comentarios en https://www.xataka.com

VER 8 Comentarios

Portada de Xataka