Rumores de cancelación y el ICO enrocado en que no: en qué punto se encuentran los JJOO de Tokio

A su manera, esta colosal competición deportiva se convirtió en el símbolo andante de todo aquello que esta pandemia nos ha robado en estos dos años. La mayor cita multitudinaria de la humanidad en su conjunto, una factoría de hitos históricos tanto para la ciudad que los hospeda como fuera de sus fronteras. Y, por supuesto, de costes estratosféricos con pésima ductilidad para la postergación. No es osado decir que, cuando se puedan realizar los Juegos, entonces estaremos otra vez en la normalidad.

Los Juegos se van a cancelar: esto es lo que publicó en exclusiva ayer el histórico periódico británico The Times. Para hacer tal afirmación citaban a un miembro de alto rango anónimo de la coalición gobernante. La cita exacta es: “nadie quiere ser el primero en decirlo, pero el consenso apunta a que esto es demasiado difícil. […] En lo personal, no pienso que esto vaya a realizarse”. Y se daba una fecha alternativa: dado que las convocatorias de 2024 y 2028 ya están ejecutadas para París y Los Ángeles respectivamente, Tokio podría salvar su fallida convocatoria de 2020 no en 2021, sino en 2032. Dos semanas atrás Dick Pound, un antiguo miembro de la junta del COI, también publicó en prensa que dudaba mucho de que el plan que hay ahora fijado fuese a desarrollarse con normalidad.

Sería la primera vez que se cancelan los Juegos desde la Segunda Guerra Mundial.

“No hay tal cosa, negamos tajantemente esto”: es la respuesta de Manabu Sakai, subsecretario en jefe del gabinete y aliado del primer ministro, en una ponencia gubernamental. La cita está oficialmente convocada para empezar el 23 de julio y terminar el 8 de agosto. También el COI ha dicho que el Gobierno está OK con seguir con el plan. El primer ministro Yoshihide Suga “ha expresado su determinación de celebrar los Juegos; el gobierno está dirigiendo una serie de reuniones de coordinación para las contramedidas de COVID-19 y está implementando contramedidas de infección exhaustivas para poder celebrar los Juegos". La última declaración ministerial sobre el asunto, de la semana pasada, es que la celebración que se va a hacer sí o sí "traerá esperanza y coraje al mundo".

Por qué el COI no quiere ni oír hablar de cancelación: vía comunicado y declaraciones a prensa, varias fuentes de la organización deportiva han salido a refutar las afirmaciones publicadas en el diario The Times, y han dicho estar en conversaciones constantes con los directivos japoneses. A nivel legislativo sus comentarios son una “promesa”, pero no son una garantía”. Yoshir Mori, el presidente del comité organizador, ha dicho que el anuncio formal tendrá lugar en los próximos dos meses.

El retraso del evento en 2020 provocó una oleada de problemas contractuales con los anunciantes. El COI obtiene el 75% de sus ingresos por la venta de transmisiones deportivas  y otro 18% por contratos de patrocinio, y la posposición congeló sus presupuestos milmillonarios. Aunque de alguna forma consiguieron mantener los acuerdos con los gigantes anunciantes aplazando los compromisos a 2021, la cancelación del evento tendría unas consecuencias presupuestales inconmensurables. Si quieres alguna cifra estimativa, el coste de las aseguradoras sería de 1.600 millones de euros y de los derechos de televisión de 5.800 millones de euros sumando únicamente los acuerdos de Europa y Estados Unidos.

De ahí también que se rumoree que, entre bambalinas, lo que se plantean son unos JJOO fríos y vacíos. Que Tokio acepte quedarse con el palito corto de la negociación y se arriesgue sanitariamente a llevar a cabo la competición deportiva en instalaciones recién construidas para albergar a multitudes pero a las que sólo acudan los atletas para ser registrados por las cámaras televisivas ante estadios vacíos, con la condición, además, de que los deportistas no disfruten de la Villa Olímpica y la camaradería juvenil, sino que acto seguido se vuelvan a sus casas.

2032 tampoco sería demasiado factible: si, tal y como decía esa fuente gubernamental anónima, los tokiotas aceptaran posponer los Juegos una década, tendrían mientras tanto que costear el mantenimiento de las sedes, negociar nuevos arrendamientos y otras tantas tareas imprevistas para un acontecimiento que, como ya se ha visto en el caso de Tokio 2020 y anteriores, siempre lleva unos sobrecostes mucho mayores que el presupuesto inicial. A decir verdad, los japoneses tienen un mal de ojo echado en lo que refiere a esta cita.

Tal vez en previsión del ser víctimas de la falacia del costo irrecuperable, el 77% de los ciudadanos consultados por última vez este mes prefieren hacer borrón y cuenta nueva y olvidarse de las olimpiadas sine die. Han aceptado que es perfectamente factible que su economía se contraiga un 1.5% extra en estos tiempos aciagos derivados de la cancelación del evento. Con una opinión pública abrumadoramente favorable a la extinción del sueño y una perspectiva pandémica profundamente arriesgada… veremos qué deciden hacer Suga y los suyos.

Foto: DADO RUVIC, Reuters.

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