Coinbase prohibió las conversaciones políticas en el trabajo... Y todo el mundo está muy contento

Se dice que no hay que mezclar amor con trabajo, pero tal vez también deberíamos excluir otro factor más: nuestra opinión política.

Un año desde el baneo de la política en Coinbase. Estados Unidos vivía a finales de 2020 un momento convulso: coronavirus, protestas por el Black Lives Matters y unas inminentes elecciones nacionales. Brian Armstrong, CEO de la plataforma de intercambio de criptomonedas Coinbase, anunció en un post de Médium que, a partir de octubre de ese mismo año, se vetaría la expresión de ningún tipo de postura política en sus oficinas presenciales o virtuales por parte de cualquier empleado. El empresario californiano veía que muchas de sus compañías semejantes en Silicon Valley estaban perdiendo toneladas de recursos y productividad en dirimir cómo organizar esta dimensión en sus plantillas. Su solución: cortar por lo sano.

No sólo discutir, también protestar contra la empresa. Entre sus ejemplos de “pérdida de productividad”, señaló algunos sucesos recientes en Disney, Nike, Uber, JPMorgan y otras: los empleados ven que algunas de las acciones de estas corporaciones van en contra de sus principios morales y expresan su disconformidad personal en chat internos o en redes sociales, lo que a veces lleva a protestas más amplias, huelgas o boicots de los consumidores. Coinbase tampoco iba a permitir a partir de ese momento que sus trabajadores contasen “con que la empresa represente sus propias creencias” y se quejasen por ello. Como solución, se ofreció una indemnización por despido a aquellos que, a partir de ese cambio de política, decidiesen que no se sentían cómodos con la empresa.

Perdió a 60 empleados, según Business Insider. Aunque ocurrió un poco antes de la incorporación de este cambio, está muy relacionado con él: en el caluroso verano de las protestas sociales, casi todas las compañías norteamericanas expresaron de una manera u otra su apoyo al Black Lives Matter. Coinbase decidió no hacerlo, el blog corporativo alegó que la empresa quería mantenerse neutral a este respecto y eso hizo que lo que representaba entonces un 5% de la plantilla.

Y ahora, éxito. Así lo ha comunicado Armstrong en un reciente hilo de Twitter donde hace un repaso de lo sucedido desde que implementaron esta política de no política. Ha sido “uno de los cambios más positivos de los implementados en Coinbase y se lo recomiendo encarecidamente a los demás”. La empresa, dice, está más cohesionada, libre de distracciones y peleas internas y ha servido como aliciente para atraer un tipo de talento que busca precisamente huir de esas dinámicas tribales. ¿Y qué hay de la diversidad? ¿Ha frenado eso la pluralidad de los empleados? Según el CEO, no: han crecido un 110% en plantilla y sus cifras de diversidad son las mismas si no un poco mejores. Es más: los grupos infrarrepresentados no fueron los que más abandonaron el barco con el cambio de estrategia.

Dos matices: en este mismo espacio de tiempo la compañía ha salido a bolsa, con lo que ha recibido una importante inyección de capital, y también han decidido ofrecer el trabajo en remoto full time a sus empleados, un método de captación y retención del talento crucial en este momento en el sector tecnológico.

No era lo esperado. Coinbase, una de las jóvenes compañías más pujantes del sector, se ha distanciado no sólo de la práctica habitual de sus iguales, sino del dogma compartido por buena parte de la prensa. Se decía que era imposible dividir o expulsar el factor político del día a día de una empresa. The Verge tituló una pieza así: “Por qué Coinbase lo tendrá difícil para vetar los discursos políticos en el trabajo”. Fortune: “La cultura apolítica es una quimera”. Jack Dorsey, CEO de Twitter, fue a donde también muchos empleados: ¿puede definirse como apolítico o neutral una compañía cuyo propósito es incentivar una moneda decentralizada y no respaldada por Estados?

¿Peor el remedio que la enfermedad? Armstrong no ha compartido las métricas de contratación de la compañía, ni tampoco ninguna encuesta anónima e interna de la opinión de los empleados sobre qué tal ha funcionado la medida. Tenemos su palabra de que todo ha ido bien en su joven y "pequeña" compañía de unos 2.300 empleados en todos el mundo.

Lo que también tenemos son los mil y un conflictos en los que se han metido el resto de emporios tech que sí han decidido significarse políticamente o dar pábulo a que sus empleados lo hagan. Apple (147.000 empleados) se está "desmoronando", según la prensa, desde que comenzó a usar Slack y sus trabajadores empezaron a exigir cosas que van desde que se despida a jefes sexistas como que Tim Cook se posicione a favor de Palestina. Los empleados de Facebook (60.000), el gigante que recientemente empezó a posicionarse de forma clara a favor de causas socialmente asociadas con la izquierda, llevan un año filtrando documentos a prensa. El caso más paradigmático de los conflictos por el compromiso social es el de Google (140.000 empleados) y James Damore, un empleado que terminó demandando a la compañía por despedir y "silenciar" a las voces conservadoras.

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