Este pájaro tiene una brújula en los ojos: descubren los efectos cuánticos que permiten a las aves migratorias "ver" los campos magnéticos de la Tierra

Muchos animales migratorios tienen los campos magnéticos de la Tierra tatuados en la piel, incrustados en los huesos, injertados en los músculos y los tendones. Esto lo intuía desde hace mucho la sabiduría popular: no hay otra forma de explicar cómo es posible animales diminutos sean capaces de navegar durante miles de kilómetros sin desorientarse por el camino.

O, mejor dicho, "no había" otra forma de explicarlo. En los últimos años se han propuesto hipótesis más interesantes, claro. Las más prometedoras nos hablan de proteínas sensibles a la luz (los 'criptocromos'); es decir, de que donde realmente estaban esas 'brújulas orgánicas' que nos han maravillado durante siglos era en los ojos. El problema es que hasta ahora no teníamos muy claro cómo eran esas proteínas específicas y qué propiedades físicas sustentaban esa maquinaria.

Efectos cuánticos en el fondo de los ojos

Peter Hore y su equipo de la Universidad de Oxford han estudiado con detalle el criptocromo 4 (CRY4), una proteína que se expresa en las células visuales de los petirrojos europeos. Al hacerlo, descubrieron que dicha proteína tenía propiedades magnéticas que podían actuar como brújulas mágnéticas dependientes de la luz. Suena tan complicado como parece.

Tanto que relaciona efectos cuánticos muy interesantes. Por eso, hoy, 'Nature' dedica un estudio en el que explica como ese mecanismo permite una reacción química que, mediante determinados efectos ópticos, amplifica las señales magnéticas y podría articular un sistema magnético lo suficientemente preciso como para permitir las migraciones del petirrojo.

Y no solo eso, han descubierto que el CRY4 es más sensible a los campos magnéticos en este tipo de aves migratorias que en pollos o palomas no migratorias. Algo que, a falta de mejores pruebas, apoya la tesis de que estas proteínas son importantes desde un punto de vista evolutivo.

Porque, efectivamente, necesitamos mejores pruebas. Concretamente, necesitamos ver directamente cómo trabaja la proteína en los ojos de este tipo de pájaros. Es decir, hemos descubierto una pieza: nos falta saber cómo se engrana en el mecanismo completo. Y descubrirlo será muy interesante porque nos permitirá avanzar en nuestro conocimiento sobre lo que es capaz de conseguir la bioingeniería.

Imagen | Alfred Kenneally

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