'El colapso': una visión del fin del mundo en vibrantes planos secuencia que está llamada a convertirse en la serie de culto del verano

Hace un año que se estrenó 'El colapso' en su país de origen, en Francia, pero Filmin la trae a su plataforma ahora con un sentido de la oportunidad extraordinario. Primero, porque el verano es un momento perfecto para una serie de este tipo: ocho episodios, todos con una duración de alrededor de veinte minutos (y alguno cerca de los quince), y cada uno contando una historia independiente. Juntos conforman una visión global de un fin del mundo realista y cercano.

Segundo, y más significativo, porque 'El colapso' encaja especialmente bien en los tiempos que vivimos. En la serie no se detalla cuál es el pistoletazo de salida para la caida en picado al caos y la violencia de la sociedad francesa que describe (más allá de leves apuntes relacionados con la crisis financiera mundial y el cambio climático), pero una pandemia a nivel global podría haber sido un motivo perfecto de esa ficción. El impacto microeconómico (dos productos son los primeros que faltan en los supermercados: arroz y compresas; tremendamente familiar) es el primero en percibirse, y desde ahí, falta de gasolina, cambios en las estructuras sociales, en las costumbres, en el trato, en la relativización de lo que es necesario hacer para sobrevivir.

Por supuesto, no hemos llegado a esos extremos con la crisis actual, pero es difícil no encontrar ecos de lo que hemos visto y vivido (y estamos viviendo) en esta extraordinaria serie francesa. Quizás porque por mucho que nos repitamos que estamos experimentando algo único en la historia, siempre hay notas comunes en las crisis reales e imaginarias, pasadas y futuras. Otro ejemplo: el episodio más triste y desgarrador de todos, el que tiene lugar en una residencia de ancianos, que junto al del desabastecimiento de los supermercados, es el que más y mejor dialoga con la actualidad.

La serie sobre la ciencia del colapso

De hecho, hay una razón para que ficciones y realidades sobre colapsos económicos y sociales y sus correspondientes avisos tengan elementos en común. Está estudiado bajo una rama de los estudios sociales conocida como "colapsología", que nació en la propia Francia a principios de este siglo, a manos de gente como Yves Cochet. Él y sus seguidores hablaron de cómo las necesidades básicas dejan de proporcionarse a la mayoría de la población, lo que lleva a la desestructuración de la sociedad, y cómo todo ello está relacionado con el concepto de la urgencia ecológica y con la confluencia de crisis de todo tipo: energéticas, económicas, geopolíticas...

Esta tesis es expuesta directamente en la serie, en el que quizás es el capítulo más directo y explícito de la antología, el octavo y último, que rompe un poco con el planteamiento inicial de que en cada uno de estos episodios independientes veamos sucesos que se van alejando del momento del estallido. Es el más discursivo y el que tiene una conclusión menos trabajada, aunque en cierto sentido sea necesario para redondear la idea general de la serie. Pero como mejor expone 'El colapso' las ideas de la colapsología es con sus distintos episodios, cada uno de ellos con historias independientes (aunque con levísimos y momentáneos cruces entre sí).

En ambientes completamente distintos, la serie viene a transmitir la idea de que si nos alcanza el colapso, nos alcanzará a todos por igual, es indiferente nuestra moral, nuestra situación económica o a lo que nos estemos dedicando antes de la crisis. Veremos cómo la situación afecta a jóvenes cajeros de supermercado y a comprometidos trabajadores de una central nuclear, a millonarios que piensan sólo en salvarse a sí mismos y a héroes cotidianos que están dispuestos a sacrificarse para que los demás estén bien. De la huida sin rumbo, caótica y desesperada de episodios como el ambientado en una gasolinera al borde del saqueo al intento de reconstruir las comunidades al margen de las grandes sociedades.

Los mensajes de los episodios son en casi todos los casos pesimistas. O más, concretamente, no abren falsas esperanzas: en un colapso vamos a tener que tomar decisiones duras casi continuamente. Y muchas de ellas serán horribles y no habrá marcha atrás. 'El colapso' no es melodramática, pero no se ahorra situaciones de conflicto casi continuamente: lo peor del ser humano sale a flote en todos los capítulos, y la visión a ras de suelo de sus realizadores, el colectivo Les Parasites (Bastien Ughetto, Guillaume Desjardin y Jérémy Bernard) refuerza esta idea de realismo a cualquier coste.

Y ese realismo se acompaña de la decisión estética, muy acertada, de rodar cada episodio en un solo plano secuencia. Esto les da un naturalismo a las historias absolutamente acorde con las intenciones de Les Parasites: nunca nos despegamos de los talones de los protagonistas, como si estuviéramos en un reportaje periodístico a pie de calle. Además, los realizadores no caen en los artificios o el exhibicionismo al estilo Cuarón: solo en alguna ocasión se permiten alguna virguería, como en el trepidante capítulo 7, donde la cámara sigue a la protagonista, una excelente Lubna Azabal, por tierra y mar, en una gymkana survivalista alucinante.

Sin duda el gran acierto de 'El colapso' es tener unos objetivos temáticos y visuales muy específicos y cumplir con ellos a rajatabla. Nada queda al azar en una serie que no tiene nada de escapista, y que nos enfrenta a las desigualdades más obvias, pero también más íntimas de la sociedad. Una serie necesaria y una distopía que puede que transcurra dentro de cinco minutos. Pero que también sirve de advertencia para que evitemos que ocurra.

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