Pagué para que me hicieran el TFG y me estafaron: la arriesgada compra online de un trabajo de fin de carrera

Cuando sólo existía El rincón del vago, colar un trabajo ajeno por uno propio era una misión relativamente sencilla. Bastaba con buscar el tema deseado, retocar los tres primeros párrafos, reordenar los siguientes y reescribir la conclusión incluyendo algún detalle que despertara la complicidad del profesor y confirmara que el autor del trabajo y quien lo entregaba eran, sin duda alguna, la misma persona. Imprimir, grapar y listo. 6,5.

Hoy muchos estudiantes siguen intentando hacer pasar lo ajeno por propio, pero ha cambiado la magnitud y el procedimiento para hacerlo. Ha cambiado la magnitud, porque ya no sólo se falsean trabajos de ocho páginas, sino Trabajos de Fin de Grado (TFG) y de máster (TFM). Y ha cambiado el procedimiento, porque ya no es suficiente con retocar aquí y allá un trabajo descargado de Internet, sino que hay que engañar a programas cuyo objetivo es únicamente corroborar que lo que has escrito salió de tu cabeza y no de ninguna otra (o, en caso de que estés usando palabras ajenas, que las señalas correctamente de acuerdo a los sistemas internacionales para referencias bibliográficas).

Y, como sucede siempre que para saltarse las normas entra en juego la tecnología y lo complica todo, el engaño se vuelve una oportunidad de negocio para unos pocos, ya sean empresas, profesores universitarios o timadores en toda regla (lo que puede incluir a las dos categorías anteriores). Cualquier estudiante puede hoy intentar comprar algo parecido a un TFG por entre 300 y 1.800 euros.

Hugo busca a un profesor para que le haga un TFG de 100 páginas en un mes.

No es un fenómeno nuevo pero nunca ha estado más extendido que ahora

En 2007, Jaume Sureda, doctor en Pedagogía y catedrático de la Universidad de las Islas Baleares, y otros profesores de la misma universidad publicaron un estudio acerca de la compraventa de trabajos universitarios. Compararon varios mercados y encontraron que un alumno de Chicago tenía 118 portales a los que llamar para encargar su trabajo, mientras que un alumno de Logroño sólo podía visitar un lugar. Este año están actualizando las cifras de portales disponibles en español, y ya han superado la treintena. “Hasta ahora pensábamos que la universidad era un entorno libre de este tipo de prácticas corruptas y no es así", explica Sureda. "El fenómeno va en aumento y si las universidades no ponen freno a esto, seguirá”.

Para Sureda, la compraventa de trabajos no es un problema nuevo, pero se ha multiplicado por el desarrollo tecnológico y por la “comercialización del mundo universitario”. “El saber se vende como un producto más y para muchos alumnos es más importante tener títulos que conocimiento. Más importante es tener un título que te permita acceder al mundo laboral que saber, conocer y desarrollarte como persona”, opina el profesor.

“El alumno se da cuenta de que vive en un mundo mercantilizado que no es ajeno a la Universidad”, prosigue Sureda, “y sabe que tiene que cumplir con unas obligaciones para las que no dispone de tiempo y en algunos casos puede incluso creer que no está capacitado, de modo que es mucho más fácil pagar que cumplir con sus obligaciones”.

Mauro intentó que alguien hiciera su TFG en dos ocasiones

Razones para comprar TFG

Mauro tiene 23 años y estudió ADE en una universidad privada de Madrid. Encargó a otros que hicieran su TFG, que consistía en desarrollar un proyecto de inversión de 30 páginas. El tema le vino dado por su universidad, no lo eligió él. “Pedí que me lo hicieran porque trabajaba en otro país, me quedaba una asignatura además del TFG y no tenía ni tiempo ni ganas de hacerlo”.

Paula también tiene 23 años. Cursa Publicidad y Relaciones Públicas en una universidad pública andaluza y sólo le queda el TFG. El tema lo escogió ella: un caso práctico de un plan de comunicación para una empresa. “La razón por la que quería comprarlo es porque empecé a trabajar justo en el último semestre de universidad. No tenía tiempo para hacerlo ni ganas después de estar trabajando ocho horas delante de un ordenador.”

Desde el punto de vista de los alumnos, las razones principales para pagar por un TFG se resumen en:

  • Falta de tiempo. El TFG se desarrolla en el último año, a la vez que se hacen las prácticas y se recuperan las asignaturas pendientes si las hubiera. Los estudiantes de las carreras técnicas tienen un año para hacerlo, los demás, un semestre.
  • Desmotivación. Muchas veces los temas no son elegidos por los alumnos, sino que son impuestos por el plan de estudios o por el profesor.
  • Desconocimiento sobre cómo realizar una investigación seria. Hay alumnos que terminan la carrera sin saber los rudimentos para hacer su TFG, denuncian alumnos y profesores.
  • Miedo a que los programas antiplagio detecten algo extraño, ya se trate de una cita mal indicada o de un plagio intencionado.

En realidad, salvo la desmotivación producida por imponer al alumno el tema del TFG, todos los demás problemas se derivan de la falta de tiempo. Para Jorge Ruiz, profesor en la Universidad de Sevilla, un buen comienzo sería que el TFG no fuera cuatrimestral sino anual. “No es posible que un estudiante pueda hacer un trabajo con tranquilidad en ese tiempo”.

Con más dedicación, explica el profesor, el docente podría tutorizar el trabajo y guiar al alumno en el desarrollo del TFG, explicando los métodos de investigación y, sobre todo, concienciando de que el temido Turnitin, el programa antiplagio que conocimos gracias a las tesis de algunos políticos, puede también ser un aliado incluso para el estudiante. “Para un profesor, pasar el Turnitin no son más que 15 minutos y permite orientar al estudiante y ver si sus citas están bien hechas o más bien son corta-pega de otros trabajos. No hay que pensar que usar el Turnitin es como si fuera un espionaje, sino un proceso que forma parte del desarrollo del trabajo. Es parte de mi labor como profesor ver que hay una rigurosidad académica en lo que se está haciendo”, explica Ruiz.

Alumnos que intentan comprar sus TFG: sale mal

Mauro, el estudiante de ADE de 23 años, acabó perdiendo casi 400 euros. Primero encargó su TFG a una empresa que cobraba 300 por redactarlo. Le pidieron 150 euros por adelantado para empezar a trabajar. Semanas después, le entregaron la primera mitad del trabajo y le pidieron el segundo pago para la parte que faltaba. Cuando Mauro leyó el texto que le entregaron, descubrió que buena parte de lo escrito ya estaba en Internet. Intentó contactar con la empresa para pedir explicaciones, pero ya no volvió a saber de ella. Hoy la empresa no existe.

“Parecían más profesionales porque te pasaban las claves de un campus virtual y tenían secretaria”

Así que habló con otra empresa, también desaparecida, que pedía 400 euros. “Parecían más profesionales porque te pasaban las claves de un campus virtual y tenían secretaria”. Mismo sistema de pagos fraccionado. Mauro pagó la primera mitad y recibió su 50% del TFG. Con resultado parecido: el documento tenía una “calidad malísima”. Llamó a la empresa y le respondió la secretaria con una noticia sorprendente: por motivos de salud del profesor que estaba a cargo de su TFG, la entrega de la segunda parte del trabajo quedaba retrasada indefinidamente. Como compensación a este problema, la empresa le ofreció a Mauro un descuento para el siguiente trabajo que encargara.

Mauro dice que denunció, pero deja la respuesta en el aire a si se limitó a poner un mensaje airado en Twitter o un foro o si lo hizo por la vía legal. Fuentes policiales consultadas afirman que en un caso así, donde la empresa manda un trabajo que no cumple con las condiciones estipuladas en un contrato, se puede y se debe denunciar, bien a través de la policía o de la autoridad de consumo. “Las denuncias online o el discurso del pataleo de ‘mira lo que me ha pasado’ no valen para nada. Si no se denuncia, nosotros no lo sabemos y no podemos actuar”, explica una fuente policial.

"Finalmente no compré el TFG porque no me fiaba al 100% de las personas que se pusieron en contacto conmigo"

Fue distinto el caso de Paula, que estaba dispuesta a pagar 200 euros por su TFG de Publicidad y Relaciones Públicas. “Finalmente no compré el TFG porque no me fiaba al 100% de las personas que se pusieron en contacto conmigo [5 o 6, la mayoría profesores universitarios]. Siempre te piden casi la mitad del dinero antes de comenzarlo y no dan ningún tipo de confianza ni garantía, como por ejemplo su nombre completo, firmar algún tipo de acuerdo... Además, yo esperaba tener una comunicación fluida vía Skype o llamadas con esa persona, y parecía poco probable también”, explica.

Paula hará su TFG ella misma, sin ayuda, al igual que hizo Mauro, que retrasó la entrega hasta septiembre y lo terminó haciendo solo. “Te da menos disgustos hacerlo tú mismo y te quedas con la conciencia más tranquila. Esto [pagar por el TFG] es una pérdida de tiempo y de dinero, y además das dinero a gente que te está estafando”, aclara.

Iniciativas individuales para combatir el problema

A falta de medidas concretas impulsadas desde los vicerrectorados, como planes que fomenten la integridad tanto en alumnos como profesores (como propone el profesor Jaume Sureda), algunos docentes están lanzando sus propias iniciativas no tanto para perseguir a quienes usan trabajos ajenos como para concienciar sobre la importancia de hacer un TFG serio y trabajado. Es el caso de Jorge Ruiz y el podcast TFEs en las ondas, donde repasa con estudiantes las dificultades a las que estos se enfrentan al hacer un TFG.

En el podcast TFEs en las Ondas, estudiantes explican cómo hicieron sus TFG

“Intentamos siempre mostrar experiencias positivas y quitarle el miedo a la gente que nos escucha, especialmente a los estudiantes en situaciones de debilidad, conflicto e inseguridad respecto a sus trabajos de fin de estudios. Los alumnos ven que otros estudiantes han podido hacer sus trabajos y esto les fortalece y ayuda a entender la importancia que tiene el trabajo fin de estudios, que no es otra cosa que el desarrollo de unas competencias que han tardado en adquirir tres o cuatro años”, subraya Ruiz.

“Si después de explicar la importancia que tiene el trabajo de fin de estudios, el alumno decide recurrir a una empresa o un particular para que se lo hagan, entonces tenemos que averiguar qué estamos haciendo mal en el ámbito académico para que esto se siga produciendo.”

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