La gente está olvidando lo que le pasó durante la pandemia (porque el trauma se olvida)

Uno de los chascarrillos habituales durante la pandemia hablaba de cómo el confinamiento y la excepcionalidad habían trastocado nuestra noción del tiempo. Ahora todo aquello parece alejado en el tiempo pese a que han pasado unos tres años y medio de los primeros casos en Europa. Medio año después del fin de las mascarillas en el transporte público, la pandemia parece algo de otra era.

Las mascarillas son, quizás, un factor importante. Hasta febrero, su presencia en el transporte público servía como recordatorio diario de la pandemia, pero esto quedó restringido a ámbitos sanitarios como hospitales o farmacias, lo que implica que desde ya hace unos meses no contemos con recordatorios cotidianos de la pandemia.

Como explica el psicólogo y neurocientífico  de la Universidad de Duke, Kevin LaBar a la cadena de televisión estadounidense ABC, “ahora que no tenemos todos los mismos recordatorios visuales, (cosas como las mascarillas o el distanciamiento social o estar en Zoom todo el tiempo) hay una forma natural en la que el cerebro compartimentaliza las cosas.”

Pero para recordar no hacen falta recordatorios constantes de la pandemia, el olvido va más allá.  Nuestro cerebro elimina recuerdos y algunos expertos creen que lo hace con una eficacia y una intención comparable a la que aplica cuando los crea. Incluso es posible que utilice herramientas semejantes.

Olvidar puede ser una forma de optimizar el funcionamiento de nuestro cerebro, asumiendo que éste, como un ordenador, no puede almacenar recuerdos sin límite o sin perjuicio de otras funciones. Pero olvidar también puede ser una forma de protegernos del trauma.

“Olvidar no solo es normal, sino que es necesario para nuestra salud mental”, señalaba hace unos meses el neurólogo Scott A. Small, director del Centro de Investigación de la Enfermedad de Alzheimer, en un artículo para The New York Times.

La pandemia supuso todo un reto para la salud mental de la mayoría, pero por motivos muy diversos, ya fuera la incertidumbre generada por la situación sanitaria, la percepción de encierro generada por las restricciones… Diversos estudios e informes trataron de evaluar el impacto de la pandemia en nuestro bienestar psicológico tanto en España como en el resto del mundo. Un ejemplo de ello fueron las encuestas realizadas por el Instituto de Salud Carlos III, en la que un tercio de los encuestados apuntaba a un empeoramiento de su salud mental.

Durante la pandemia experimentamos una combinación antitética entre lo excepcional de la situación y la monotonía del encierro, acompañado todo ello con saturación informativa. La monotonía no es amiga de la creación de recuerdos, por lo que más allá de memorias genéricas y con la salvedad de personas a quienes la pandemia sí pudo cambiar la vida, para el común de los mortales ésta fue una época quizá incluso más anodina de lo habitual.

Pero la relación entre memoria y pandemia no acaba ahí. Durante la emergencia sanitaria algunos repararon en que nuestra memoria en sí misma había perdido capacidades. Esto pudo deberse a factores como la pérdida de calidad de sueño o, más genéricamente, al estrés.

Las limitaciones de nuestra memoria a corto plazo también podrían estar vinculadas con nuestras dificultades para generar recuerdos a largo plazo. De ahí que sea posible que la pandemia se convirtiera en una época tan poco memorable en sí misma.

La vuelta a la rutina tuvo, además una circunstancia muy completa: el vuelco que la agenda informativa tuvo tras la entrada de tropas rusas en Ucrania en marzo de 2022.

La invasión acaparó los minutos de informativos y páginas de periódico, lo que supuso una reducción abrupta del peso de la pandemia en las vidas de la gente. Por si eso fuera poco, otros asuntos como la inflación, la emergencia climática y diversas elecciones terminaron por acaparar todo el protagonismo.

Cabe recordar también que, tres años y medio después no todo el mundo ha olvidado igual. Es cierto que, a nivel social, hemos olvidado la pandemia. Eso no quiere decir que todo el mundo lo haya hecho o que la mayoría haya hecho en la misma medida. Hay quienes aún arrastran la pérdida de un ser querido o síntomas de lo que vino a denominarse Covid largo o persistente.

Hay mucho que no sabemos sobre el cerebro, y cómo este genera memorias no es una excepción. Tendemos a pensar en nuestra mente como si de un ordenador se tratara (y viceversa), pero tampoco tenemos claros los límites de la analogía.

Según han ido observando los expertos a lo largo de años de estudio de nuestro cerebro, la información que procesamos es codificada en regiones específicas del cerebro, como la amígdala o el hipocampo. El sueño es un proceso clave que nos ayuda a fijar las memorias a largo plazo. Algunos expertos creen que el hipocampo es el que indexa nuestras memorias, ahora distribuidas a lo largo de las neuronas de nuestro cerebro. Sería por eso el hipocampo también el encargado de recuperar esa memoria cuando nuestro cerebro lo considera apropiado.

El cerebro es el órgano más complejo de nuestro cuerpo y el más indescifrable. Es por eso que muchas de sus operaciones son aún un misterio. Lo que sí sabemos es que en ocasiones olvidar es perfectamente sano y normal. Muchos preveían ya hace años que el olvido sería rápido. Podemos olvidar la pandemia pero no debemos olvidar las lecciones aprendidas durante ella.

En Xataka | Una pandemia sin consecuencias: cómo todas aquellas ideas que parecían para siempre han desaparecido de nuestras vidas

Imagen | Manuel

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