¿Sabemos ya por qué los hombres se suicidan más que las mujeres?

El suicidio es la principal causa de muerte externa en nuestra sociedad. Descontando el largo listado de enfermedades del sistema circulatorio, del sistema respiratorio o del sistema digestivo, entre otras, el suicidio se encuentra a la cabeza de todas aquellos fallecimientos relacionados con accidentes y actos violentos. En total, 3.870 españoles se quitaron la vida durante 2013. De ellos, 2.911 fueron hombres, frente a 959 mujeres. El patrón se repite en todos los países occidentales: los hombres se suicidan mucho más que las mujeres.

¿Cuáles son los motivos? La respuesta a la anterior pregunta es compleja y se ha tratado de articular durante los últimos años desde diversas perspectivas. En el mejor de los casos, tenemos aproximaciones y teorías con cierto bagaje empírico, pero en absoluto certezas que expliquen sin fisuras el fenómeno. Por el momento, tan sólo estamos seguros de algo: de forma sistemática, casi todos los países cuentan con mayores tasas de suicidio entre los hombres que entre las mujeres.

Primero, echemos un rápido vistazo a los datos para saber cuáles son los lugares del mundo donde el suicidio es más común, y aquellos donde la diferencia entre el suicidio masculino y femenino es más alta. En el caso europeo, es obligatorio remitirse a los países de Europa del Este. De forma habitual, encabezan los ránkings mundiales. Durante los últimos años, ha sido Lituania el estado con mayor tasa de suicidios totales, computando tanto el de hombres como el de mujeres: 28,6 por cada 100.000 habitantes.

¿Dónde es más común el suicidio? En los países de Europa del Este, de forma abrumadora, y en otros asiáticos como Japón y Corea del Sur. Los masculinos siempre superan por mucho a los femeninos

Le siguen Bielorrusia, Rusia, Kazajistán, Eslovenia, Hungría, Letonia, Finlandia o Ucrania, además de Corea del Sur y Japón. En todos y cada uno de los casos, el volumen de hombres que se han quitado la vida es abrumadoramente superior al de las mujeres. En Lituania se suicidan 52,5 varones por cada 100.000 habitantes, frente a los 7,9 suicidios femeninos por cada 100.000 habitantes. En Bielorrusia, 43 frente a 7,7; en Kazajistán, 40,4 frente a 8,4; en Hungría, 32,1 frente a 7,6; y así sucesivamente. El caso español es menos dramático, pero la diferencia es semejante: 12,7 para los hombres, 4,1 para las mujeres.

De las cuestiones estructurales al modo de suicidarse

La localización geográfica ofrece una primera posible explicación. Según explicaba Anne Maria Möller-Leimkühler en "The gender gap in suicide and premature death or: why are men so vulnerable?", la caída del bloque comunista en Europa del Este había dado lugar a "the Central and Eastern health paradox". Al contrario que en el resto de países desarrollados, las condiciones de salud de los hombres en los países post-soviéticos se han deteriorado de forma notoria. La diferencia entre mortalidad masculina y femenina se ha disparado desde principios de los '90, y en ello ha jugado un papel crucial el suicidio.

¿Dónde se suicidan los hombres? Las cifras son abrumadoramente altas en los países de Europa del Este, en Japón y en Corea del Sur. También en países muy desarrollados.

¿Por qué? Por un lado, la exclusión del individualismo dentro de la esfera pública en las sociedades socialistas provocaba un refuerzo del papel tradicional de la familia, tanto para los hombres como para las mujeres. De forma específica, aquellos hombres incapaces para formar o mantener una familia tendían a sufrir mayores dosis de estrés, al quedar relegados del rol que la sociedad otorgaba al varón. El colapso económico y social de los países comunistas, el paso a una sociedad individualista, y la carencia de oportunidades y la destrucción masiva de empleo y por tanto de sustento, hizo el resto.

Como resultado, las tasas de suicidio aumentaron en relación a las de otros países de Europa Occidental. Pese a que el choque social deriva en un choque psicológico, las circunstancias específicas de los países de la esfera comunista no abarcan la totalidad de las causas del suicidio masculino. La anterior explicación a duras penas nos permite comprender una fracción del fenómeno.

Tasa de suicidios femeninos en el mundo. Se reduce el color rojo respecto al anterior mapa: en la mayor parte de países del mundo se suicidan menos mujeres que hombres.

Uno de los datos más llamativos a la hora de abordar las diferencias entre suicidio masculino y femenino es la recurrencia del pensamiento suicida. Al contrario de lo que las cifras puedan sugerir, es mucho más alto entre ellas que entre ellos. Un estudio centrado en Inglaterra, por ejemplo, reveló en 2007 que el 19% de las mujeres participantes habían tenido pensamientos suicidas, frente al 14% de los hombres. No sólo eso: también habían intentado suicidarse más (el 7% frente al 4%). Además, en global, las mujeres sufren más enfermedades mentales que los hombres. ¿Cómo casa eso con los datos de suicidios?

Como se explica en este artículo de The Guardian, puede atribuirse al método. En términos genéricos, los hombres utilizaban técnicas más efectivas para quitarse la vida que las mujeres. Mientras el género femenino optaba por soluciones como el envenenamiento, con un alto ratio de fracaso, los varones escogían formas de suicidio más certeras: desde ahorcamientos hasta armas de fuego. Algunos estudios han intentado explicarlo a través del pensamiento impulsivo de los hombres. Otros, consideran que los hombres están más determinados a suicidarse. En cualquier caso, sólo son teorías.

El rol social masculino y su fracaso

De forma paralela, otros investigadores, como Möller-Leimkühler, ponen el acento en el rol tradicional del género masculino dentro de la sociedad. Desde jóvenes, los hombres son educados en un contexto donde sus atributos y metas vitales se ciñen al éxito, la competitividad, la independencia, la invulnerabilidad y otros atributos parejos. El rol del hombre implica no admitir o percibir la ansiedad o los problemas, y, en tal caso, codificarlos emocionalmente a través de la ira, la agresividad y la hostilidad. Además, el éxito o el fracaso dentro del rol clásico del hombre tendría una medición clara, concreta, estrecha y estresante.

En consonancia con lo anterior, el hombre tiende a pedir menos ayuda cuando tiene problemas, y no suele exteriorizar sus emociones, es más inexpresivo, algo que le provocaría mayor frustración. En palabras de Möller-Leimkühler:

Mientras la identidad femenina se define en un contexto de relaciones sociales y de comunicación, la identidad masculina se constituye a través de la competitividad y el aislamiento emocional. Los hombres suelen tener sólo una relación de confidencia con el sexo opuesto. En sus relaciones sociales, interactúan alrededor de cuestiones externas (deportes, negocios, política, aficiones), y los sentimientos no están considerados una cuestión a discutir. Dado que los hombres, particularmente los jóvenes, son más competitivos que las mujeres en una variedad de dominios, revelar sentimientos de depresión o desesperanza podría dar ventaja a los otros. El estereotipo masculino no permite buscar ayuda, incluso si dicha ayuda es necesaria y está disponible.

El mero hecho de percibir la necesidad de ayuda podría ofender las expectativas del rol tradicional, y admitirlo doblaría la ofensa. Por las mismas razones, la búsqueda de ayuda implica una pérdida de estatus, una pérdida del control y de la autonomía, incompetencia, dependencia y un daño a su identidad.

Como consecuencia, el desfase entre lo que los hombres creen que la sociedad espera de ellos y su realidad percibida, entre expectativas y experiencia vital, provoca mayor vulnerabilidad y un aumento del riesgo de suicidio. Es la idea que se aborda en este largo reportaje de Mosaic, donde la idea de "perfeccionismo" resulta nociva para el hombre, en tanto que el rol de su género dado por la sociedad es a menudo un ideal inalcanzable, basado en ideas tradicionales e irreales sobre la masculinidad y su papel como cabeza de familia.

En Reino Unido, algunas asociaciones, por otro lado, culpan a la carente respuesta de la administración pública a la hora de tratar la cuestión del suicidio masculino desde una perspectiva de género. Pasan por alto el problema. Según Campaign Against Living Miserably, las campañas para prevenir el suicidio son ineficientes porque, en gran medida, dejan de lado un aspecto crucial de los varones: no tienden a buscar ayuda de forma proactiva. Es una idea que enlaza con lo expuesto anteriormente. Como señala uno de sus portavoces:

Observamos desde la investigación que los hombres no sienten que necesiten ayuda, que están fracasando como hombres cuando se sienten suicidas (...) Los hombres deben ser dinámicos, deben saber solucionar problemas, deben controlar, deben ser vitales, exitosos y delicados cuando sea requerido. Las revistas masculinas hablan de abdominales, no sobre cómo te sientes. Ahora mismo no hay forma de conseguir que un hombre discuta sobre cómo se siente. Si sales con tus amigos, te bebes un par de cervezas, hablas de deportes, te quejas de tu pareja, pero no hablas realmente de sentimientos, sobre cómo no puedes lidiar con tu situación. Los hombres no saben cómo hablarse los unos a los otros. No saben, no es decoroso.

Pese a lo tentador de la explicación anterior, sigue siendo tan sólo parte de los motivos que provocan que más hombres que mujeres se suiciden. Una forma de acercarse a la amplitud de respuestas y de posibilidades derivadas de esta materia es leyendo "Why are suicide rates rising in young men but falling in the elderly?", trabajo de investigación realizado por un grupo de académicos británicos. En él, abordan diversas causas como el aumento de los divorcios, el crecimiento del desempleo, el declive de la paternidad y del matrimonio o el aumento de la desigualdad, todos ellos como factores de riesgo para el suicidio.

A modo de resumen, los factores que pueden explicar la mayor tasa de suicidios entre los hombres y las mujeres van desde la percepción del rol social de la masculinidad en las sociedades contemporáneas, y su consecuente fracaso, hasta cuestiones de calado socioeconómico como la desestructuración familiar, el crecimiento de la desigualdad, o la utilización de métodos de suicidio más efectivos y letales. No es igual por regiones del mismo modo que no es igual por géneros. Y, ante todo, estamos lejos de tener una respuesta única a un problema muy complejo que es la principal causa de mortandad externa en España.

Imagen | Practical Cures, Jared Keener

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