La otra crisis de refugiados que ya se está gestando: así afrontan los países latinos el éxodo venezolano

Según Naciones Unidas, más de 1,6 millones de venezolanos han salido de la nación caribeña en los últimos tres años para escapar de la crisis económica y política. Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), si todo sigue igual, dentro de unos meses el flujo migratorio será equivalente al que viven los europeos en el Mediterráneo. Aunque todavía no podemos hablar de un estado fallido, la delincuencia y la escasez de recursos se ha convertido insoportable para los 31.7 millones de ciudadanos del país, y todo el que puede está huyendo a otros destinos americanos.

Y con el éxodo, las tensiones territoriales, los Estados molestos, las llamadas a la acción internacional. Algo parece claro: si alguien quería huir del horror económico que se está viviendo en el país socialista (y que no va a superarse), mejor hubiese sido irse hace unos meses o años.

Brasil y la violencia desesperada

Campo de refugiados de Boa Vista.

El gran país sudamericano fronterizo con Venezuela está recibiendo buena parte de los conflictos sociales derivados del choque entre población local y migratoria. Ciudades con más inseguridad civil, servicios básicos colapsados que afectan a los brasileños… Hace un mes un juez local ordenó el cierre fronterizo por la llegada masiva, pero unas horas más tarde el Tribunal Supremo del país ordenaba la reapertura porque cualquier cierre va en contra de los tratados ratificados. Las autoridades locales están haciendo presión ante lo que ven como una situación de emergencia crítica, pero la Justicia estatal impide sus bloqueos. De ahí que el Alto Comisionado de la ONU diese públicamente las gracias a Brasil por su trato de los refugiados y migrantes, que han sido atendidos debidamente hasta ahora.

Es decir, Brasil está respetando los acuerdos. Pero no sin problemas. Pacaraima, una ciudad de la frontera, ha sido el escenario del peor suceso de esta crisis. Según fuentes del estado brasileño, cuatro migrantes acuchillaron y golpearon al dueño de un bar para quitarle 5.000 euros, cosa que hizo que los locales enfureciesen y expulsaran a buena parte de la masa venezolana que está malviviendo ahora mismo en las calles de esta pequeña localidad.

Cientos de venezolanos fueron expulsados en cuestión de minutos de vuelta a su país por la turba, que cantó el himno venezolano mientras quemaba en una pira las pertenencias de los ahuyentados. Las protestas siguieron después entre brasileños y venezolanos a uno y otro lado de la frontera. En realidad, Pacaraima es una pequeña localidad de paso de la que sale hacia todo el que puede tira para Boa Vista, la capital de 320.000 habitantes a 200 kilómetros de distancia y que cuenta con más oportunidades y recursos.

De momento, el ejército se ha desplegado por las fronteras para evitar más incidentes. En lo que llevamos de 2017 y 2018, más de 120.000 venezolanos han atravesado la frontera, y el Estado brasileño tramita 50.000 de estos civiles como posibles refugiados. Cabe la posibilidad de que en las próximas elecciones algunos políticos electos consigan imponer restricciones fronterizas.

Colombia, el caldo gordo

Venezolanos cruzan la frontera entre Ecuador y Colombia en busca de nuevas oportunidades.

La mayoría de inmigración venezolana pone rumbo a Colombia: ha recibido a más de un millón de venezolanos en los últimos 16 meses y ha regularizado temporalmente a 820.000. Cada día cruzan cientos de miles de venezolanos, aunque sólo 5.000 de ellos lo hacen para no regresar. Los demás vuelven una vez han recogido provisiones de alimentos y comida, que ya escasean a niveles alarmantes en el país socialista.

Colombia ha pedido a la ONU que medie en una coordinación de todas las regiones a esta crisis para repartir los esfuerzos, así como fondos internacionales para gestionar la ayuda humanitaria. Colombia dice que no puede hacerse cargo de la situación en los más de 2.200 kilómetros de frontera si no les echan un cable desde fuera.

De todas formas, entrar en Colombia no es el final de la odisea para los venezolanos. Según el New York Times, y debido a que las instituciones venezolanas están colapsadas, en estos últimos tiempos sólo consiguen pasaportes quienes pueden pagar hasta mil dólares en el mercado negro a un gestor ilegal con conexiones oficiales. Para entrar a los campamentos de refugiados colombianos, se le exige el pasaporte a los venezolanos, cuando muchos de ellos no lo tienen. Es decir, como ante el desbordamiento las autoridades fronterizas no pueden exigir el pasaporte como requisito de entrada, se les pide en caso de que necesiten ayudas.

El pasado mes el expresidente colombiano Juan Manuel Santos anunció un plan que otorgaría un nuevo estatus especial de residentes temporales a 400.000 venezolanos inscritos en un registro nacional, con lo que podrían tener acceso a seguro de salud, educación y empleo. Aunque sería un paso adelante, no cubriría a todos los trasladados, sólo a la mitad. Las necesidades más urgentes las están paliando asociaciones católicas.

Perú, endurecimiento de condiciones

Durante años el país ha mantenido una política de puertas abiertas. En los últimos dos años más de 400.000 venezolanos han ingresado en el país, por lo que se ha recuperado el control de pasaportes, que se añade al carnet de identidad o cédula.

Además, esto ha sido denunciado por Colombia, ya que vulnera el acuerdo de Mercosur y aumenta la presión poblacional para los países vecinos. Según el gobierno peruano se había detectado un aumento de ingresos con pasaportes falsos. La ONU ha denunciado el gesto con preocupación.

Ecuador, más bloqueos

Una media de 4.000 venezolanos al día está cruzando la frontera que separa Colombia con Ecuador. Por eso, como Perú, ha recuperado el control de pasaportes. Eso sí, del millón de exiliados que ha pasado por su frontera en este 2018 sólo se queda allí una cuarta parte. El resto van hacia Perú o Chile, donde los emigrantes tienen familiares que les pueden acoger.

Como explica Unicef, algunos de los itinerantes que van de Colombia a Ecuador deben pasar la noche en el Puente Rumichaca (en la foto de portada) donde las temperaturas bajan hasta los 3 grados centígrados. La foto de arriba es de Quito, donde se encuentra uno de los campos de refugiados improvisados más concurridos del país.

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