¿Funciona la "vergüenza a volar" en España? No mucho: los aeropuertos están rompiendo récords

El  protagonismo del cambio climático en la agenda pública ha puesto el foco sobre industrias y sectores antaño ajenos a los debates medioambientales. Un caso significativo es el de la aviación. La reticencia de Greta Thunberg a tomar aviones para trasladarse de un lado a otro del mundo popularizó una tendencia surgida en Suecia contraria a volar. El "flygskam", o la vergüenza de subirse a un avión por sus elevadas emisiones de CO2.

¿Funciona? En España no. Al menos de momento. Las cifras desveladas por AENA esta semana son claras: más de 275 millones de personas pasaron por su aeropuertos a lo largo de 2019, un crecimiento del 4,4% respecto al año anterior y sexto récord histórico consecutivo del gestor aeroportuario. Los españoles (y los extranjeros que acuden a España) están cogiendo más aviones que nunca.

Excepciones. De la cuarentena de aeropuertos controlados por AENA, tan sólo ocho decrecieron respecto a 2018. Tres de ellos se encuentran en las Islas Canarias, fruto del descalabro de Thomas Cook, operador turístico británico que enviaba anualmente a millones de viajeros al archipiélago. Los otros cinco o bien atraviesan profundas crisis, como el de Girona, o bien son demasiado pequeños como para ser relevantes, como Zaragoza o Vigo.

¿Por qué? Porque el ruido mediático en torno a las políticas necesarias para frenar el cambio climático, sacrificios personales incluido, no siempre camina al compás de las preferencias de la gente. El español medio, por un lado, toma pocos aviones al año, y lo hace en la mayoría de los casos durante sus vacaciones. Una indulgencia anual donde operan otras factores en la toma de decisiones. El clima es uno muy marginal.

Dinámica. Influyen otras causas. Si bien es cierto que hay un puñado de vuelos sustituibles por trayectos en tren, algunos desplazamientos nacionales (al alza un 6,4%, por encima de los internacionales) son más cómodos en avión. Se explica aquí: cuando un trayecto supera las dos horas y media de duración, es probable que elijas un medio de transporte alternativo.

Las peculiaridades de España hacen probable que los desplazamientos en avión ganen la partida a los ferroviarios en un sinfín de casos. Pensemos en una conexión Barcelona-A Coruña, o en un Santander-Madrid.

El origen de todo. Las cifras de AENA contrastan con las de Suecia, donde los vuelos nacionales han caído durante los dos últimos años (un 8% en 2019). La particular proyección mediática de Thunberg en su país natal y las mayores facilidades para el desplazamiento en tren (al alza un 5% en el mismo periodo de tiempo) contribuyen a explicar su caso.

Más caro. Ante todo, el incentivo es económico: volamos mucho porque los billetes de avión se han abaratado durante las últimas décadas, democratizando el acceso a la industria aeroportuaria. Conscientes de ello, tanto Francia como la Comisión Europea tienen planes fiscales para encarecer los vuelos (ya sea tasando directamente el billete o encareciendo los derechos de emisión de las aerolíneas).

En Francia la medida sería doblemente restrictiva, dado que se anularían los vuelos sustituibles por trenes superiores a las dos horas y media.

Imagen: Pop9000

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