España, una excepción lingüística: sólo el 81% de sus habitantes habla español en casa

Hubo un tiempo no demasiado lejano en el que los estados europeos distaban de tener una lengua oficial y homogénea para toda su población. Aquellos años de minorías, diversidad lingüística y débil filiación nacional quedaron atrás. Hoy asociamos "la nación" a un idioma. Los alemanes hablan alemán; los franceses, francés; los polacos, polaco; y así sucesivamente. Pero sigue habiendo excepciones.

España es una de las más llamativas.

Encuesta. Lo ilustra una encuesta de Pew: sólo el 81% de los españoles utiliza el español como lengua vehicular en su hogar. O lo que es lo mismo, lo cuenta como lengua materna. Al menos un 12% de la población emplea catalán o valenciano en su día a día y con sus seres queridos; un 3% el gallego; y un 1% el euskera. El árabe o el rumano tienen una penetración marginal. El resultado es un país multilingüe, donde el vehículo de expresión familiar no siempre es la lengua "del estado".

Diferencia. El caso español contrasta con el del resto de Europa occidental. Siguiendo la misma encuesta de Pew, al menos el 90% de los alemanes habla alemán en su hogar; el 97% de los franceses hace lo propio con el francés; y el 96% de los italianos lo mismo con el "italiano". La norma es la homogeneidad. El caso más extremo sería Polonia (100%), seguido de Grecia (98%) o Hungría (97%). Incluso países con pequeñas bolsas de minorías, como Alemania o Lituania, superan el 90%.

¿Dónde queda la diversidad? En focos muy concretos. Sólo una lengua nacional cuenta con menor penetración en el hogar que el español, el búlgaro (80%). Su caso se explica por la importancia de la minoría turca, presente en el país desde tiempos inmemoriales. Caso similar es el de Ucrania (44% de rusoparlantes), o Eslovaquia (con un 89% de magiares). Países donde perviven importantes minorías, vestigios de otro tiempo y de otra Europa, una que quedó arrasada tras la Segunda Guerra Mundial.

Particularidad. Pese a todo, España es un caso particular dentro de Europa. Sus lenguas se constriñen dentro de su territorio, y no disponen de otro estado al que mirar, caso de las minorías en el este o de Suiza y Bélgica. Los idiomas del estado español, muy vivos, son propios y exclusivos de su demarcación política (exceptuando las bolsas de euskoparlantes y catalanoparlantes de Francia, minoritarias entre su propia comunidad lingüística y con escasa, por no decir nula, representación institucional). Una circunstancia con pocos símiles en el continente.

Historia. La encuesta de Pew es interesante no sólo por el ejemplo español, tan singular, sino porque ilustra el principio rector de la Europa post-1945: la homogeneidad étnica y lingüística. Los millones de desplazados tras el conflicto crearon estados unitarios en lo cultural, enterrando para siempre aquella Europa multinacional y políglota donde varias comunidades lingüísticas convivían dentro de un estado. En Austria-Hungría apenas el 23% de la población hablaba alemán; en Rusia, los rusoparlantes no superaban el 66%; y en Alemania los polacos llegaban al 6%.

Francia esquilmó sus numerosas y predominantes lenguas regionales a base de represión; e Italia, caso aparte, sigue siendo un crisol de idiomas no reconocidos y aunados bajo el "italiano" estándar.

Futuro. La diversidad interna de los países europeos es un vestigio del pasado, uno que no volverá. Lo que no significa que las lenguas de Europa no estén cambiando. Aunque otras dinámicas impulsan una mayor diversidad idiomática. En Francia el árabe ya representa el 1%; y en Alemania tanto el turco como otros idiomas llegados con la inmigración superan el 8%. Más extremo es el caso de Estados Unidos, donde el 13% de los encuestados utiliza el español en casa (un porcentaje que disminuirá).

Imagen: Hiruka komunikazio-taldea

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