En defensa de los hombres: los mitos que circulan sobre los ensayos de la píldora masculina anticonceptiva

Ateniéndonos a las redes sociales, el medicamento más polémico y potencialmente dañino creado jamás es la píldora anticonceptiva femenina. A raíz de la atención que están recibiendo últimamente las trombosis, muchas mujeres están saliendo a contar estos efectos sufridos causado por el consumo de unas pastillas que toman un 17% de españolas, y la percepción del riesgo poco a poco se dispara. Ni siquiera podemos culpar de esto exclusivamente a Astrazeneca: según una importante encuesta sanitaria del año pasado, un 61% de mujeres ya temían por los efectos que estas tengan en su salud.

No han faltado las gráficas que comparen la probabilidad de trombo por el pinchazo de AZ con respecto a las mujeres que sufren el trastorno sanguíneo dentro de la población hormonada. Y a remolque, otro clásico de las discusiones sobre la pastilla: ¿por qué no tienen los hombres ya su píldora anticonceptiva?

El mito de los hombres quejicas

En 2016 el comité de seguridad de la OMS paró un estudio en fase II con noretisterona y testosterona que serviría de equivalente masculino a la píldora femenina y que reportaba una eficacia del 96% fue cancelado por un comité independiente de seguridad por su elevada tasa de efectos secundarios. Se compartió hasta la saciedad (y se sigue haciendo) que se paró porque los hombres se quejaron de sufrir “granos en la piel, trastornos del estado de ánimo y aumento de la libido”, complicaciones que “los hombres consideraron demasiado severas e intolerables”. Es decir, aquellos mismos efectos secundarios que un enorme porcentaje de mujeres consumidoras de la píldora sufren habitualmente no podían permitirse para los varones.

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La realidad es doble: por un lado, los efectos secundarios reportados por aquellos hombres sí que eran cuantiosos, un 45% sufrió el acné, un 38% más libido, y un 16.9% trastornos del estado de ánimo. Un participante de la muestra desarrolló depresión severa y otro intentó suicidarse. Había 320 hombres en el estudio y se notificaron un total de 1.491 acontecimientos adversos. Por comparar, la media de mujeres que desarrollan depresión tomando la píldora (que no necesariamente a causa de ella) es un 0.5%. En el resto de efectos reportados no, pero en el caso de los trastornos emocionales los efectos sí parecían ser más agresivos, de media, en la píldora masculina que en la femenina.

Por otro lado, no es verdad que los hombres fuesen blandengues: pese a esos efectos reportados, el 75% de los participantes se mostraron dispuestos a continuar usando ese método y hasta en las fases previas 20 de los sujetos dejaron de fumar para someterse a las pruebas. No fueron ellos, sino el comité de seguridad el que paralizó la prueba.

Entonces ¿por qué no tenemos todavía píldora masculina?

La primera razón, la más obvia, es porque no tiene la misma importancia que controle la capacidad de gestación el hombre que la mujer. Pase lo que pase serán ellas las que carguen con un posible embarazo indeseado, lo que lleva a pensar que muchas mujeres, no fiándose, se tomarían ellas la píldora al margen de si ellos aseguran que la están tomando. De ahí que la experimentación empezase antes por aquí.

La evolución del estudio de las opciones anticonceptivas es larga y compleja, pero si había estudios sólidos para la píldora femenina en los 50, ya en el 74 se trataban métodos anticonceptivos para los hombres, aunque de forma insatisfactoria. Y, por cierto, mucho se ha avanzado en la mejora de las dosis hormonales de las pastillas femeninas aprobadas hace hoy sesenta años. A veces cuando vemos que los prospectos de los medicamentos son tan kilométricamente largos no es porque sean más arriesgados, sino porque están mucho más testados y se conoce más sobre ellos. En cualquier caso siempre, siempre hay que sopesar los riesgos y beneficios y dejarse guiar por el asesoramiento de los médicos.

La segunda motivación sí puede contar con cierto grado de sexismo sistémico: históricamente se ha considerado que el problema de la reproducción es un problema “de las mujeres”, de modo que las farmacéuticas (por no elaborar la píldora antes) y los hábitos de las parejas sexuales han empujado durante décadas de forma indirecta a que más mujeres deban enfrentarse a unos potenciales efectos secundarios dañinos en vez de hacer que éstos puedan recaer también en ellos. De hecho, según algunos expertos la consolidación social tan rápida que tuvo la píldora en los años 70 y 80 fue en parte una de las causas de que los hombres se desvinculasen de este proceso. Pero no nos engañemos: según las encuestas hay hasta un 77% de hombres que tienen relaciones sexuales habituales que están entre “un poco” y “muy” interesados en su versión de la píldora.

Por otro lado, hay razones estrictamente biológicas

Es más difícil prevenir la producción de millones de espermatozoides constantes que bloquear una ovulación que ocurre una vez al mes. Además, si bien a los pocos días de tomar la pastilla las mujeres dejan de ovular, en el caso de los hombres éstos tienen, según Mitchell Creinin, empleado de un ensayo de anticoncepción masculina, "instalaciones de reservas" también conocidas como el epidídimo, que están siempre llenas de esperma y en constante reposición.

“Para que las hormonas funcionen para el hombre no sólo hay que evitar la producción en ese momento, sino acabar con las reservas del epidídimo, con lo que hay que esperar a que éste esté vacío y no se reponga", dice Creinin. Según el médico, el proceso puede llevar de tres a seis meses para que el recuento de espermatozoides sea lo suficientemente bajo como para que la posibilidad de embarazo desaparezca casi por completo.

Además, como cuentan en El Mundo, “en el caso de los varones también es más complejo suprimir el eje hipotálamo-hipofisario, el encargado de la producción de espermatozoides, sin que la alteración hormonal afecte a otras esferas de su vida”. Es por todo esto que el camino más prometedor actualmente para la “pastilla” masculina es…

Un gel anticonceptivo, que segrega una progestina u hormona sintética que interrumpe la secreción natural de testosterona en el hombre y por ende la producción de espermatozoides en los testículos. De ser aprobado los hombres deberán echárselo en omoplatos y pecho y dejar que absorba el cuerpo durante cuatro horas sin mojar las zonas. Como vemos parece más molesto que la tradicional píldora femenina.

Los investigadores aseguran que se detiene el flujo de esperma y ​​testosterona sin modificar la libido del paciente, y ahora toca pasar lo mismo que por el famoso ensayo de hace cinco años, ver si los sujetos no desarrollan efectos preocupantes.

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