China inició la crisis del coronavirus. Ahora se está ganando al mundo con toneladas de ayuda

Durante un breve periodo de tiempo, incauto visto en perspectiva, la crisis del coronavirus fue una crisis china. Wuhan había cerrado. Sesenta millones de personas habían quedado confinadas en Hubei. La mitad del país afrontaba graves restricciones de movimiento. Es un tiempo pasado. Ayer China pasó el primer día desde el inicio de la epidemia sin un sólo nuevo contagio. Su imagen internacional ha cambiado.

Ya no es el país del coronavirus. Es el país que mejor aprendió la lección de Wuhan y que marcó, probablemente sin saberlo, la pauta a seguir por todos los demás. Una pauta en la que Europa o Estados Unidos han fracasado.

China se muestra hoy ante los ojos del mundo como un país capaz no sólo de acotar una crisis de magnitudes imprevistas con enormes dosis de sacrificio, sino también como la última gran potencia dispuesta a prestar sus ingentes recursos al resto de naciones. Lo expresó de forma muy nítida ayer el Ministro Consejero de la Embajada de China en España, Yao Fei, en el Telediario (a partir del minuto 50):

El pasado domingo el señor Xi Jinping, nuestro presidente, sostuvo una conversación telefónica con Pedro Sánchez. Intercambiaron opiniones sobre la situación de la epidemia y sobre la cooperación bilateral en la lucha contra este mal sanitario. China se ha ofrecido a ayudar a España. Primero, vamos a ofrecer una donación de material sanitario que incluye, además de una cantidad importante de mascarillas, kits de prueba; y ropa y gafas de protección, materiales muy necesitados por el personal sanitario.

Cuestionado sobre el posible envío de médicos e investigadores científicos acostumbrados a batallar la epidemia, un personal carente en los centros hospitalarios, especialmente el primero, Fei respondió:

Estamos preparados. Si España nos solicita su apoyo estamos dispuestos a enviar un equipo de expertos chinos, a ayudar a este país en su lucha.

Son palabras contundentes, decididas, claras. La clase de mensaje que las autoridades italianas han ansiado escuchar desde Bruselas, sin éxito.

"Italia está atravesando una difícil situación", explicó el presidente transalpino, Sergio Mattarella, tras la fría respuesta de la presidenta del Bancon Central Europeo, Christine Lagarde, a la crisis del coronavirus, "cabe esperar, por tanto, con buena razón y, por lo menos, en el común interés, iniciativas de solidaridad y no movimientos que puedan obstaculizar la acción". Un toque de atención de un país impotente frente a la epidemia.

Mattarella, un hombre poco sospechoso de euroescepticismo, verbalizó lo que tanto las élites como las clases populares italianas llevan percibiendo desde hace casi una década: soledad. Europa, al igual que durante la crisis del euro o la de los refugiados, había abandonado a Italia a su suerte. Una vez más. En su lugar, quien apareció doblando la equina fue el gobierno chino, enviando materiales sanitarios muy necesitados a unas regiones, Lombardía, Véneto, Emilia-Romagna, colapsadas.

Los políticos italianos agradecieron el gesto. "Numerosos gobiernos se han ofrecido a echarnos una mano en solidaridad... Y esta tarde quiero mostraros que la primera ayuda ha llegado desde China", explicó el pasado viernes Luigi Di Maio, ministro de Exteriores italiano, en Facebook, mientras glosaba los respiradores y las mascarillas enviadas por el gobierno asiático.

Un grupo de paramédicos chinos recién aterrizados en Malpensa, Milán. (Antonio Calanni/AP)

Palabras que contrastan con las dedicadas por Maurizio Massari, embajador de Italia para la Unión Europea, hace dos semanas: "Hemos solicitado la activación del Mecanismo Europeo de Protección Civil para el abastecimiento de material médico. Por desgracia, ni un sólo país de la Unión Europea ha respondido a la solicitud de la Comisión. Sólo China respondió bilateralmente. No es una buena señal de solidaridad europea".

El esquema se ha repetido en España. La acción frente al coronavirus está siendo individual. Pese a las bondadosas palabras de Charles Michel, presidente del Consejo Europeo ("ningún país puede ganar por sí solo la crisis del coronavirus"), la respuesta continental a la epidemia ha quedado monopolizada por los gobiernos nacionales. Las restricciones no han sido unísonas. Las medidas económicas sintetizadas en el Eurogrupo se han quedado cortas.

Si necesitas ayuda, China aparece

El martes por la noche un avión fletado por Jack Ma, fundador de Alibaba y uno de los hombres más ricos del planeta, aterrizaba en el Aeropuerto de Zaragoza. En su interior transportaba más de 500.000 mascarillas quirúrjicas, extremadamente demandadas durante la epidemia, y diverso material sanitario. Su fundación difundía la noticia con un hashtag significativo: #EsteVirusLoParamosEntreTodos.

Como ya sucediera con Italia, receptora de más de 30 toneladas de ayuda, China ha decidido asistir a España. A principios de esta semana, la Ministra de Exteriores española, Arancha González Laya, explicaba que la potencia había optado por "proporcionar urgentemente un lote de asistencia y abrir canales comerciales para que España importe equipos de protección personal y equipos médicos muy necesarios".

Se trate de una genuina preocupación por el desarrollo de la epidemia, tan devastadora en Hubei, o de una delicada e inteligente estrategia de "soft power", es decir, de avanzar su posición en la arena internacional a través de gestos simbólicos o ayudas directas a los países afectados, China está saliendo reforzada de la crisis. Al menos a nivel global, desde un punto de vista de la imagen pública y las alianzas informales.

Italia y España han solicitado ayuda. Quien la ha proporcionado no es Estados Unidos o sus colegas europeos, tradicionales socios, sino China.

(Koki Kataoka/AP)

Algo especialmente evidente cuando desviamos el foco hacia países más pequeños y con menos capacidad de respuesta autónoma, como Serbia. Lejos de la Unión Europea y frente a una crisis sanitaria extrema, su presidente, Aleksandar Vučić, transmitió un mensaje nítido al resto del continente hace tres días:

La solidaridad europea no existe. Era un cuento de hadas. A partir de hoy, como ya saben, ni siquiera podemos importar bienes [de la UE]. La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, lo explicó hace ya un tiempo: no podemos importar equipamiento médico de los países de la Unión Europea.

¿Alternativa? Solo una:

Serbia ha puesto sus miradas en China. Para evitar el peor escenario posible necesitamos su ayuda. El dinero no es un problema, pero necesitamos de todo, desde mascarillas hasta guantes, pasando por respiradores. Literalmente de todo (...) Todas mis esperanzas personales están centradas y dirigidas hacia China y su presidente. Estamos esperando a nuestros hermanos chinos. Sin ellos, no podemos ocultar que no podemos defendernos. Sin China y sin nuesros hermanos chinos, somos incapaces.

Vučić resumió el sentir de su gobierno, y de una buena parte de su electorado, en una frase demoledora para los intereses europeos a largo plazo: "El único país que puede ayudarnos es China".

Los gestos, las palabras y las acciones se repiten en las cuatro esquinas del planeta, desde Camboya hasta Filipinas, pasando por Bulgaria o Haití. En una pandemia de impacto global que amenaza la estabilidad de centenares de sistemas sanitarios y la vida de millones de personas, sólo China, al modo de una superpotencia de antaño, ha decidido dar un paso al frente. Un contraste agudo con el aislamiento de EEUU.

Por supuesto, las motivaciones del gobierno chino no son altruistas. Como analizan en Politico, China tan sólo está ganando la guerra propagandística surgida al albur de la epidemia. El coronavirus, conviene no olvidarlo, surgió en un mercado de Wuhan fruto de las laxas condiciones sanitarias. La respuesta inmediata de las autoridades locales no fue la contención y la prevención, sino el acallamiento y la pasividad.

Lo explica un analista en Financial Review: "Es un mecanismo de defensa propia para proteger la imagen de China y salvaguardar su poder suave, que ha sufrido enormemente durante los últimos dos o tres meses (...) Se trata de un cambio en la narrativa para que nadie culpe a China por la propagación de la epidemia, y para mostrar que China ha gestionado la epidemia mucho mejor que otros países. Un movimiento que también quiere apuntalar la autoridad de Xi Jinping".

Un operario fumiga contra el coronavirus en Lhokseumawe, Indonesia. (Splash News)

Otros opinadores son más severos respecto al rol de China. En The Atlantic, Shadi Hamid aúna un sentir creciente entre las élites estadounidenses sobre la supuesta buena gestión del gobierno chino, apuntando a la escasa transparencia y a la dilación de medidas extraordinarias para contener el virus, recordando que más de cinco millones de residentes habían salido de Wuhan antes de su cierre:

Tras la crisis, nuestra relación con China no puede volver a ser la misma. Nada, en ningún caso, volverá a la normalidad cuando se aclare la enorme escala de la destrucción. Por supuesto, el resto del mundo tendrá que vivir con el liderazgo de China mientras se mantenga en el poder. Pero esta pandemia debería, definitivamente, anular cualquier esperanza que nos pudiera quedar sobre China como un actor global responsable. No lo es, y nunca se convertirá en uno.

La política de China coincide, además, con la guerra comercial iniciada por Estados Unidos. Durante los últimos días tanto las autoridades chinas como las estadounidenses han vetado y/o expulsado a los periodistas de ambos países, en una escalada paulatina de la tensión. Algo que ya sucediera en los momentos más agudos de las negociaciones comerciales.

Merece la pena recordar aquellos días: mientras Estados Unidos adoptó un tono extraordinariamente duro y hostil contra sus tradicionales socios, como la Unión Europea, China se ofreció como alternativa. De igual modo, cuando Donald J. Trump anunció su retirada unilateral de los Acuerdos de París, China se posicionó como la última gran potencia comprometida en la lucha climática, en otro gesto tan cosmético como real.

La crisis del coronavirus sólo es el último episodio de un conflicto político y económico gestado a lo largo de una década, y acentuado por la imprevisibilidad de la Administración Trump, capaz de volar los puentes más robustos construidos por Estados Unidos en el último medio siglo. China ha entrevisto un hueco en la renuncia americana al liderazgo global. La epidemia ilustra hasta qué punto desea aprovecharlo.

Imagen: Xinhua

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