Starship arrasó su plataforma y causó un desastre medioambiental. Es un problema muy grave para su futuro

Solo dos minutos después de que Starship ("el mayor cohete jamás creado") despegara de Boca Chica el jueves pasado, todo empezó a desmoronarse. Mientras  el cohete Super Heavy apagaba sus motores según el plan, Starship era incapaz de separarse de él. En los siguientes segundos reinó el desconcierto: SpaceX perdió el control de una nave que giraba sobre sí misma y, pocos segundos después, se vio obligado a destruirla sobre el Golfo de México.

Contraintuitivamente, nada de eso fue un gran problema. De hecho, en muchos aspectos puede considerarse un éxito parcial. El verdadero problema ocurrió en el suelo. La plataforma de lanzamiento quedó completamente destruida.

Más allá de un fallo de diseño. El mismo viernes nosotros mismos apuntábamos que el gran problema de diseño del proyecto de Elon Musk estaba en la plataforma de lanzamiento, pero es justo reconocer que pecamos de optimistas. En los últimos días, los datos, testimonios e imágenes disponibles han dejado claro que ese fallo de diseño se ha convertido en un desastre medioambiental y de salud pública que aún no podemos ni evaluar.

Y es precisamente eso es lo que ha hecho que "la Administración Federal de Aviación (FAA) haya suspendido el programa de lanzamiento del Starship a la espera de los resultados de una 'investigación del incidente'" más exhaustiva. 

¿Qué pasó en Boca Chica? A lo largo de estos años, tanto la FAA como SpaceX parecían poner especial énfasis en la contención de los posibles daños medioambientales. Se consideraron muchas cosas, desde las especies en "riesgo de extinción" que habitan o anidan en la zona a los posibles impactos en las comunidades circundantes o el ruido. Lo que parece es que, concentrados en los efectos del cohete, no llegaron a considerar el polvo: el polvo que podría ocasionar la destrucción casi total de la plataforma de lanzamiento.

Y es que la lluvia de ceniza, cascotes y arena que generó el fiasco de diseño de la base de lanzamiento ha llegado muchos kilómetros más allá de donde se pensaba que iba a llegar. No son solo las decenas de vídeos que reflejan los destrozos que causó la explosión, es que la "pulverización" de la base era algo que no estaba ni siquier contemplado. Ahora investigadores, activistas y residentes intentan determinar cuál ha sido (y será) el impacto real en la salud, el ecosistema y las especies animales de la comarca.

¿Qué impacto tiene todo esto? Eso es lo que queda por dirimir. Tanto a nivel legal, como a nivel sanitario. Porque no sólo está investigando la FAA, sino la oficina regional del Servicio de Pesca y Vida Silvestre de los Estados Unidos y los equipos legales del Center for Biological Diversity. Al fin y al cabo, toda esa región costera de Texas es un singular refugio de la biofera y, durante estos meses, muchas de esas especies están anidando en las zonas afectadas.

En cuanto a la salud, los indicios tampoco son optimistas. Eric Roesch, un ingeniero ambiental que ha estado siguiendo el impacto de las instalaciones de SpaceX y sus lanzamientos, sostiene que las emisiones de partículas relacionadas con la destrucción de la plataforma pueden "relacionarse directamente con problemas pulmonares y respiratorios" y que "la Agencia de Protección Ambiental de EEUU las considera un contaminante de alta prioridad".

Está claro que "los impactos en la salud dependen del tiempo y la cantidad de exposición, así como del tamaño y el contenido de las partículas"; por ello, se requiere una investigación más profunda. Sin embargo, la falta de planes de contención para un escenario de este tipo hacen, según Roesch, que la coyuntura sea muy complicada.

Un error que puede salir caro. Lo que está claro es que SpaceX no midió bien. O no quiso medir bien y pecó de optimista. Porque estos días, no solo se ha puesto encima de la mesa que los datos de los informes medioambientales están desactualizados, sino que el mismo Elon Musk reconoció que llevaban meses trabajando en otra plataforma, pero que no estuvo lista a tiempo.

Para hacernos una idea de la entidad del fallo basta con tener en cuenta que SpaceX estimaba que, en el peor de los casos, los escombros podían afectar a un área de en torno a una milla cuadrada alrededor de la Starbase. Lo que pasó en realidad es que los cascotes llegaron a Port Isabel y a South Padre Island, zonas habitadas a más de cinco millas del lugar de lanzamiento.

Es verdad que, mirando los datos de Eric Roesch, esto es un problema más achacable a la localización de la Starbase que al cohete en sí mismo. Al fin y al cabo, los asentamientos más cercanos al otro lugar desde el que se lanzan supercohetes (Cabo Cañaveral) están a mas de 15 millas de distancia. El asunto es que si SpaceX tiene que abandonar la Starbase, el proyecto se va a ver afectado igualmente. No hablamos de meses, hablamos de años.

¿Y ahora qué? No hay muchos detalles oficiales, la FAA ha explicado que solo hay un requisito para que SpaceX pueda volver a hacer otro vuelo de prueba: que haya garantías suficientes de que “cualquier sistema, proceso o procedimiento relacionado con el percance no afecta la seguridad pública”.

Y visto lo visto, no va a ser fácil convencerla sin cambios sustanciales porque, ahora mismo, la que está puesta en cuestión es ella misma. Es decir, los planes de Musk de repetir el lanzamiento en los próximos meses suenan cada vez más a ciencia ficción.

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Imagen | SpaceX

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