Tres palabras sostienen a una industria milmillonaria que pende de un hilo: "Link in bio"

Desde que Instagram empezó a explotar en popularidad, yo —y seguramente usted, sagaz lector de Xataka— llevo escuchando una pregunta recurrente por parte de amistades que en algún momento encontraron la misma barrera: "¿por qué no es posible poner un enlace?". Podemos pensar que Instagram lo hizo para protegernos de los spammers, que hacen insufrible Internet con sus millones de enlaces ubicuos. También suena razonable suponer que simplemente lo hicieron para evitar fugas hacia contenidos que les arañaran minutos. El cholismo de Zuckerberg, un imperio que se contruye scroll a scroll.

Con los años, Instagram fue permitiéndolos, pero con muchos asteriscos, demasiados. Tantos, que el atajo original para poder usarlos se acabó cronificando: "Link in bio". Con esas tres palabras empezamos a apuntar hacia la biografía de nuestro perfil para colocar ahí el hipervínculos que derivase el tráfico hacia la web que nos interesase. Incómodo, pero era lo que había.

Sin saber muy bien cómo, esas tres palabras se han convertido en una industria de más de 1.000 millones de dólares. Y pueden ser más.

Unicornio frágil

Linktree, con sede en Australia, es el servicio más popular para centralizar enlaces. Se usa para desplegar un listado de direcciones (redes sociales, tiendas, contenidos específicos, etc) en lugar de uno solo en aquellos lugares que solo permiten una URL en cada perfil. Caso de Instagram, Twitter o TikTok. Arrancó hace seis años, pero en los últimos dos es cuando ha tenido un crecimiento vertical.

En tres rondas de financiación ha logrado recaudar más de 165 millones de dólares que han disparado su valoración hasta los 1.300 millones de dólares. En una empresa de 240 empleados. Que centraliza enlaces sociales en una sola web.

Para poner la cifra en contexto: Linktree, un servicio usado esencialmente para añadir enlaces varios a la biografía de Instagram, vale 1.300 millones de dólares. Instagram fue comprado por Facebook en 2012 por 1.000 millones de dólares.

En la cara B del disco, la fragilidad de Linktree: está a una sola decisión de producto en Instagram (autorizar los enlaces ubicuos y para cualquiera) de perder todo su sentido. Y hay rumores en esa línea desde hace un año y medio. Actualmente cuenta con 25 millones de usuarios de los cuales no han detallado cuántos lo son de una de sus propuestas de pago. Consideran que siguen en fase de crecimiento explosivo, y no tienen otra forma de monetizar a día de hoy.

Las negociaciones por esta última ronda de financiación, la que ha disparado su valoración hasta superar el listón de unicornio, se produjeron en las mismas semanas en las que vimos el salto a la fama de Wordle ("¡el vestigio de un Internet que ya apenas existe!") y su posterior venta a The New York Times con el cartel de candidato estrella a engordar sus servicios de suscripción mensual. Dicho de otro modo, ha sido el penúltimo desfile de un cachorrito que termina en la protectora de animales.

Linktree tiene un aspecto similar. El de un servicio que vino a ocupar un hueco dejado por una tecnológica, con una propuesta efectiva por simple. Tan simple que resulta complicado entender cómo ha llegado en poco tiempo a unicornio, con 250 empleados y un modelo de negocio que depende de una decisión en los despachos de Meta y que a día de hoy no tiene mucho más recorrido. En su favor hay que decir que, al contrario que otros competidores, ha sabido añadir integraciones potentes, como las de PayPal o y Shopify, directas a la monetización. Por supuesto, el capital riesgo sabrá.

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