Samsung QLED 8K Q900R, análisis: en ausencia de contenidos 8K este televisor apuesta todas sus cartas a la calidad de imagen

Colocar en el mercado un televisor con resolución 8K en un momento en el que la resolución 4K UHD aún lucha por afianzarse parece una apuesta arriesgada. Y en gran medida lo es. Si además añadimos a la ecuación que los contenidos 8K fuera de Japón ni están ni se los espera a medio plazo, el contexto no parece el adecuado para que a este televisor de Samsung le vaya bien.

A pesar de este clima a priori tan desapacible, el panorama, en realidad, no es tan desfavorable a esta propuesta como puede parecer. Y no lo es porque la marca surcoreana ha apostado por «vendernos» la resolución 8K como una tecnología de mejora de la calidad de imagen más, equiparable, en cierta medida, a los nanocristales o el HDR. De hecho, gracias a un escalado que recurre al aprendizaje automático promete mejorar nuestra experiencia aunque nos limitemos a reproducir contenidos 4K UHD o Full HD.

Esto es lo que dice Samsung. Y, sobre el papel, no suena mal. Sin duda, es un argumento inteligente que puede contribuir a que los adeptos a lo último en calidad de imagen se fijen en este televisor a pesar de la ausencia de contenidos 8K. Pero esta estrategia solo funcionará si realmente cumple lo prometido y su calidad de imagen está a la altura. Esto es, precisamente, lo que nos proponemos averiguar a lo largo de este análisis dedicado a uno de los productos más rupturistas que han caído en nuestras manos durante los últimos meses.

Samsung QLED 8K Q900R: especificaciones técnicas

Los componentes más interesantes de este televisor por su innovación son su panel con resolución nativa 8K y su algoritmo de escalado a 8K desde resoluciones inferiores. De hecho, hoy en día, dada la ausencia de contenidos con esta resolución, este último elemento es el que puede tener más peso como argumento a favor de elegir este modelo y no otro de la propia Samsung o cualquier otra marca equipado con un panel 4K UHD.

Al igual que los demás modelos de la familia QLED, el panel que incorpora este televisor es de tipo LCD VA, y no IPS. La tecnología VA destaca por su alta relación de contraste nativo, elevada capacidad de entrega de brillo y una relativa inmunidad a las fugas de luz que suelen estar presentes en los bordes y las esquinas de los televisores y monitores con panel IPS. Pero la tecnología VA no está libre de tener también algunos puntos flacos.

El más relevante es que sus ángulos de visualización son sensiblemente más reducidos que los que nos ofrecen los televisores con panel OLED o IPS. En este modelo Samsung ha intentado paliar esta desventaja implementando una tecnología a la que han llamado Q Viewing Angle, y que durante nuestro análisis del modelo 65Q9FN, que también la tiene, nos demostró funcionar realmente bien.

El panel LCD que incorpora este televisor es de tipo VA y su matriz aglutina los algo más de 33 millones de píxeles necesarios para hacer posible la reproducción de contenido 8K

La otra desventaja de los paneles VA frente a los IPS es su inferior capacidad de reproducción del color, algo que ya sabemos que Samsung ha conseguido resolver de una manera convincente gracias a la tecnología QLED, que, sin entrar en detalles complicados, recurre a nanopartículas con recubrimiento metálico para generar un espacio de color muy amplio.

En los televisores con panel LCD la implementación de la retroiluminación tiene un impacto muy importante en la calidad de imagen global porque no solo incide en el contraste y la profundidad de los negros, sino también en la recuperación de información en las zonas oscuras y las más iluminadas. Este televisor apuesta por un esquema de retroiluminación Direct Full Array con 480 zonas cuya capacidad de emisión de luz se puede atenuar de forma independiente.

La matriz de diodos LED Direct Full Array de este televisor cuenta con 480 zonas cuya atenuación se puede gestionar de forma independiente

Colocar la matriz de diodos LED detrás del panel, que es la estrategia por la que Samsung ha apostado en este televisor, y no en los bordes permite distribuir la luz de una forma muy homogénea. Además, la matriz está dividida en un número muy elevado de zonas, de manera que la capacidad de emisión de brillo se puede ajustar individualmente en cada una de ellas para conseguir recuperar mucha información tanto en las zonas en sombra como en las más iluminadas de un mismo fotograma.

Otro componente muy importante de este televisor en el que merece la pena que nos detengamos es su procesador de imagen. Su nombre, Quantum Processor 8K, nos permite intuir cuál es su función más relevante: llevar a cabo el escalado a 8K desde resoluciones inferiores con la máxima calidad posible.

En este televisor Samsung ha recurrido a un algoritmo de aprendizaje automático que, grosso modo, es capaz de analizar cada fotograma y compararlo con una base de datos de imágenes para determinar cuál es el método de escalado idóneo para ese fotograma en particular. En la sección que dedicaremos más adelante a la calidad de imagen de este televisor comprobaremos si esta tecnología cumple lo prometido.

Una característica muy interesante que puede ayudarnos a intuir cómo va a rendir este modelo durante la reproducción de contenidos HDR es su capacidad de entrega de brillo. Curiosamente, la familia Q900R está formada por tres modelos que no tienen la misma entrega de luminosidad máxima.

El televisor de 65 pulgadas, que es el que nosotros hemos analizado, consigue, según Samsung, entregar picos máximos de brillo en determinadas áreas de la pantalla de 3.000 nits, mientras que los modelos de 75 y 85 pulgadas alcanzan los 4.000 nits. En cualquier caso, ambas cifras son realmente elevadas y nos anticipan que, sobre el papel, esta familia de televisores debería ofrecernos uno de los HDR más convincentes del mercado. Lo comprobaremos un poco más adelante.

SAMSUNG QLED 8K QE65Q900R Características
PANEL LCD VA QLED 8K (7.680 x 4.320 puntos) de 65 pulgadas con 480 zonas de retroiluminación de tipo Direct Full Array
PROCESADOR DE IMAGEN Quantum Processor 8K
HDR HDR, HDR10+ y HLG
BRILLO MÁXIMO 3.000 nits (modelo de 65") / 4.000 nits (modelos de 75 y 85")
SISTEMA OPERATIVO Tizen
SONIDO Altavoces con topología 4.2 excitados por un amplificador de 60 vatios (RMS)
DOLBY DIGITAL PLUS
SINTONIZADOR 2 x DVB-T2 / 1 x sintonizador analógico
CONECTIVIDAD MEDIANTE ONE CONNECT 4 x HDMI 2.0b (hasta 8K a 30 Hz)
3 x USB
1 x Ethernet
1 x salida audio digital óptica EIAJ/TosLink
1 x ranura para tarjetas CI
1 x RS-232C
1 x entrada RF
CONECTIVIDAD INALÁMBRICA WiFi 802.11ac
Bluetooth
ETIQUETA ENERGÉTICA Clase D
SENSOR ECO
DIMENSIONES 1.452,2 x 898,2 x 304,9 mm (con soportes)
PESO 30,5 kg (con soportes)
PRECIO 4.999 euros

Ver galería completa » Samsung Q900R QLED 8K (27 fotos)

En esta familia de televisores Samsung ha apostado por la misma estrategia que ha utilizado en sus últimos modelos de las gamas alta y premium: los conectores no están alojados en el chasis del propio televisor, sino que residen en un dispositivo independiente denominado One Connect que se comunica con el televisor a través de un único cable, que, además, es bastante fino. Lo más interesante es que este cable que enlaza la caja de conexiones y la tele no solo transporta las señales de audio y vídeo, sino también la alimentación eléctrica.

Esta solución es esencialmente la misma que vimos hace unos meses en el televisor de la serie Q9FN que tuvimos la oportunidad de analizar, y resulta muy práctica, sobre todo si queremos colgar nuestro televisor en la pared, porque nos permite acceder a las conexiones de una manera cómoda. Sin embargo, plantea un interrogante un poco inquietante: ¿qué va a suceder cuando comience el despliegue de la conectividad HDMI 2.1, que es la idónea para extraer todo el potencial a los contenidos con resolución 8K?

Los conectores HDMI que incorpora la caja de conexiones One Connect satisfacen la especificación 2.0b, y, por tanto, son capaces de transportar señales 8K con una cadencia máxima de 30 imágenes por segundo

Los cuatro conectores HDMI que aglutina la caja One Connect implementan la especificación 2.0b. Este estándar puede transportar, además de las señales 4K UHD y Full HD pertinentes, señales 8K con una cadencia máxima de 30 imágenes por segundo. Para cine en principio es suficiente, pero si queremos extraer todo el potencial a las señales 8K disfrutando cadencias más altas es necesario apostar por la especificación HDMI 2.1, que alcanza los 60 Hz a 8K (incluso los 120 Hz a esta resolución utilizando la compresión VESA DSC 1.2a) y los 120 Hz a 4K UHD.

Una de las consecuencias más atractivas de sacar los conectores y una parte de la lógica fuera del chasis principal del televisor consiste en que es posible actualizarlos sin necesidad de renovar nuestra tele. Basta cambiar la caja One Connect por otra que introduzca las últimas especificaciones. Y listo. De hecho, los responsables de Samsung España nos han adelantado que cuando comience el despliegue de equipos con la especificación HDMI 2.1 la marca surcoreana cambiará las cajas One Connect a los clientes que hayan comprado sus actuales televisores 8K por otras que incorporarán conectores HDMI 2.1, y que, por tanto, estarán capacitadas para sacar más partido a las señales con resolución 8K.

Estilizado por fuera y con una de las mejores interfaces «por dentro»

El diseño de este televisor respeta a pies juntillas la tendencia que observamos desde hace varias generaciones en buena parte de los modelos de alta gama no solo de Samsung, sino también de sus competidores. Sus marcos son muy finos y las patas muy estilizadas, por lo que es el panel el elemento que reclama todo el protagonismo cuando estamos utilizando el televisor.

Curiosamente, su chasis es más grueso que el de buena parte de los televisores LCD y OLED que podemos encontrar en las tiendas, aunque no es exagerado (mide 3,41 cm). Pero hay una buena razón para que sea así. Y es que la «culpa» la tiene la matriz de diodos LED que está colocada detrás del panel. Los televisores LCD con retroiluminación periférica suelen ser más finos porque los diodos LED están colocados en los marcos y no detrás del panel.

Emplazarlos en esta última ubicación incrementa un poco el grosor del televisor, pero, a cambio, como hemos visto unos párrafos más arriba, tiene un impacto muy positivo en la calidad de imagen porque permite controlar con más precisión la atenuación de la retroiluminación en cada una de las 480 zonas independientes implementadas en la matriz LED de este modelo. Si aspiramos a conseguir la mejor calidad de imagen posible a partir de un panel LCD no cabe duda de que merece la pena apostar por la retroiluminación posterior en detrimento de la periférica, a pesar del incremento del grosor que conlleva.

Por otro lado, el acabado de este televisor es el que podemos esperar encontrar en un modelo premium de una primera marca. El marco es de aluminio y está impecablemente mecanizado. Por detrás el televisor es de plástico (podéis ver la parte trasera en una de las fotografías que hemos incluido en la galería que ilustra este análisis), pero recurre a un policarbonato de bastante calidad que no desmerece el conjunto. Y los pies también son de aluminio.

Sus marcos son muy finos, pero su grosor es mayor que el de otros televisores debido a la ubicación de los diodos LED que se responsabilizan de la retroiluminación

Una característica curiosa de este televisor es que nos permite fijar los pies en dos ubicaciones diferentes: próximos al eje central del chasis, y, por tanto, muy juntos (es como los colocamos nosotros), o cerca de los dos extremos del chasis, y, por tanto, más separados. Esta opción está bien pensada porque nos permite adecuar su ubicación a las características del mueble sobre el que colocamos la tele. Aunque también podemos dejarnos llevar por la elección que más nos guste desde un punto de vista estrictamente estético.

Un último apunte interesante: si decidimos fijar el televisor directamente sobre la pared, bien con el soporte de Samsung, bien con un soporte compatible con la especificación VESA, podemos guardar los pies en dos compartimentos alojados en la parte trasera del chasis del televisor. Una vez que están colocados ahí no sobresalen. De hecho, apenas se ven. Esta opción me parece una buena idea porque evita que acabemos perdiéndolos.

Una de las cualidades que permiten a este televisor aventajar a algunos de sus rivales, especialmente a los que incorporan Android TV, es su sistema operativo. Samsung sigue apostando por Tizen, y me parece una estrategia acertada porque esta plataforma es razonablemente ligera y su interfaz desde un punto de vista estético resulta menos intrusiva y más estilizada que la de sus competidores. En mi opinión, los modelos con Android TV en este apartado salen peor parados.

Con este televisor podemos interactuar utilizando nuestra voz, pero esta opción me parece poco práctica, más allá del impacto que puede tener en el usuario inicialmente, porque habitualmente, que no siempre, tardaremos menos en conseguir el efecto buscado recurriendo al mando a distancia, que, por cierto, es minimalista e intuitivo. En cualquier caso, es una cuestión de gustos. Además, la velocidad a la que podemos desplazarnos a través de los menús y con la que iniciamos las aplicaciones es bastante elevada, por lo que la experiencia de uso que nos ofrece este televisor en este contexto no está pero que nada mal.

Sin contenido 8K es la calidad de imagen la que puede, o no, dar sentido a este televisor

Y por fin llegamos a la que sin duda es la sección más interesante de este análisis. Para poner a prueba la calidad de imagen de este televisor, que actualmente es el «buque insignia» de Samsung, recurrí a mi batería habitual de películas en Blu-ray 4K y Blu-ray Disc: ‘El renacido’, ‘La llegada’ y ‘Blade Runner 2049’. Todas ellas tienen una fotografía impecable y una calidad de imagen realmente cuidada. Además, también reproduje contenidos con resolución 4K UHD y HDR desde la aplicación de Netflix integrada en el televisor y puse a prueba el escalado desde resolución estándar reproduciendo el DVD de la primera entrega de ‘Kill Bill’.

Una de las cualidades que inicialmente más me sorprendió de este televisor son sus amplios ángulos de visualización. Como vimos al principio del artículo, su panel es de tipo VA, y esta tecnología suele ofrecernos unos ángulos bastante limitados. Pero no en este modelo. De hecho, podemos mirar las imágenes desde un ángulo horizontal muy amplio sin que nuestra percepción del color apenas se degrade. Y esta característica es todo un logro en una pantalla equipada con un panel VA, que, aunque no iguala las prestaciones de los paneles IPS en este ámbito, rinde razonablemente bien.

Por otro lado, tiene uno de los negros más profundos que he encontrado hasta el momento en un televisor con panel LCD. No alcanzan la intensidad de los negros de los mejores modelos OLED, pero son tan buenos que en ocasiones, con determinados contenidos, como la secuencia inicial de ‘El renacido’, te da la sensación de que estás viendo las imágenes generadas por un televisor OLED. Y esto son palabras mayores.

La segunda secuencia de la película de Alejandro González Iñárritu es estupenda para comprobar la capacidad que tienen el panel, el algoritmo de procesado y la retroiluminación de recuperar y restituir información en las zonas más oscuras y las más iluminadas de cada fotograma. Y, de nuevo, este televisor cumple con nota. Su contraste nativo no es tan alto como el de los televisores OLED, y, por esta razón, en este escenario de prueba está ligeramente por detrás de los mejores modelos que recurren a esta última tecnología. Aun así, es el televisor con panel LCD que más detalle recupera en zonas oscuras de todos los que he tenido la oportunidad de analizar, seguido de cerca, eso sí, por el Sony MASTER Series ZF9 que diseccioné hace solo unas semanas.

En lo que concierne a la reproducción del color este televisor está a gran altura. De hecho, Samsung asegura que su tecnología de nanocristales con recubrimiento metálico le permite reproducir el 93% del espacio de color DCI-P3. Y este dato no está nada mal. No obstante, no rinde igual en todos los modos de visualización. El que nos ofrece la restitución de tonos más precisa, el balance de blancos más equilibrado, y también la estética más cinematográfica es, sin duda alguna, el modo Cine. La calibración de fábrica está bastante atinada, pero, aun así, los usuarios podemos afinarla un poco más.

A la unidad que hemos utilizado para llevar a cabo este análisis le sentó bien que redujésemos la intensidad de la retroiluminación (con el valor original los colores aparecen un poco «lavados» en las áreas más iluminadas), del contraste, y, por último, también del parámetro nitidez. Estos ajustes los podemos ejecutar desde el menú «Configuración para expertos» del panel de gestión de la calidad de imagen (podéis verlo en la fotografía que tenéis debajo de este párrafo).

En lo que concierne a la capacidad de entrega de brillo máxima en determinadas áreas de la pantalla este televisor sobresale. Cuando el contenido acompaña el HDR luce de maravilla (más con las películas que con los juegos), y su administración de la retroiluminación que, como hemos visto, es bastante precisa, contribuye a la recuperación de mucha información en altas luces. Sin embargo, adolece de un lastre que, aunque no empaña su rendimiento global, no podemos pasar por alto, sobre todo si tenemos presente que el precio de partida de esta familia de televisores es elevado (el modelo de 65 pulgadas cuesta 5.000 euros).

Este defecto suele aparecer en las regiones de la imagen en las que están en contacto una zona muy oscura (habitualmente un negro intenso) y un área muy iluminada. Se manifiesta como una sombra tenue que la zona oscura proyecta sobre el borde del área iluminada, y en ocasiones puede apreciarse con cierta claridad junto a las barras negras horizontales que suelen aparecer en la parte superior e inferior de la pantalla cuando vemos la mayor parte de las películas. No es un problema grave, y estoy convencido de que muchos aficionados ni siquiera se darán cuenta de que está ahí. Pero existe y, por esta razón, a los usuarios nos interesa conocerlo.

Como os anticipé en los primeros párrafos de este análisis, una de las pruebas más interesantes a las que debíamos someter este televisor requiere colocar bajo nuestra lupa su algoritmo de escalado a 8K desde resoluciones inferiores a la nativa del panel. Samsung hace hincapié en que, gracias al aprendizaje automático, los televisores de la familia Q900R consiguen que los contenidos 4K luzcan mejor que en los televisores con panel nativo 4K UHD. Y esta afirmación son palabras mayores.

Para averiguarlo nos habría gustado comparar de tú a tú los modelos de 65 pulgadas de las familias Q900R, con panel 8K, y Q9FN, con panel 4K UHD, ambos de Samsung, pero por razones logísticas no fue posible. Aun así, pudimos enfrentar en estas condiciones el televisor de la marca surcoreana que estamos analizando y el modelo tope de gama con panel LCD de Sony, el KD-65ZF9 cuyo análisis publicamos hace pocos días, y que aún tenemos en nuestro laboratorio.

Su algoritmo de escalado recurre al aprendizaje automático para mejorar sus prestaciones, por lo que en el futuro quizá consiga rendir aún mejor

Después de examinar con detalle las regiones conflictivas de varios fotogramas seleccionados de nuestras películas de referencia me parece justo defender que, efectivamente, el escalado de este televisor es fantástico. Me parece arriesgado asegurar que los contenidos 4K UHD se ven globalmente mejor en este televisor 8K que en un modelo de alta gama con panel 4K UHD, pero lo cierto es que, al menos, no se ven peor. De hecho, el escalado hila tan fino que en algunas regiones consigue brindarnos la sensación de que su nivel de detalle es ligeramente mayor que el que recupera un panel 4K UHD.

Os propongo que saquéis vuestras propias conclusiones observando la imagen que tenéis debajo de estas líneas, que pertenece a un fotograma de la película ‘Blade Runner 2049’. La imagen de la izquierda ha sido recogida a partir del panel 8K del televisor de Samsung, y la de la derecha pertenece al panel 4K UHD del televisor de Sony. El escalado a 8K desde contenidos con resolución Full HD no es tan impresionante como el escalado desde 4K UHD, pero también es sobresaliente y nos garantiza una experiencia al menos equiparable a la que nos ofrecen los televisores 4K UHD más sofisticados.

He dejado el apartado sonoro expresamente para el final de esta sección porque me temo que me deja mucho menos margen de maniobra que su rendimiento en el contexto visual. Y es que este televisor no suena mal, pero, desde luego, su sonido no está a la altura de su calidad de imagen. Al igual que otros televisores con un nivel equiparable, esta propuesta de Samsung reproduce de forma convincente las frecuencias medias y las altas, pero con el extremo grave no se siente cómodo en absoluto porque carece de la pegada y el detalle que exigen las bandas sonoras de las películas hoy en día.

Además, si decidimos subir el volumen hasta alcanzar un nivel de presión sonora realista la distorsión aparecerá de una manera muy perceptible. Y si nos exponemos a ella durante el metraje de una película completa es probable que acabemos con cierta fatiga auditiva. ¿La solución? Como de costumbre lo ideal es apostar por una buena barra de sonido. O, mejor aún, por un equipo de audio multicanal dedicado que consiga recrear un espacio acústico envolvente real.

Con los juegos se entiende a las mil maravillas

Todas las conclusiones a las que hemos llegado en lo que se refiere a la calidad de imagen de este televisor al reproducir contenido cinematográfico es perfectamente válido cuando lo utilizamos con videojuegos. Para ponerlo a prueba lo hemos conectado a nuestra Xbox One X, y, entre otros títulos, hemos jugado a 'Halo 5: Guardians' y 'Forza Horizon 4'.

Los anteriores televisores QLED que hemos analizado han rendido muy bien con videojuegos gracias a su baja latencia de entrada, y este modelo no es una excepción. En FlatpanelsHD han medido una latencia de poco más de 16 ms tanto a 1080p como a 4K UHD, con y sin el HDR activado, y es una cifra que encaja bien con mis sensaciones al utilizar los títulos que he mencionado en el párrafo anterior.

Además, una característica atractiva de este televisor es que el modo Juego se activa de forma automática, por lo que para deshabilitar la mayor parte del procesado de imagen con el propósito de reducir la latencia de entrada no tenemos que hacer absolutamente nada. Solo empezar a jugar. El televisor identificará las características de la señal de vídeo entrante y desactivará la mayor parte del procesado de imagen.

Un último apunte interesante en este terreno: al conectarlo a una consola Xbox One X se activa el refresco adaptativo. Esta técnica permite sincronizar las imágenes que emite la GPU de la consola con las que reproduce el televisor, minimizando, así, unos defectos tan molestos como el tearing y el stuttering. El primero provoca que la imagen quede deformada por una línea que la atraviesa horizontalmente de un extremo al otro, y el segundo induce la aparición de unos pequeños saltos en la cadencia de imágenes que reducen la fluidez y pueden arruinar nuestra experiencia.

Samsung QLED 8K Q900R: la opinión y nota de Xataka

La baza más contundente con la que cuenta este televisor, y la razón por la que merece la pena que nos fijemos en él, es su calidad de imagen global. Si nos ceñimos a su entrega máxima de luminosidad es el televisor más impactante que podemos encontrar actualmente en el mercado, incluyendo aquí tanto los modelos LCD como los OLED, y esta cualidad le permite, cuando el contenido acompaña, recrear un HDR vibrante que, además, se administra mediante metadatos dinámicos (es compatible con HDR10+).

Su gestión del color y el nivel de detalle que es capaz de recuperar en las zonas oscuras también son sobresalientes, dos características que tienen un impacto directo en su calidad de imagen global. Y, por supuesto, no puedo olvidarme de su estupendo escalado desde resoluciones inferiores a 8K y de lo bien que se lleva con los videojuegos.

Aun así, no es perfecto. Como hemos comprobado a lo largo del análisis en su «debe» tiene un sonido claramente inferior a sus prestaciones en el ámbito de la imagen, la ausencia de contenido 8K y esa tenue sombra que las áreas con negros profundos pueden proyectar en ocasiones sobre las regiones iluminadas circundantes por «culpa» de las limitaciones introducidas por la atenuación de la retroiluminación.

En cualquier caso, en mi opinión, su rival más duro lo tiene dentro de casa. Y es que los televisores de la familia Q9FN de Samsung nos ofrecen una calidad de imagen global muy cercana a la de este modelo con panel 8K en todos los escenarios de uso. Incluso con videojuegos. Además, su precio es mucho más bajo. De hecho, actualmente podemos encontrar sin esfuerzo el modelo Q9FN de 65 pulgadas por menos de 2.700 euros, una cifra sensiblemente más atractiva que los 5.000 euros que Samsung nos pide por el televisor con panel 8K de las mismas pulgadas. Aun así, quien esté buscando lo último de lo último y no se deje amedrentar por el precio de esta propuesta hará bien en introducirla en su lista de candidatos.

9,1

Diseño 9,5
Calidad de imagen 9,5
Sonido 7,75
Interfaz y Software 9,5

A favor

  • Su calidad de imagen global es sobresaliente
  • Si el contenido acompaña el HDR es impactante gracias a su capacidad de entrega de brillo
  • El algoritmo de escalado trabaja realmente bien, sobre todo a partir de contenido 4K UHD y Full HD
  • Rinde de maravilla con videojuegos gracias a su reducida latencia de entrada

En contra

  • Las áreas con negros muy intensos pueden proyectar sombras tenues sobre las zonas más iluminadas
  • Su sonido no está a la altura de su alta calidad de imagen global
  • La ausencia de contenidos con resolución 8K juega en contra de este televisor
  • Los modelos de la familia Q9FN tienen una relación precio/prestaciones más atractiva

El equipo ha sido cedido para la prueba por parte de Samsung. Puedes consultar nuestra política de relaciones con empresas

Más información | Samsung

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