La viruela del mono es un síntoma de algo más preocupante: las pandemias van a ser cada vez más frecuentes

En pocos días, de repente, Reino Unido, España, Portugal, EEUU, Suecia y Canadá han anunciado varios casos de una enfermedad rarísima que, aunque la conocemos desde hace 50 años, nunca antes había provocado un brote así. La 'viruela de los monos' ha entrado en el debate público internacional para dejar clara una cosa: lo poco que hemos aprendido con la pandemia. Esto es lo que sabemos sobre el brote y, sobre todo, lo que hace que empecemos a estar preocupados.

¿Qué es la 'viruela de los monos' y por qué nos tiene preocupados? Es una enfermedad provocada por un virus del género de la viruela (Variola virus). Pese a su nombre — que se debe a que la localizamos en macacos en el 58—, no suele transmitirse por monos, sino por otros pequeños mamíferos (como los roedores). Por lo que sabemos, el contagio requiere del contacto directo con sangre, fluidos o lesiones abiertas.

No obstante, hasta el momento en humanos la transmisión siempre ha sido (auto)limitada. Hablamos de "fiebre, mialgias, adenopatías inguinales (inflamación en los ganglios), y erupción en manos y cara, similar a la de la varicela". Pero, sobre todo, hablamos de una mortalidad relativamente baja del 1% y una transmisibilidad muy pequeña. En términos generales, nadie prestaba atención a la viruela de los monos. Hasta ahora.

La situación se está volviendo más seria. Lo que llama la atención de este brote es que, hasta ahora, habíamos visto múltiples casos de transmisión entre humanos, sí; pero no habíamos visto "ciclos sostenidos de infección del virus en humanos" y todo parece indicar que estamos ante uno de ellos.

Pero ¿de dónde ha salido esta enfermedad? Es un lugar común decir que 'la viruela de los monos' es una enfermedad muy rara y, precisamente por eso, cabe preguntarse de dónde ha salido el virus. Es justo en ese momento cuando nos damos cuenta que, como señalaba Sergio Ferrer, "la República Democrática del Congo reportó más de 700 casos (y 37 muertes) solo en los dos primeros meses de 2022". Se trata de ese tipo de brotes que no llaman la atención de la opinión pública internacional hasta que, en fin, tenemos medio centenar de casos en diez países.

¿Por qué pasa esto? Los últimos dos años han sido una demostración clarísima de que nuestro mundo está tan interconectado que se ha convertido en un caldo de cultivo ideal para los brotes de enfermedades infecciosas. No es únicamente una 'sensación' generada por la pandemia. Al contrario, en 2014, unos investigadores de la Universidad de Brown identificaron todos los brotes infecciosos que habían tenido lugar entre 1980 y 2010. Como podemos ver en la gráfica inferior, en esos 30 años el número anual de brotes se triplicó en todo el mundo y las enfermedades causantes casi se doblaron.

Este fenómeno emergente hizo que, en 2007, la Organización Mundial de la Salud empezó a aplicar unas nuevas las regulaciones internacionales de salud gracias a las cuales tenía una mayor capacidad para crear políticas internacionales contra las enfermedades internacionales. Para lo que nos afecta, fue el nacimiento de las "emergencias de salud pública de importancia internacional". Desde entonces ha declarado cinco (aunque la última, la del COVID, llegó un paso más allá y se convirtió en "pandemia global").

Pero lo que me parece más significativo es que, salvo el nuevo coronavirus, ninguna de esas emergencias fue provocada por un agente infeccioso nuevo y desconocido, sino por un subtipo del virus de la gripe (un virus que conocemos desde hace, al menos 2400 años), por la polio (descrita en 1789, pero que afectaba ya a los antiguos egipcios), por el ébola (descubierto en 1976) y por el Zika (conocido desde 1947). La viruela del mono, por ejemplo, la conocemos desde 1958.

Y va a peor. En 1995, Stephen Morse describió los factores fundamentales que estaban impulsando la emergencia global de las enfermedades infecciosas. Hay dos vectores que son especialmente significativos: por un lado, los cambios medioambientales (algo que se puede ver en cómo los cambios en los ecosistemas acuáticos han provocado el crecimiento de enfermedades como la fiebre hemorrágica argentina, la esquistosomiasis o la fiebre del Valle del Rift) y el aumento del movimiento de bienes y personas por todo el mundo, por otro lado. La introducción y proliferación del VIH, el Denge o el Zika, o la aparición de la malaria de aeropuerto son buenos ejemplos de esto último.

No obstante, esto no explica todo. Es cierto que esos factores no han hecho más que profundizarse desde 1995, pero por sí solos no explican qué está pasando con la viruela de los monos. La caída de la inmunidad cruzada que nos otorgaba la vacuna de la viruela es un factor clave, sí; pero para que estemos en esta situación, ha tenido que haber un cambio en la dinámica de transmisión del virus. Es decir, algo ha cambiado que le ha permitido 'independizarse' de los reservorios animales y le ha facilitado instalarse en poblaciones humanas. La pregunta que ahora tenemos que responder (y a toda prisa) es ¿qué más ha cambiado?

Imagen | CDC

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