Hace ya meses que la mascarilla en el transporte público sólo es cosmética. Y aun así seguirá siendo obligatoria

Llevamos meses preguntado cuándo quitará el Gobierno la obligatoriedad de la mascarilla en el transporte público y la respuesta del Gobierno siempre ha sido la misma: "cuando lo digan los expertos". Pues bien, ahora, según parece, los expertos han hablando y "el grupo de médicos de Salud Pública que guía al Ministerio de Sanidad sobre las medidas COVID" ha propuesto mantenerlo hasta, al menos, 2023. ¿Qué está pasando exactamente con la mascarilla y, lo más importante, cuando parece más probable que se acabe?

¿Por qué sigue siéndolo obligatoria en el transporte público? Lo más parecido que tenemos a una posición oficial son unas declaraciones de Fernando Simón en un acto en Oviedo. El director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias explicó que la obligatoriedad del uso en el transporte público "no se debe a que en autobuses, aviones o trenes haya más riesgo de transmisión que en un concierto masivo, será similar, pero no así la voluntariedad de la exposición".

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Es decir, a efectos prácticos, uno puede elegir ir o no a un concierto, pero desplazarse a menudo se hace de forma obligatoria. "Llevar mascarilla ahí no va a reducir sustancialmente el riesgo a un nivel social, pero sí a nivel individual, de especial interés para los más vulnerables", concluyó.

¿Tiene sentido? Puede tener (algo) sentido. Es más: puede hasta que sea ese el criterio del Gobierno para regular el uso de la mascarilla. Basta con recordar que, tras el primer levantamiento de la obligatoriedad, solo se mantenía su uso en el transporte público, centros sanitarios (incluidas las farmacias), residencias y prisiones. Sin embargo, como ya es una tradición en todo lo que tiene que ver con el coronavirus, el problema es que la normativa tiene problemas de consistencia.

Es cierto que, en los centros sanitarios, la medida se ha mantenido y, muy probablemente, se mantendrá (porque lo cierto es que se llevaba años barajando para los hospitales y parece que se va a aprovechar para consagrarla). Pero, finalmente, se levantó la obligación de usarla para los presos (donde la 'voluntariedad a la exposición' es casi nula) y para los residentes de los centros sociosanitarios (donde, reconozcámoslo, es 'voluntariedad' tampoco existe). Sin embargo, se mantiene en el transporte público, pese a que Sanidad reconoce que su utilidad es más bien limitada.

** **. No obstante, nadie pensaba seriamente que el Gobierno fuera a mover ficha retirando la obligación de la mascarilla en el transporte público. No es momento de hacerlo. Hace unos días, Karl Lauterbach, el ministro federal de Sanidad, pedía a los estados federados que impusieran de nuevo el uso obligatorio de la mascarilla en interiores.

A medida que se acerca el invierno, toda Europa empieza a ponerse nerviosa y las incertidumbres son tan grandes que nadie sabe qué pasará en los próximos meses. Ningún Gobierno parece dispuesto a exponerse a avanzar en a la desescalada para tener que echar para atrás a las pocas semanas. Y eso, me temo, nos dibuja un calendario poco sorprendente: las semanas previas al domingo 28 de mayo de 2023, el día en que se celebrarán las elecciones municipales en el país.

Imagen | Gabriella Clare Marino

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