Trump ha decicido bombardear Siria pese a la amenaza de Rusia. Nos hemos enterado por Twitter

Al alegre punto de la mañana, Donald J. Trump tuiteaba lo siguiente: "Rusia proclama que derribará cualquier misil disparado hacia Siria. Prepárate, Rusia, porque van a llegar, bonitos, nuevos e inteligentes. ¡No deberíais ser aliados con un animal asesino con gas que mata a su gente y lo disfruta!". Y en un abrir y cerrar de ojos, el mundo, vía Twitter, se encaminaba hacia el punto máximo de tensión en la larguísima, complejísima guerra de Siria. ¿Qué está pasando?

Asad y las armas químicas. Que Bashar Al-Asad, el presidente sirio apoyado por Rusia y por Irán, ha vuelto a utilizar armas químicas. O al menos eso sospecha la comunidad internacional. El último ataque se produjo en las barriadas de Duma, en las afueras de Damasco. Asad tiene un largo historial de ataques químicos contra su propia población. No tienen función estratégica o militar alguna y se realizan con armamento prohibido por Naciones Unidas. Para Trump es una línea roja.

El precedente de 2017. Hace exactamente un año, Al-Asad volvió a recurrir a las armas químicas. Trump aprovechó la ocasión para sacar músculo: actuó de forma unilateral contra determinados puntos estratégicos de su régimen. Los bombardeos le aseguraron una victoria política tanto dentro como fuera de Estados Unidos. Sentó un precedente y dibujó una línea roja: todo ataque biológico contra población civil sería respondido. Es evidente que no ha bastado para frenar a Asad.

El problema de Rusia. Un año después la situación es más tensa. La clave es Rusia. Vladimir Putin ha hipotecado la preeminencia estratégica del Kremlin en Oriente Medio a la supervivencia de Asad. Irán también le apoya. El gobierno ruso niega que se haya registrado ataque químico alguno, al tiempo que ha amenazado con responder a cualquier ataque que Estados Unidos inflija directamente sobre Al-Asad. En concreto, destruyendo los misiles americanos lanzados sobre Siria.

Es otra línea roja. O lo que es lo mismo: un juego de órdagos entre Trump y Putin.

¿Habrá bombardeos? Todo parece indicar que sí. Lo sorprendente de la escalada es que Trump la ha arrastrado a Twitter de forma imprevista y caótica, como es habitual en él. Las aerolíneas ya han cambiado las rutas de los vuelos que tuvieran previsto surcar el espacio aéreo Sirio (o proximidades) en las próximas 72 horas. La cuestión no es tanto la proximidad o naturaleza del ataque estadounidense, sino si Rusia tendrá los incentivos para frenarlos desde el terreno.

EEUU se iba de Siria. Para redondear el extraño puzzle, la Administración Trump había anunciado escasos días antes que buscaba devolver a casa a todo el personal militar desplegado en Siria, pequeño pero significativo. Estados Unidos parecía rendirse al caos eterno del conflicto y abandonarlo a la suerte de Irán y Rusia. El ataque químico de Asad ha frenado sus planes, y ha puesto en evidencia que, por más que le resulte tentador, no puede lavarse las manos en Siria.

Obama probó sin éxito una estrategia parecida, intervenir sin intervenir, estar sin estar. Trump ya ha dado el paso que su predecesor no quiso dar. El siguiente podría ser inédito.

Imagen | Manuel Balce Ceneta/AP

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