La resistencia de lo físico: las ventas de libros y vinilos gozan de una feliz segunda juventud

El advenimiento de la era digital voló por los aires los cimientos de la industria cultural. En un plazo de diez años, la clave de bóveda del negocio discográfico o editorial se vino abajo, fruto no sólo de las descargas y las redes compartidas, sino de una transformación en los usos y costumbres del consumidor. Lo físico, o al menos así lo parecía, estaba avocado al fracaso. Los discos no tenían mayor recorrido que las copias digitales o el streaming. Los aparatosos libros de tapa dura o blanda tendrían poco que hacer frente al surgimiento de los e-book y a la comodidad de transportar doscientos títulos en un ligero aparatito.

A las puertas de la tercera década del siglo, las cosas no son tan sencillas.

Resistencia. Es la palabra que mejor define la obstinación de dos objetos en su día condenados a la obsolescencia: el libro físico y el vinilo. La evolución del segundo es la más llamativa. Relegado al baúl de los recuerdos tras la introducción del casete y del CD, el vinilo pasa hoy por un objeto fetichista, por el ansiado deseo de coleccionistas de toda condición. Así las cosas, sus ventas van a superar a las del CD (que aunque parezca mentira aún se vende) por primera vez en treinta y tres años. Desde 1982 su sino había sido el olvido. Durante la última década, su cuota de mercado ha crecido entre el 18% de 2016 y 2017 al 131% de 2011 y 2012. El año pasado, un 12,9%.

Tapa dura. El caso de los libros físicos es aún más ilustrativo. En EEUU han crecido durante el último lustro, elevando sus ventas a los $696 millones en 2018 (un 1,3% al alza respecto al curso anterior). En el mismo periodo el e-book ha reducido su mercado un 3%. Las cifras son igualmente positivas para las librerías: en Reino Unido Nielsen BookScan registró un crecimiento de $28 millones (2017), mientras las tiendas independientes aumentaron sus ventas por encima del 35% entre 2009 y 2015. Entre 2013 y 2018 la distribución de libros físicos aumentó año a año, mientras los digitales cayeron por debajo de sus registros de 2014.

En España, el e-book representa hoy un rincón exiguo del mercado, el 5,1%, y tras un desplome sostenido entre 2008 y 2012, la industria nacional ha recuperado el aliento año a año.

Matices. ¿Cómo de relevante es la tendencia? Lo sabremos dentro de unos años. No todas las señales son igual de optimistas. En 2019, por ejemplo, la industria editorial británica registraba un descenso de ventas de libros físicos del 5,4%. Era la primera vez en cinco años que su cuota de mercado decrecía. La responsabilidad en este caso no recae sobre el e-book, sino sobre el audiolibro: sus ventas en Reino Unido han crecido un 43% en un abrir y cerrar de ojos, mientras que en Estados Unidos se han disparado al 25% interanual. A día de hoy, la principal amenaza para el libro físico, ese tótem, no viene tanto del e-book como del audio.

¿Por qué? Un reportaje de Vox trataba de ofrecer respuestas a la sorprendente resistencia del libro. La principal: al pasar conectados a nuestros teléfonos la mayor parte del día, el libro físico ha pasado a representar un santuario de paz y tranquilidad, un espacio en el que desconectar de nuestro trabajo, del trajín de las redes sociales y de un tiempo vital más acelerado. El movimiento #bookstagram también ha contribuido. El libro físico sigue reteniendo su estatus cultural, su culto y prestigio. Además, es fácil fotografiar una portada bonita y subirla a IG, pero no tanto hacer lo propio con un Kindle.

Tanto el libro como el vinilo siguen asociados a la experiencia, un valor al alza.

Problemas. A la tendencia le caben peros. Son muy evidentes en el caso de la industria discográfica: en EEUU, el vinilo representa hoy un volumen de negocio de unos $224 millones, mientras el streaming supera los $4.000 millones. La tendencia durante las dos últimas décadas ha sido muy clara, y el porcentaje de ingresos obtenido a través de copias físicas se ha hundido. El 80% de sus ganancias proviene hoy de los dispositivos móviles, y el vinilo, pese a su pequeño renacimiento, ha obtenido un pequeño hueco mercantil gracias a la cultura de la nostalgia y a cierto apego por el coleccionismo. A largo plazo el futuro de la industria está en lo digital.

El libro aguantará mejor. Como explicaron nuestros compañeros de Xataka, en 2018 el 50% de los ingresos de la industria del entretenimiento ya provinieron del entorno digital, y las perspectivas a medio plazo son de paulatino crecimiento del e-book y el audiolibro (en esencia, digital). Otros sectores impresos han corrido peor suerte: tanto en España como en otros países, como Reino Unido, las revistas se han hundido por completo (entre un 24% y un 32% en función del título).

Imagen: Rumman Amin/Unsplash

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