Norris-Bittaker: el espantoso audio que utiliza el FBI para probar los límites de sus agentes

Una versión anterior de este artículo fue publicada en 2018.

Los asesinos en serie y los crímenes más aborrecibles registrados por el ser humano son motivo de fascinación. Lo acreditan numerosas películas, series y novelas de éxito universal cuyos protagonistas están más allá de lo aceptable a nivel moral. Han cruzado líneas para la que la sociedad no suele tener recursos, más allá del asombro y la incomprensión.

La cultura popular que rodea a los crímenes y criminales suele centrarse en un puñado de casos muy célebres, como ilustrara Mindhunter. Pero hay otros que, si bien no son tan famosos, han dejado un amplio poso en la ciencia delictiva y del comportamiento. Uno de ellos se cuenta entre los más dramáticos de la historia de Estados Unidos, no tanto por los hechos (torturas, violación, asesinato de mujeres jóvenes: el pan de cada día de la criminología extrema) sino por el material gráfico y auditivo que los asesinos dejaron tras sus crímenes.

Rompieron los límites mentales de mucha gente. O más bien, de muchos agentes enrolados en el FBI.

Los hechos se remontan al verano de 1979, cuando Roy Norris y Larry Bittaker asesinan a cinco adolescentes californianas. Era una época en la que todavía no había tanto miedo a hacer autostop. Las atraían a sus caravanas y después las secuestraban, torturaban y abusaban sexualmente hasta que sus cuerpos no daban más de sí y espiraban su último aliento. Les apodaron como "los asesinos de la caja de herramientas" y tenían una especial fijación por las zonas erógenas femeninas y los alicates. En ese orden.

Su última víctima conocida, para la que ya tenían bastante experiencia torturadora, fue Shirley Lynette Ledford, de 16 años. Sus asesinos grabaron el audio de aquel terrible y último episodio de su vida, que duró aproximadamente quince minutos. La cinta no está dispuesta para el público general, pero tuvieron que escucharla los miembros del jurado del juicio al que se sometió a los asesinos dos años más tarde.

El sonido de la crueldad más intolerable

Es por esta audición judicial por lo que se explica que la cinta ha trascendido. Aunque puede leerse una transcripción de lo que aparece en la grabación, es recomendable no detenerse en los hechos. Nos vale con quedarnos con que la joven Ledford tuvo que sufrir multitud de ataques, desde la sodomización hasta el repetido golpeo de martillo de una mano y un codo. Las últimas palabras inteligibles de la joven fueron "matadme ya".

En la grabación audiovisual del exterior del juicio Norris-Bittaker podemos ver cómo muchos asistentes salen de la sala a mitad de audición. No pueden soportarlo. A algunos de ellos se les ve llorando, diciendo que nada en esta vida les había preparado para oír aquello. Otros vomitan. Mientras transcurría la audición Bittaker, subido al estrado, sonreía. Para él aquella cinta era la prueba final de que la chica, su compañero y él habían vivido un excitante trío amoroso.

Que la joven pidiese que la matasen no es otra cosa que la prueba definitiva de que él y su compinche sólo habían cumplido con su deseo.

Stephen Kay, el experimentado fiscal en el juicio, dijo que aquel había sido el peor caso con el que se había cruzado en su vida. Afirmó también que, de todos los hombres que habían pisado el pabellón de la muerte en el condado de California, nadie se merecía recibir la pena capital más que Bittaker. Tras las muchas entrevistas que le hicieron después del caso, Kay contó varias veces la pesadilla recurrente que le atormentó durante dos años: mujeres gritando con la vívida voz de la joven Shirley, sufriendo lo indecible, y a las que nunca llegaba a salvar por llegar demasiado tarde.

El detective principal del caso, Paul Bynum, ni siquiera pudo aguantarlo. A sus 39 años se suicidó. En su nota final, Bynum dejó por escrito que no podía soportar la idea de un mundo en el que gente como aquellos criminales pudieran librarse de la cárcel.

De la realidad a la ficción

La cinta de Norris-Bittaker también han llegado a nuestra cultura popular de forma indirecta. Ésta fue una fuente de inspiración para el personaje del agente Crawford (el compañero masculino de Clarice Starling) en El silencio de los corderos.

El director Jonathan Demme era amigo de un miembro de la agencia de inteligencia estadounidense, que le facilitó una copia del audio del crimen. Demme se la hizo escuchar a Scott Glenn para que fuese capaz de comprender mejor el grado de derrota moral que presentan los empleados más veteranos de la unidad de ciencias del comportamiento.

Según contó el actor en una entrevista posterior, apenas tardó unos minutos en empezar a oír la cinta para intentar saltar al otro lado de la mesa y pegarle un puñetazo en la cara a Demm por someterle a aquello. Al finalizar la cinta Glenn rompió a llorar y desde entonces se convirtió en un firme defensor de la pena de muerte.

El agente Crawford.

Aquel agente del FBI que ofreció la cinta para el desarrollo interpretativo de Glenn fue John Douglas. Él es también el autor del libro Mindhunter en el que, precisamente, se basa la serie homónima. El personaje principal de la serie de Netflix está muy inspirado en este profesional, uno de los primeros investigadores de la psicología y los perfiles mentales de los criminales en serie. Si nos fiamos de su criterio, Bittaker fue el individuo más inquietante sobre el que alguna vez se haya investigado.

Como habíamos dicho, esta grabación lo cambió todo. Según el Times Union, esta es una de las pruebas de insensibilización que se siguen utilizando para los futuros agentes del FBI en Virginia, para que comprendan la naturaleza en muchos casos nauseabunda de su trabajo, de ponerse en la piel de las personas más inhumanas de la tierra… Y comprender sus intereses y motivaciones.

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