Llevo 20 años discutiendo con conspiracionistas: estas son mis seis reglas antes de ponerme a ello

A medida que la posibilidad de una vacuna contra el coronavirus parece estar más cerca, la atención también se desvía al problema de las ideas de los antivacunas. Según una encuesta reciente, uno de cada seis británicos rechazaría una vacuna para la COVID-19 cuando estuviera disponible. Aunque la indecisión de la vacuna es un problema complejo con múltiples causas, el número de teorías conspiratorias que circulan sobre el coronavirus no ayuda.

La lucha contra las teorías conspiratorias relacionadas con el coronavirus se llevará a cabo desde múltiples frentes. Es necesaria una amplia campaña de salud pública y que los responsables de las redes sociales controlen la propagación de bulos. Sin embargo, todos podemos ayudar. La mayoría conocemos a alguien que ha sucumbido a las teorías conspiratorias sobre la crisis actual.

Llevo investigando teorías conspiratorias durante más de dos décadas y he hablado con muchos de los que se las creen. Aquí dejo seis reglas que utilizo para hablar con los conspiratorios en un intento por hacerles entrar en razón.

1. Reconoce la magnitud del problema

Hablar con personas que defienden teorías conspiratorias es intrínsecamente difícil. Simplemente poniendo los datos sobre la mesa o señalando contradicciones lógicas en el argumento conspiratorio no suele ser suficiente. Las teorías conspiratorias son, por definición, irrefutables. La falta de pruebas de una conspiración, o las pruebas positivas en su contra, hacen que los conspiranoicos crean que se trata de tejemanejes para ocultar la verdad del público general. Así que equípate con paciencia y prepárate para fracasar.

2. Reconoce que existe una dimensión emocional

Las teorías conspiratorias no resultan tentadoras por sus buenos argumentos, sino por la intensidad pasional que suscitan. Este tipo de teorías se basan en el resentimiento, la indignación y el desencanto con el mundo. Son historias que tratan sobre el bien y el mal, más allá de lo que es verdad o no. Esto hace que las teorías conspiratorias tengan un fuerte aspecto emocional. Las conversaciones pueden subir de tono y acabar siendo una competición de gritos. Así que prepárate para tranquilizar la situación y mantener el diálogo, sin necesariamente tener por qué ceder terreno.

3. Descubre qué es en lo que realmente creen

Antes de intentar persuadir a alguien, intenta averiguar la naturaleza y el contenido de sus creencias. Cuando se trata de teorías conspiratorias, el mundo no se divide entre "creyentes" y "escépticos": hay muchas posturas intermedias.

Una minoría de los conspiratorios más extremistas tratan las teorías conspiratorias como la pura verdad y son particularmente resistentes a ser persuadidos de lo contrario. Otros puede que no se consideren como "creyentes", pero están dispuestos a aceptar que las teorías conspiratorias tienen algo de cierto y por lo menos están haciendo las preguntas oportunas. Establecer la naturaleza y la extensión de las creencias de una persona hará que te resulte más fácil preparar tu respuesta.

También puedes intentar descubrir qué teoría conspiratoria defienden en concreto, ¿la tecnología 5G o Bill Gates están detrás del coronavirus? ¿Ambas a la vez? ¿Qué vídeos o páginas web utilizan como referencia? Una vez que lo sepas, recopila la mayor cantidad de pruebas irrefutables de fuentes fidedignas, incluyendo varias páginas web independientes de verificación de datos. La documentación te ayudará a dirigir la conversación al fondo de las afirmaciones. Nunca cuestiones la inteligencia o el sentido moral de la otra persona, puesto que es la forma más rápida de terminar una conversación.

4. Establece puntos en común

Uno de los principales problemas de las teorías conspiratorias es que no se limitan a cuatro locos con cascos de aluminio o a los extremistas políticos. En tiempos de crisis e incertidumbre, pueden contaminar las opiniones de otras personas que normalmente son razonables.

Las teorías conspiratorias hacen que la realidad parezca menos caótica y se aprovechan de inquietudes bien fundamentadas sobre el mundo, como la concentración del poder económico y político, la vigilancia de masas, la desigualdad o la falta de transparencia política. Por eso, cuando se habla de teorías conspiratorias, hay que empezar reconociendo esas inquietudes generales y limitar la discusión a si las teorías conspiratorias pueden proporcionar una respuesta adecuada o significativa al respecto.

Son muchas las personas que descubren las teorías conspiratorias a través de una curiosidad legítima, aunque errónea, sobre cómo darle sentido al mundo. Los conspiranoicos a veces se ven a sí mismos como escépticos razonables e investigadores autodidactas sobre temas complejos. Evita criticar o burlarte de dichas características y en su lugar coméntalo como algo que, en principio, puedes apreciar y valorar. Al fin y al cabo tu objetivo no es reducir su curiosidad o hacer que sean menos escépticos, sino cambiar aquello que les causa curiosidad o escepticismo.

Las teorías conspiratorias suelen sonar convincentes porque comienzan con una exposición detallada de hechos científicos o históricos creíbles. El problema es que dichos hechos y argumentos llevan a conclusiones extraordinarias. El sustento verídico en el que se basan este tipo de teorías es un buen punto de partida durante una discusión. Estar de acuerdo en alguno de los hechos te permitirá centrarte en ese toque de fantasía extra que hace que dos más dos sean cinco.

5. Pon a prueba los hechos y evalúa sus argumentos

Para desacreditar las teorías conspiratorias hace falta un enfoque doble. Primero es necesario poner a prueba los hechos y sus orígenes, abordando afirmaciones específicas y discutiendo qué es lo que hace que una fuente sea fidedigna. Ofrécete para echarle un vistazo a las pruebas juntos, incluyendo páginas web donde podáis verificar las fuentes.

Si estás hablando con un creyente acérrimo, probablemente no se vaya a involucrar en algo así. Pero sí todavía le queda un poco de razonamiento, existe la posibilidad de que lo haga y empiece a cuestionar sus opiniones. El segundo enfoque consiste en poner en tela de juicio la relevancia y la importancia de las conspiraciones en general. Una opción podría ser señalar que, a lo largo de la historia, las teorías conspiratorias no han tenido mucho éxito.

Por ejemplo, las alegaciones durante muchos años de los negacionistas del SIDA de que los antirretrovirales son más perjudiciales que el virus en sí no solamente fueron desmentidas, sino que contribuyeron a cientos de miles de muertes en el África subsahariana. Un caso más reciente son las afirmaciones de que la vacuna de la polio causa esterilidad, provocando que la enfermedad resurgiera en Nigeria, Pakistán y Afganistán.

Las alegaciones relacionadas con el coronavirus son del mismo estilo. Situando estas teorías conspiratorias en su contexto histórico podemos demostrar que no ofrecen nada nuevo y desvían la atención de las preguntas que realmente nos deberíamos hacer sobre la pandemia y sus causas. Con estos datos la persona en cuestión podría animarse a dirigir su curiosidad y escepticismo a causas más útiles.

6. Por último, sé realista

Obviamente no hay garantías de que estos consejos vayan a ser efectivos. No existen argumentos irrefutables o estrategias infalibles que hagan que todos los conspiranoicos se conviertan en escépticos. Por lo tanto, mantén tus expectativas a niveles realistas. El objetivo de hablar con los defensores de este tipo de teorías no es convencerles, sino darles motivos para reflexionar y con suerte permitirles desarrollar gradualmente una resistencia a la tentación de creerse ciertas teorías conspiratorias.

Imagen: Hahn Lionel/ABACA

Autor: Jovan Byford, profesor en Psicología, The Open University.

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.

Traducido por Silvestre Urbón.

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