Así es como la industria ganadera está contribuyendo a dos de los principales males de la humanidad

La última vez que pregunté cuál era el animal más peligroso del mundo, las respuestas fueron bastante divertidas. Algunos me dijeron que el velociraptor, olvidando que, en fin, vivimos en el siglo XXI. Otros me dijeron que el mosquito o algún tipo de bacteria (si es que a esto se le puede llamar animal) y hubo uno, incluso, que me dijo que el animal más peligroso era Messi en la final de la Champion Leage. Pero no.

Como siempre pasa, el animal más peligroso del mundo es el que menos nos esperaríamos. Los dos mayores retos a los que se va a enfrentar la humanidad en el próximo siglo, el cambio climático y el fin de los antibióticos, tienen como aliado a la industria ganadera y muy especialmente a las vacas, malditas y monísimas vacas.

Donde nace el cambio climático

El mundo tiene más de mil quinientos millones de vacas. Las cifras bailan, porque cada día que pasa somos mejores midiendo los gases invernadero y averiguando de donde vienen, pero al menos el 14,5% de todos los que se emiten cada año son producidos por el ganado.

La mayoría, por tamaño y por número, se deben a las vacas. En realidad, no podemos decir que estrictamente sea culpa de ellas. La hierba, la base de su alimentación, es algo difícil de digerir. El elaboradísimo proceso de digestión con el que el ganado tiene la desgracia de convivir produce muchas cosas, pero una especialmente preocupante: el metano.

Y creedme, no somos capaces de hacernos una idea de la magnitud del problema. Cuando hablamos de gases invernadero solemos hablar del dióxido de carbono, pero lo cierto es que el CO2 es para aficionados. El metano es unas 30 veces más peligroso para el cambio climático que el dióxido, es el segundo gas más importante del efecto invernadero y, según los modelos de los que disponemos, ha sido el causante de una quinta parte del calentamiento global.

Ahí juegan un papel fundamental los pantanos, los hidrocarburos y sí, el ganado. Afortunadamente, hay algunos métodos para resolver el entuerto. Algunos investigadores están intentando crear tipos de hierbas más ecológicas y fáciles de digerir, pero los estudios que se han realizado sobre el control de la dieta de los bovinos nos dicen que ni siquiera hace falta eso. Cosas tan sencillas como añadir algas al menú hacen que la cantidad de metano expulsado se reduzca dramáticamente.

Eso no quiere decir que las vacas, que la industria ganadera en general, vayan a dejar de ser un problema. Ni mucho menos. Pero, al menos, hay una salida factible. Algo que no podemos decir del otro gran problema vacuno.

Donde nacen las superbacterias

Un escocés, que llamaremos así al azar, Alexander Fleming, se encuentra en un placa de Petri algo que no debería estar ahí. No sólo hay un hongo, sino que ese hongo se ha cargado todas las colonias de Staphylococcus aureus que había en el cultivo.

Así descubrimos la penicilina. Años más tarde, cuando vinieron los del nobel, el mismo Fleming atribuiría a una ventana abierta la feliz contaminación de la placa de Staphylococcus. Era mentira. La verdad es que Fleming era tremendamente desordenado y, una cosa llevó a la otra, ese fue el día en que descubrimos la penicilina.

En su discurso de recepción del premio Nobel, sir Alexander Fleming nos avisó del peligro de las resistencias. Si usábamos mal los antibióticos, las bacterias aprenderían a vencerlos y, entonces, el mundo que habíamos creado (un mundo donde la gente no moría de un sencillo corte o un simple resfriado) desaparecería para siempre.

Digamos que no hay nada menos flemingiano que un ganadero. El problema es que todos los seres vivos, y no sólo los seres humanos, nos vemos afectados por enfermedades infecciosas. También los animales de la industria ganadera. De hecho, para ellos es una cuestión muy importante. Animal muerto es animal perdido (y, en el caso de enfermedades infecciosas, estamos hablando de perder muchísimos).

Por eso, ante la duda, la industria lo tuvo claro: medicarlos como si no hubiera un mañana. Y este uso brutal de los antibióticos está resultando ser el mayor entrenamiento para superbacterias del mundo. Ahí, pastando en las praderas de medio mundo o estabuladas mientras comen pienso, viven las bacterias que, más tarde o más temprano, nos devolverán al siglo XIX.

Sin soluciones a la vista

Personalmente, estoy convencido de que el veganismo es el futuro. En el futuro, es la clave. Yo no lo soy; es más, la simple idea de dejar de comer carne me da repelús. Pero hay fuertes mecanismos psicológicos y sociales que sugieren que a medida que la sociedad se aleja del sector primario, el veganismo ganará fuerza. No obstante, hoy por hoy y siendo generosos, eliminar la carne de la dieta sólo soluciona los problemas de conciencia.

La dimensión del problema de la industria ganadera actual hace que sólo pueda controlarse con políticas internacionales, controles sanitarios y estándares climáticos muy estrictos. Pero por ahora, hablamos de un problema que no existe porque nadie le presta la atención que merece. Aunque cuesten miles de millones de dólares o maten a millones de personas.

No hace falta decir que esta no es una historia de vacas asesinas, sino de cómo hemos permitido que la industria ganadera se convierta en un arma contra nosotros mismos. Otra vez. Pobres vacas.

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