La ciencia detrás del INVENT: el verdadero motivo por el que ahora creemos que todo es mentira

En los últimos meses, sobre todo en las redes sociales, se ha venido hablando del 'INVENT'. Aunque es difícil de definir de forma sencilla, INVENT es la tendencia a inventarse (o embellecer) historias personales. Lo que durante años se ha denominado "vaya película que te has montado", solo que actualizado a la era de internet.

¿Por qué inventamos? ¿Y, sobre todo, por qué tenemos la sensación de que todo es mentira? Me hace especial ilusión hablar de estos temas porque, antes de dedicarme al periodismo, yo mismo trabajaba como investigador en psicología de la mentira. De hecho, aunque pueda sonar presuntuoso, creo que hice alguna aportación original. Pero antes, un poco de contexto.

Bedrager, Reede y la psicología de la mentira

Aunque las primeras discusiones sobre el INVENT (la tendencia a inventarse anécdotas personales) se pueden encontrar en el Ion de Platón o en el De lineis insecabilibus de Aristóteles, la primera persona que lo investigó científicamente fue Den Bedrager, un psicólogo danés de la Universidad de Dakota del Norte en Stanley.

El psicólogo danés Den Bedrager en la Universidad de Dakota del Norte

Bedrager está considerado uno de los mayores expertos en la psicología de la mentira que han existido y su trabajo más conocido logró demostrar en un estudio ya clásico que, efectivamente, los niños y los borrachos decían siempre la verdad (o, al menos, la decían con mucha mayor probabilidad que el resto de la población).

En cierta forma, es mi padre intelectual. O mi abuelo, porque yo no estudié directamente con él. En 2007, y gracias a una beca de investigación, pude pasar un año en la Universidad de Massachusetts Amherst trabajando con el profesor Fletcher Reede.

Junto a la ego depletion y los experimentos de Milgram, la teoría Berdrager-Reede es una de los descubrimientos psicológicos con mayor consenso científico

Reede había sido asistente de Den Bedrager en Dakota del Norte y le había ayudado en su investigación clásica sobre niños, bebida y propensión a la mentira. Durante años buscaron cuál podía ser el mecanismo causal por el que la verdad era más poderosa en preadolescentes y en personas bajo los efectos del alcohol. No fue una tarea sencilla.

Precisamente fue Reede, permanente candidato al nobel, quien encontró una respuesta. En su tesis doctoral, defendió una idea revolucionaria: el origen vírico de la mentira. Casi por casualidad mientras revisaba muestras de sangre, Reede encontró un virus (de la familia de los Kramerviridae) cuya presencia estaba directamente relacionada con las mentiras.

El Kramervirus seinfeldiae es muy común en los seres humanos y fue uno de los primeros en aislarse a finales del XIX. Pero hasta el trabajo revolucionario de Reede, la comunidad médica pensaba que era asintomático. Reede no solo descubrió que el Kramervirus era sensible al alcohol, sino que identificó su sutil efecto en varios neurotransmisores cerebrales.

Primera fotografía con un microscopio electrónico del Kramervirus seinfeldiae (Ernst Runka: 1926)

Sobre todo, afecta a la oxitocina, la llamada 'molécula de la moralidad', con el resultado de que, a mayor número de copias del virus, menor es el aprecio por la verdad. Hoy por hoy, la idea de que la tendencia a mentir está provocada por un virus sensible al alcohol está en todos los manuales de psicología y en cualquier libro de instituto: en aquella época fue terriblemente polémica.

Cuando yo llegué a Amherst, la teoría ya gozaba de aceptación. Estaba claro que un virus no podía explicar todo el comportamiento inmoral, pero sí que podía explicar una gran parte. O eso estábamos descubriendo.

"La psicovirología ya es una rama rigurosa, extensiva y de rápido crecimiento dentro de la psicología" (Skinner, 1974)

Mi trabajo consistía en diseñar un antiviral que pudiéramos usar con seguridad en seres humanos. Es decir, estábamos buscando un tratamiento farmacológico para la sinceridad. Si ahora que llevamos varias décadas de trabajo parece una locura, en aquellos años presentarse como 'psicovirólogo' era sinónimo de que te miraran como si fueras un alienígena.

Pero la teoría funcionaba, vaya que si funcionaba. Por lo que sabemos hasta ahora, el virus solo puede "inocular la mentira" si infecta a los niños antes de la pubertad. Una vez que los mecanismos neuronales están maduros su capacidad moduladora es mucho menor.

En 2012, un equipo de epidemiólogos de la Universidad de Estocolmo analizó el patrón de contagio de los niños y propusieron una versión estricta de homeschooling para aislar a los infantes del virus hasta la pubertad al modo en que se aísla a los 'niños burbuja'. Aquí mismo en Magnet, hace un par de meses, os hablé de el primer ensayo clínico de esta idea que estaba funcionando en Florida y que tendría a 120 niños en 'aislamiento' durante una década. Pero, sin lugar a dudas, lo más curioso no es esto.

Lo que sabemos (de verdad) sobre la mentira

Lo más curioso es que, efectivamente, todo lo de arriba es mentira. Una mentira enorme y desproporcionada. Vamos, un INVENT como una catedral. Nuestro conocimiento científico sobre la mentira es hasta cierto punto contraintuitivo, pero no tanto como un virus zombi y mentiroso.

Lo cierto es que mentimos muy poco, casi nada. Todas las investigaciones coinciden en lo mismo: las mentiras son algo relativamente poco común. ¿Qué son 1.66 mentiras piadosas y 0.41 mentiras grandes por persona al día?

Además, las mismas investigaciones nos dicen que, bueno, "unas pocas personas son responsables de la mayor parte de las mentiras que se producen" o, lo que es lo mismo, la mayor parte de la gente es honesta durante la mayor parte del tiempo.

No es distinto con los INVENTs

Los INVENT no son más que mentiras. Mentiras especiales, eso sí. Mentiras en las que intervienen otros dos sesgos más: el deseo de sentirnos aceptados por los demás y el hecho de que siempre somos mejores engañándonos a nosotros mismos que engañando a los demás.

En 1976, Richard Dawkins ya explicó que la mejor forma de entender el autoengaño es que era una forma evolutivamente muy refinada de engañar a los demás. Por ello, la imagen que tenemos de nosotros mismos se basa en información sesgada, en razonamientos sesgados y en recuerdos sesgados. De ahí al INVENT, a 'modificar nuestras historias para hacerlas más atractivas', hay un paso.

Se miente muy poco

Y, sin embargo, INVENTamos (y mentimos) muy poco. Parece extraño, ¿verdad? ¿Cómo es posible que la gente no sea una mentirosa compulsiva? Pues la respuesta es más extraña aún: no mentimos más porque somos realmente malos detectando si alguien miente o no.

Esto es algo muy estudiado. La probabilidad de saber si una persona está diciendo una mentira o no es del 54%. Es decir, solo ligeramente mejor que el azar. De hecho, como explica Barrada, ni siquiera ese 4% se debe a nuestra capacidad, sino a los "mentirosos transparentes", gente que sencillamente no sabe mentir.

A los mentirosos se les coge a posteriori, cuando sus historias y versiones empiezan a fallar. Sobre la marcha, ni los profesionales mejor entrenados para ello (policías, jueces o fiscales) son capaces de pillar a un mentiroso con fiabilidad.

Y eso precisamente, es lo que hace que mintamos poco. En un mundo donde detectar al mentiroso es muy difícil, la reputación es todo y jugar con ella es muy arriesgado. El balance entre lo que ganamos con una mentira y lo que podemos perder en imagen personal hace que mentir no sea rentable.

Entonces, ¿Por qué todo nos suena a INVENT?

La verdad es que no hay ningún motivo para pensar que las personas hemos dejado de ser honestas durante la mayor parte del tiempo, ni que el INVENT esté erosionando la conversación pública. Por eso, lo más interesante de todo esto no que la gente invente, sino que hoy por hoy estamos convencidos de que la gente miente en las redes sociales.

Es cierto que no tenemos ningún motivo evidente, pero también es cierto que es razonable. La conclusión más elemental que podemos extraer de la investigación sobre la mentira es que la sociedad no puede sobrevivir en un estado de incertidumbre sobre la verdad.

Ante esa incertidumbre, los mecanismos sociales se activan y empezamos a desconfiar. No hace falta que esa incertidumbre crezca demasiado, habituados como estamos a la honradez, un incremento muy pequeño activa todas las alarmas. La hipersensibilidad hacia el INVENT es una muestra de ello. Somos nosotros defendiéndonos contra una mentira que creemos generalizada.

Imágenes | Thomas Gest, Tristan Schmurr

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