EEUU desembarcó en una isla vacía durante la Segunda Guerra Mundial. En nueve días tuvo más de 300 bajas

La historia de una de las misiones más infames de la Segunda Guerra Mundial. Cuando Estados Unidos luchó contra una isla fantasma

La complejidad de las guerras y los conflictos militares también ha resultado en innumerables sacrificios humanos de difícil explicación. En el marco de la Segunda Guerra Mundial, pocas misiones fueron tan rocambolescas como el intento de toma de las fuerzas aliadas de una isla donde no había absolutamente nadie. Esta es la historia del surrealismo belicista en su máximo esplendor: la toma de una isla fantasma, y aún así se dieron más de 300 bajas entre muertes y heridos.

Si te digo Attu es posible que no te suene de nada, al igual que Kiska. En ambos casos nos referimos a los rincones más septentrionales del Pacífico, enclaves que forman parte de las llamadas Islas Aleutianas. En esencia, estamos ante un archipiélago de 14 islas más o menos grandes, y 55 más pequeñas que se convirtieron en territorio de Estados Unidos en 1867, cuando compró Alaska al Imperio Ruso.

Anteriormente, los nativos de las Islas aleutianas se conocían originalmente como los Unangan, y los comerciantes de pieles rusos que llegaron a la región a mediados del siglo XVIII fueron los que los rebautizaron como aleutianos.

Sin embargo, desde el “intercambio” con los rusos pasando a ser propiedad estadounidense, la zona no fue más que una base para barcos cazadores. ¿Cómo se llegó a semejante acontecimiento?

La campaña de las islas Aleutianas

Botes de desembarco llevando a los soldados de la fuerza de desembarco del sur y su equipo a la playa de Massacre Bay, Attu, Islas Aleutianas.

Para entender lo ocurrido aquellos días debemos retroceder un año antes en la historia. Entonces se inició lo que posteriormente se ha conocido como la campaña de las islas Aleutianas, una iniciativa militar con Estados Unidos y Japón como protagonistas y el intento de ambos por hacerse con las islas más orientales del territorio de Alaska, todo ello, por supuesto, en el marco del teatro de operaciones del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial.

En el mes de junio de 1942, seis meses después del ataque japonés a Pearl Harbor, Hawaii, que llevó a Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial, los japoneses atacaron las Aleutianas. Después de llegar al archipiélago, llevaron a cabo ataques aéreos en Dutch Harbor, sitio de dos bases militares estadounidenses, en este caso el 3 y 4 de junio. Luego, los japoneses tocaron tierra en la isla Kiska el 6 de junio y en la de Attu al día siguiente.

Las tropas japonesas establecieron rápidamente bases militares en ambas lugares, islas que, recordemos otra vez, habían pertenecido a Estados Unidos desde 1867. Capitaneados por el almirante Isoroku Yamamoto, comandante en jefe de la Flota Combinada de la Armada Imperial Japonesa (IJN), los japoneses pensaron que ocupando lugares estratégicos clave a lo largo de las Aleutianas, podrían controlar y defender el perímetro norte de su imperio en expansión en el Pacífico.

En el lado estadounidense, la invasión se veía desde otro prisma. Desde luego, no era una cuestión estratégica, pero el orgullo del país les obligaba a mirar aquellos dos pedazos de tierra que les habían pertenecido desde 1867. No solo eso. Attu y Kiska fueron los primeros territorios estadounidenses conquistados por tropas extranjeras desde 1812 y la guerra con los británicos. Es posible que la contienda hubiera terminado con los japoneses en esas islas, nunca lo sabremos, pero la presión pública por recuperarlas fue imposible de ignorar. Si Estados Unidos iba a llevar al mundo libre a la victoria, no podía ceder ni un centímetro de su suelo debería a manos del enemigo.

En Estados Unidos también temían que la ocupación japonesa pudiera ser el primer paso hacia un ataque contra Alaska continental o incluso el noroeste del Pacífico de Estados Unidos. Con todo, y a pesar de la presión nacional, los altos mandos estadounidenses prestaron relativamente poca atención a las bases japonesas en Attu y Kiska al principio, en parte porque todavía se estaban recuperando del ataque a Pearl Harbor y en el proceso de acumular fuerzas en el Pacífico Sur y prepararse para la guerra en Europa.

De hecho, en los primeros meses después de que Japón ocupara las dos islas, el ejército estadounidense sólo llevó a cabo bombardeos ocasionales desde las islas Aleutianas cercanas.

Bloqueo naval estadounidense

Desembarco aliado en la isla Kiska

Durante los meses posteriores a su ocupación, los soldados japoneses aprendieron a aclimatarse a las condiciones extremas de Attu y Kiska, y la marina japonesa mantuvo a los soldados relativamente bien abastecidos. Sin embargo, en enero de 1943, las fuerzas del ejército estadounidense en el Comando de Alaska habían aumentado a 94.000 soldados, y hacía muy poco tiempo se habían construido varias bases en otras islas Aleutianas. El 11 de enero, tropas del Comando de Alaska desembarcaron en la isla Amchitka, a menos de 100 kilómetros de Kiska.

Para la primavera de 1943, Attu contaba con bases de 2.500 hombres, mientras que Kiska tenía alrededor de 6.000. En ambas islas, los japoneses construyeron un formidable sistema de defensa en el interior de la misma. Sin embargo, los japoneses no tardaron mucho en darse cuenta del sinsentido de aquella invasión. Tener dos islas en la parte remota del Pacífico, cuando las principales operaciones del Teatro del Pacífico tenían lugar a miles de kilómetros de distancia, no era una gran ventaja.

Además, los japoneses se encontraron con otro contratiempo. En marzo de 1943, el contralmirante de la Armada de Estados Unidos, Thomas C. Kinkaid, había establecido un bloqueo naval tanto de Attu como de Kiska que restringió el flujo de suministros a los ocupantes japoneses. El 26 de marzo de 1943, barcos japoneses en el mar de Bering intentaron entregar suministros y refuerzos a Attu, pero fueron descubiertos por barcos estadounidenses que patrullaban el área y los dos bandos se involucraron en lo que se conoció como la Batalla de las Islas Komandorski.

La flota japonesa superó en número a la flota estadounidense e infligió daños más graves, pero después de varias horas de lucha, los japoneses se retiraron. Además de quedarse sin combustible y municiones, temían la llegada de bombarderos estadounidenses. En este punto es importante recordar que los japoneses tampoco eran conscientes de la magnitud del daño que habían causado a la flota estadounidense.

Tras la batalla, los soldados japoneses en Attu y Kiska, ahora prácticamente aislados, se vieron reducidos a escasos suministros entregados esporádicamente por submarino. Aprovechando estas condiciones, los estadounidenses se prepararon para desembarcar tropas para el combate terrestre contra las bases japonesas.

Operación Landcrab

Soldados estadounidenses bajando de sus lanchas de desembarco en las costas de la isla Kiska

Tras el asedio de varias semanas bombardeando Attu y Kiska por mar y aire, dio comienzo a lo que se conoció como Operación Landcrab el 11 de mayo de 1943, es decir, el desembarco de 11.000 soldados en Attu. Las tropas japonesas, muy superadas en número, se retiraron a un terreno elevado en lugar de disputar los desembarcos iniciales. Con todo, los estadounidenses, con uniformes y equipos mal diseñados para las duras condiciones climáticas, sufrieron más bajas por congelación, gangrena y otras enfermedades que por el fuego enemigo.

Poco antes del amanecer del 29 de mayo, los japoneses iniciaron una de las mayores cargas banzai de la guerra en el Pacífico. Las tropas de Yamasaki cargaron salvajemente contra las líneas estadounidenses, arrasando sus puestos de combate y penetrando hasta las tropas de apoyo sorprendidas en la retaguardia del campamento estadounidense. Aún así, la táctica japonesa finalmente fracasó.

Un total de 2.351 soldados japoneses dieron su vida defendiendo la isla Attu. Sólo 28 de ellos sobrevivieron. Sin embargo, la operación Landcrab también fue un duro golpe para los estadounidenses: 3.829 bajas, de las cuales 549 murieron. Para los estadounidenses, el siguiente y último objetivo estaba claro: Kiska.

Operación Cottage

Los aviones Ventura patrullan los cielos durante el desembarco aliado inicial en la isla Kiska.

Alertados por las numerosas bajas afligidas en Attu y por la destreza e ímpetu de los soldados japoneses. Las tropas estadounidenses tenían el miedo en el cuerpo por lo que se podían encontrar en Kiska. Los comandantes estadounidenses se aseguraron de que sus soldados tuvieran mejor equipo y ropa adecuada para el asalto.

Pero cuando llegó el gran día y los barcos estadounidenses se acercaron a Kiska el 15 de agosto de 1943, había algo muy raro en el ambiente, una calma demasiado tensa. El tiempo estaba extrañamente despejado y el mar tranquilo, y los aproximadamente 35.000 soldados desembarcaron en la costa occidental de la isla sin oposición.

Durante todo ese tiempo se cubrió el asalto desde mar y aire. En la operación participó toda una flota de 100 buques. Lanzaron proyectiles contra supuestas posiciones japonesas: 330 toneladas sólo durante el primer día del desembarco. La 11.ª Fuerza Aérea también hizo su parte con 424 toneladas de bombas lanzadas sobre Kiska desde mediados de julio.

Fue más que suficiente para silenciar la defensa costera japonesa.

Fue tal el asedio, que no se disparó ni un solo proyectil contra las tropas de desembarco. Los japoneses, al contrario que en Attu, no mostraron absolutamente ninguna resistencia. Sin embargo, eso no ahuyentó el miedo de los soldados. Pensaron que los japoneses los estarían esperando en las colinas como que Attu. Con el sonido del grito de guerra japonés en sus cabezas y el miedo en todo el cuerpo, los soldados avanzaron lentamente hacia el interior.

Desorientados por la niebla, los estadounidenses creían ver enemigos por todas partes. Paralizados y asustados, disparaban al menor sonido. De hecho, varios soldados murieron por fuego amigo durante el primer día de la ofensiva. Y sin embargo, los japoneses no estaban por ninguna parte. Daba igual. La paranoia estaba instalada, y los soldados informaron haber descubierto harinas de arroz caliente en búnkeres, e incluso decían escuchar a los soldados japoneses gritar.

Parte de la enorme flota estadounidense anclada en el puerto de Adak, en las Aleutianas, lista para actuar contra Kiska

Entonces se produjo un hecho que agrandaría la magnitud del desastre de la misión. Un día después del desembarco estadounidense, el 16 de agosto, las fuerzas aliadas canadienses desembarcaron en la parte noroeste de la isla y se trasladaron tierra adentro sin conocimiento de la situación de las tropas estadounidenses. Asustados y afectados por las horribles condiciones climáticas en la islas, al igual que sus camaradas estadounidenses, los canadienses también resultaron tener un gatillo fácil.

El primer día también se toparon con aparentes enemigos. Se inició así un tiroteo que acabó con cuatro canadienses muertos y 28 muertos en el "otro lado". Desafortunadamente, no eran japoneses, sino estadounidenses. La ansiedad y las condiciones climáticas habían provocado que los aliados abrieran fuego entre sí, creyendo que disparaban contra los japoneses. Los días siguientes, estadounidenses y canadienses continuaron barriendo la isla, pero no encontraron ni un alma japonesa por ningún lado.

Peor aún, el número de víctimas siguió aumentando: más fuego amigo y soldados que fueron víctimas de minas y trampas japonesas. En un solo día, el 18 de agosto, murieron 70 marineros cuando el destructor Amner Read chocó contra una mina al entrar en el puerto de Kiska.

Soldados lanzando granadas de mortero de trinchera sobre la cresta hacia posiciones japonesas, Attu, Islas Aleutianas.

Finalmente, el 24 de agosto, Kiska fue declarada segura. ¿Dónde demonios habían ido a parar todos los japoneses? Al parecer, los aviones estadounidenses no se dieron cuenta de que habían abandonado la isla. Tras la derrota en Attu y al darse cuenta de que no tenía sentido permanecer en Kiska, decidieron abandonarla. El 28 de julio, en un solo día y apoyados en la densa niebla, los cruceros, destructores y barcos de transporte japoneses recogieron a toda la base y la llevaron a un lugar seguro en las islas Kuriles.

¿Dónde estuvo el error entonces? Desde el día que los japoneses decidieron abandonar la isla, la inteligencia estadounidense informó de una reducción de la actividad en la isla después de esa fecha, pero tal y como cuentan los libros de historia, el comandante de la operación, el contraalmirante Thomas C. Kinkaid, pensó que era sólo una farsa y que en realidad estaban esperando en las montañas.

No fue así, y en la memoria histórica de los acontecimientos bélicos de la Segunda Guerra Mundial quedó grabado a fuego una misión de desembarco a una isla fantasma, completamente vacía, donde perdieron la vida más de 90 hombres y otros 221 resultaron heridos. Nunca antes se perdieron tantas vidas luchando contra fantasmas.

Imagen | National Park Service, Library of Congress, National Museum of the U.S. Navy, U.S. Army Air Forces

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