Crónica de un infierno: así viví el incendio en mi aldea gallega

Esta es una gota en un mar de lágrimas. Una más de las miles de situaciones que, por desgracia, se vivieron ayer y se siguen viviendo en Galicia.

Dicen que los gallegos estamos acostumbrados a la lluvia, pero la realidad es que empezamos a estar acostumbrados al fuego. Verano a verano se viene repitiendo la misma pesadilla, pero lo vivido ayer en Galicia, Asturias y Portugal no tiene nombre.

Ayer iba a ser un día genial. Celebraba en mi aldea, Fornelos da Ribeira, mi cumpleaños conjuntamente con mi prima de 10 años. Somos una familia muy grande, y ayer habíamos conseguido reunir a 20 miembros, algo que no es sencillo (logísticamente).

Además de los dos cumpleaños, ayer iba a ser un día especial. Me había pasado todo el verano escaneando las fotografías y negativos que había encontrado en mi casa y en las de algunos familiares. Había conseguido un proyector y al terminar de comer la idea era ponérselas de sorpresa junto a unos VHS's que consiguiera digitalizar.

Nada de eso llegó a pasar. Ya por la mañana se veían algunos incendios en montes cercanos, pero en ese momento no imaginábamos lo que nos deparaba el día. Estábamos colocando una sábana vieja a modo de pantalla, cuando recordé que tenía que ir a buscar algo a mi casa (las casas de mis tíos y la de mi madre están pegadas).

Viento, humo y hojas secas: las señales del fuego

Al salir noté un calor que no era normal. Toda mi familia estaba en la cocina esperando, y de camino a mi casa vi que había un humo demasiado negro y demasiado cerca. Empecé a andar por un camino en medio del bosque, atajando para llegar a la carretera, cuando vi esto:

El huracán Ophelia no estaba ayudando. Mientras veía el humo, paralizado, las hojas secas a mi alrededor se movían en remolinos. Fue entonces cuando escuché las campanas de la iglesia, eso significaba que necesitaban ayuda. Se trataba de Lourido, una aldea muy pegada a la nuestra y de la que somos casi como hermanos.

Volví rápido a mi casa y se lo dije a mi familia. En muy pocos minutos ya se habían llenado varios coches e íbamos hacia donde salía el humo. En esos momentos tampoco sabíamos lo que se nos venía encima, pero pronto lo supimos.

La zona era muy complicada, ya que es una ladera por la que sube una pequeña carretera con curvas y las casas están pegadas al monte. A lo lejos estaba el humo negro y se podía apreciar la combustión de eucaliptos a toda velocidad.

"En aquellos momentos sabíamos que cuando el fuego llegara a aquella zona no tendríamos mucho que hacer"

Fuimos a las casas que estaban más arriba y allí la tensión era máxima. Ayudé a una señora mayor a traer una manguera gigantesca hacia el monte y varios vecinos mojaban la zona para intentar hacerle el trabajo más difícil al fuego. De todos modos, en aquellos momentos sabíamos que cuando el fuego llegara a aquella zona no tendríamos mucho que hacer.

Lo realmente impresionante es que en un abrir y cerrar de ojos el fuego estaba entre nosotros. El nerviosismo era contagioso, y no me quiero imaginar lo que estaban sintiendo las personas que estaban defendiendo sus casas.

El problema es que el fuego no avanza por un lado solo, y comenzó a bajar por otro lado inferior de la ladera, y los que estábamos arriba corríamos peligro de quedar encerrados. En un abrir y cerrar de ojos, se hizo la noche.

De repente se hizo de noche: una escena que no olvidaré

Cuando el fuego estaba casi encima, yo estaba en un lateral llenando cubos de agua que otras personas llevaban hacia arriba. Fue entonces cuando escuché la frase:

"¡Está chegando á casa! ¡Está chegando á casa!"

Empecé a correr hacia atrás con la manguera y la escena que vi a continuación creo que nunca la olvidaré. Entré por el portalón de piedra y delante de mí sólo veía siluetas: la silueta de la casa, siluetas de personas, etc. Esas siluetas aparecían sobre un telón de fuego que quemaba la vista. Era como un edificio en llamas en medio del bosque, no había nada que hacer. Comenzamos a gritar que había que salir de allí.

As Neves, en la provincia de Pontevedra, anoche. (Alba Sotelo/GTRES)

Estábamos solos: ni bomberos, ni Guardia Civil, nada. Demasiados incendios para una sola tarde. Empecé a correr hacia abajo, gritando a todos que había que salir de allí, y notaba como la adrenalina corría por mis venas.

No os voy a mentir, pero en ese momento sentí mucho miedo. Pensé "así es como muere la gente". Recé para que al llegar a la curva no hubiera fuego y pudiera seguir hacia abajo, lugar en el que estaban los coches. Este vídeo se grabó sin querer mientras corría. No se aprecia mucho, pero eran las 16:00 en un día soleado y parece de noche:

Hay un dicho en Galicia que veo apropiado para esta situación: "Quen ten cu, ten medo", que significa que "quien tiene culo, tiene miedo".

En un minuto estaba a salvo, pero ocurría un problema: varios familiares no estaban conmigo. Uno siempre quiere salvarse, pero esa sensación de "no puedo seguir sin mi familia" no se la deseo a nadie.

Volví para atrás y comencé a gritar que había que salir de allí inmediatamente. Vi a algunos de mis familiares, pero no estábamos todos. No aparecían las llaves de los coches. No aparecía el marido de mi prima (que estaba buscando a su hermano y sus padres). Había que salir de allí, inmediatamente. Al llegar de nuevo a nuestras casas las escenas eran igual de dramáticas. Lágrimas y todos al borde de un ataque de ansiedad.

Tomamos la decisión de abandonar la aldea y viajar a Ponteareas (pueblo que está a unos 7 kilómetros) para poner a salvo a los niños, animales, etc. No fue una decisión nada fácil, y en esos momentos no sabíamos nada del marido de mi prima ni sus padres.

Había mucho atasco para salir de la aldea, y a los 10 minutos llamó mi prima que venía hacia aquí (ella se había quedado en Lourido un poco más). Cuando paró el coche en la carretera llorando, fueron los 15 segundos más largos de mi vida. Obviamente, me puse en lo peor y mi cerebro ya estaba imaginando qué podríamos hacer a partir de ahora, etc.

Ella lloraba de cansancio, de desesperación, igual que el resto. Pero, por suerte, el marido de mi prima y sus familiares habían aparecido. Lo peor ya había pasado.

Acabó mi pesadilla y comenzó una mayor

A partir de aquí, la pesadilla fue expandiéndose a cotas más inimaginables. Todos pegados a los móviles, atentos al terrorismo organizado que sacudía nuestra tierra.

Los incendios se propagaban sin control, y al llegar la noche comenzaron a arder muchos puntos de Vigo, donde se vivieron momentos muy preocupantes. Al igual que en el Prestige o en el accidente ferroviario de Angrois, los vecinos fueron la clave a la hora de hacer que la tragedia fuera menor.

También en esos momentos comenzaron a surgir muchos bulos, y no éramos capaces de digerir todo lo que estábamos viendo. Un mensaje de voz circulaba por WhatsApp, informando de que la policía buscaba a dos personas vestidas de negro y en una motocicleta. Parece que los detuvieron y actualmente están siendo investigados. ¿Un acto terrorista bien organizado, provocado?, De ser así, habrían elegido el día que más daño harían (gracias a las temperaturas y Ophelia).

En Ponteareas toda la gente estaba en la calle, pegados a los móviles. Fuimos al pabellón a dejar mantas y comida, ya que allí comenzaron a llegar personas que no podían volver a sus casas.

Vi a un anciano, enfermo, tumbado en una camilla en medio de un pabellón gigantesco. Me pareció una imagen desoladora. Contrastaba con la cantidad de mantas y comida que los vecinos habían conseguido acumular. Una vez más, la solidaridad el pueblo gallego salía a relucir.

Un vecino colabora en la extinción de un fuego en Obidos, Portugal. Ayer más de 500 incendios fueron declarados en el país luso. (Armando Franca/GTRES)

Todo el mundo hablaba con todo el mundo. Ese conocido que antes no saludabas por la calle, de repente te parabas a hablar con él. Dolía demasiado y había que estar unidos. En cuanto a mi aldea, allí tocó hacer retenes y montar vigilancia nocturna, algo que sucedió en miles de localidades gallegas. Afortunadamente, no hay que lamentar daños materiales y el fuego (de momento) no se acercó a demasiado a nuestras casas.

No conseguí dormir en toda la noche, con amigos yendo a apagar incendios a sus aldeas. De noche las cosas dan aún mas miedo, y en esos momentos no hay hidroaviones o helicópteros.

He querido compartir mi historia para intentar sacar el fuego que tengo en el pecho. Si a mi me quema, no me quiero imaginar a todos aquellos que hayan perdido sus casas o algún familiar querido. Que nadie olvide los infiernos que vivimos año tras año y, por favor, que se acaben ya.

Imagen | Alba Sotelo/GTRES

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