China está reventando el mercado del fútbol, y podría cambiar el deporte para siempre

Acostumbrado a saltar de equipo en equipo sin mayor raigambre emocional que la proporcionada por sus boyantes contratos, Carlos Tévez debió observar los términos de su incorporación al Shanghai Greenland Shenhua FC chino con humedecidas pupilas. Casi 40 millones de euros anuales para un futbolista de 32 años, curtido en mil batallas tanto en Sudamérica como Europa y, objetivamente, de vuelta de todo. La lotería.

Los términos del acuerdo alcanzado por Boca Juniors y el equipo oriental han sido tan extraordinarios que han dado la vuelta a todo el mundo. Más de 80 millones de euros pagará el Shanghai Greenland por Tévez, lo que hace de su traspaso uno de los más valorados en la historia del fútbol mundial, similar en sus cifras al de Gareth Bale por el Real Madrid o el de Paul Pogba por el Manchester United. Sólo que detrás de la operación no hay ninguna multinacional del fútbol, ningúna marca universal, sino un equipo chino.

La noticia, sin embargo, es la no-noticia: el de Tévez tan sólo ha sido el primero de muchos grandes fichajes que están por venir.

El mercado que quiere acabar con todo

"El mercado chino es un peligro para todos", espetó Antonio Conte, flamante entrenador del Chelsea, a los medios de comunicación tras la salida de Oscar, centrocampista brasileño de 25 años y en plena facultad de sus condiciones futbolísticas, al Shanghai International Port Group FC. Oscar había contado con pocos minutos esta temporada. Por su marcha, el club inglés recibirá casi 60 millones de euros, una cifra desorbitada, y el futbolista comenzará a cobrar alrededor de 500.000 euros a la semana.

Son números que ponen en peligro la hegemonía del dinero en el fúbtol europeo. Tras Oscar, la siguiente salida ha sido la del portugués Pepe, que presumiblemente no renovará con el Real Madrid para conseguir un jugoso contrato en China.

Oscar, con el Chelsea. (Darren Walsh/AP Photo)

¿Qué está sucediendo? La respuesta es simple: dinero. Por primera vez en décadas, una potencia económica y demográfica tiene el peso requerido para contrarrestar el siempre atractivo prestigio del fútbol europeo. China no es ajena al fútbol, ni como deporte ni como negocio: pasión de Xi Jinping, los clubes locales, inflados gracias a emporios urbanísticos o comerciales, son conscientes del negocio multimillonario que representa la imagen del fútbol, un espectáculo rentable. Y quieren comprarlo.

La coyuntura no es revolucionaria. Durante las últimas décadas, otras grandes glorias, pero ya ajadas, del fútbol continental se han marchado a clubes de Qatar o de Emiratos Árabes Unidos con el expreso propósito de ganar aún más dinero. Sin embargo, los pequeños países, escasamente poblados y sin relevancia estratégica ni para los patrocinadores ni para los grandes organismos del fútbol mundial, eran un exotismo, un cementerio de elefantes.

China puede ser diferente.

Pepe, con el Real Madrid. (Enrique de la Fuente/AP Photo)

Por varios motivos. El principal: lo sorprendente de sus incorporaciones. Tévez, por ejemplo, jugará con Guarín, centrocampista colombiano aún en bonanza que había pasado sus anteriores temporadas en el Inter de Milán. Oscar es uno de los jugadores más prometedores de Brasil. Pepe podría continuar contando con minutos ya fuera en el Real Madrid o en cualquier otro equipo de primer nivel. Hulk, Jackson Martínez, Graziano Pellè, Ramires o Paulinho, futbolistas jóvenes y válidos para grandes clubes europeos, están allí.

Un negocio apetecible para el fútbol

El proceso se asemejaría más al de la MLS estadounidense, donde jugadores como el italiano Giovinco o el mexicano Gio dos Santos son ahora rutilantes estrellas. Pero China es un paso distinto para el mercado del fútbol: sin grandes espectáculos deportivos que representen una abierta competencia para el deporte rey, al contrario que en Estados Unidos, la boyante cultura del consumo de la nueva y muy numerosa clase media china representa un apetitoso bocado para patrocinadores y marcas de todo el planeta.

Y en el proceso de construir un nuevo mercado deportivo y de consumo en China, son los clubes, poseedores de un amplio capital y de plantillas de bajo coste, quienes están lanzando el anzuelo en las aguas siempre tumultuosas del fútbol europeo. Si su órdago funciona, los organismos del fútbol internacional tienen motivos para incentivar la tendencia o, al menos, no frenarla por ningún medio.

La cuestión es, ¿podrá China convertir su hoy por hoy irrelevante competición en una liga lo suficientemente interesante y competitiva, esto es, repleta de plantillas capaces de mirarse a los ojos de sus homólogas europeas? Resulta una abstracción compleja: en términos de clubes, Europa ha absorbido el fútbol mundial (especialmente el Sudamericano, incapaz ya de competir en igualdad de condiciones como hiciera en décadas anteriores).

El fútbol chino está construyendo la casa por el tejado: aspira a que la atracción de estrellas mundiales, vía astronómicas cantidades de dinero, le permita edificar las bases de una competición solvente y capaz, al menos, de imponerse al fútbol japonés, tradicionalmente hegemónico en Asia. Europa tiene la estructura, tiene los recursos, tiene el apoyo de los grandes conglomerados televisivos, tiene el público y tiene la hisotria. Pero China ha entendido algo esencial: nada de eso importa si tienes el dinero.

De ahí que Conte señale al mercado chino como una bomba de relojería y de ahí que futbolistas como Oscar o Pellè dilapiden sus carreras deportivas en absurdas toneladas de dinero: la gloria deportiva, es irrelevante si tienes un contrato que cuadruplica tus expectativas en Europa. Cuando los grandes clubes europeos se convirtieron en negocios multimillonarios, aceptaron tácitamente que lo único relevante en el futuro del fútbol sería el dinero. Y así, abrieron una pequeña puerta por la que, a golpe de estratosférico talonario, se está colando China. Y de momento el órdago parece serio.

Imagen | Natacha Pisarenko/AP Photo,

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