Amazon, deuda, tablets y padres millennials: el cóctel mortal que ha acabado con Toys 'R' Us

La archiconocida cadena de jugueterías Toys ‘R’ Us está a punto de echar el cierre definitivo. Según ha contado The Washington Post, los responsables de la compañía ya habrían informado a sus empleados que van a cerrar de forma inminente 170 de sus 800 tiendas por todo Estados Unidos. Los establecimientos franceses, austríacos, polacos y españoles también bajarán la persiana próximamente. Hay dudas de qué ocurrirá con las tiendas en Asia y en Canadá. Todo forma un plan de bancarrota para reestructurar los 5.000 millones de dólares de deuda que posee la compañía.

Muerte anunciada: muchos dudaban ya de su supervivencia cuando en septiembre del año pasado entraron en suspensión de pagos. Entonces muchos se fijaron en el modelo de negocio de la cadena, que mantenía un modo de pensamiento prehistórico: seguir abriendo grandes tiendas en el extrarradio (la fórmula del centro comercial está en absoluta decadencia), precios de productos poco competitivos y una experiencia de compra online deficiente.

Punto y final a un hito: la cadena tenía bastante poder económico, pero aún más relevancia cultural. Como se está viendo en distintos relatos publicados en los medios estadounidenses, la cadena con más de 50 años de vida formaba una parte importante en el proceso de la crianza, de las rutinas de las familias del país que llevaban allí a sus niños a la salida del médico como recompensa o para pasar un fin de semana en grupo. De ahí que su cierre haya causado cierta consternación: no se trata sólo de un cese de negocio, sino de una clara señal del cambio de costumbres de la ciudadanía.

La culpa es de los gestores: a los mandos de la multinacional estaban desde hacía doce años dos fondos de capital riesgo y una firma de inversión inmobiliaria. Compraron la empresa en una arriesgada operación por hacerse con el control del segundo principal vendedor exclusivo de juguetes de Estados Unidos por 6.600 millones de dólares. A continuación endeudaron a la juguetera con 5.000 millones para financiar la jugada, una losa que se ha traducido en un coste extra anual de 250 millones anuales de pago de deuda del préstamo. Mucho ha tardado en estallarles en las manos.

La culpa es de las pantallas: cada día pasamos más tiempo entreteniéndonos con tecnología. También los niños. El hardware está dejando paso al software. Bien lo saben Lego, Mattel o Hasbro, que también están viviendo continuadas caídas en sus ventas desde los últimos cinco años. Ya no quieren figuritas de acción, quieren vídeos de Peppa Pig.

La culpa es de Amazon: entre 2015 y 2017 las ventas de juguetes en Amazon crecieron un 24%, 4.000 millones más. Los ingresos cayeron en Toys ‘R’ Us, en porcentajes similares. Además, el mercado juguetero debe adaptarse rapidísimamente a las cambiantes modas infantiles y hace el 75% de las ventas del año en los tres meses de invierno, algo que favorecerá cada vez con más fuerza a la venta electrónica. El futuro es la tienda digital y la reestructuración laboral. Con el fin del retailer van a perderse muchos empleos por el camino.

Y la culpa es de la sociedad: como explican, pocos hogares millennial pueden/quieren permitirse a) un padre o madre que no trabaje (razón por la que muchos niños iban más frecuentemente a las tiendas en el pasado), b) pagar precios más altos que en las tiendas digitales, y c) aguantar a niños sobresaturados de tentaciones de compra. Pasar por los lineales de una juguetería es lidiar con la desilusión de tu hijo cuando no puedes comprarle todo. Ahora es mucho más sencillo encargar ese único juguete que te ha pedido sin convertir la experiencia de compra en un camino de lágrimas.

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