En busca del traje espacial hecho en casa: hace 10 años, Cameron Smith soñó con hacerlo y en unos meses sabremos si funciona

Cuando uno visita el [NASM](EU Civil Protection and Humanitarian Aid Operations) (National Air and Space Museum) de Washington siente lo que imagino que debían sentir los parisinos del siglo catorce entrando en una Notre-Dame recién acabada. Emoción y reverencia. Entre originales y réplicas, allí se contemplar el Espíritu de San Luis, el módulo lunar del Apolo o los detalles de las sondas Pioneer.

Es parte del juego que, como dice el antropólogo Cameron Smith, nos presentan como "reliquias sagradas" lo que, más allá de lo emotivo, es puro hardware. Se suele decir, que el ordenador que nos llevó a la Luna tenía seis veces menos potencia que las calculadoras científicas actuales. Pero, ¿de verdad, con la tecnología actual, podríamos reconstruir ese tipo de tecnología? ¿Podríamos hacer algo como un traje espacial?

No es un traje, es una nave espacial en miniatura

No es una pregunta teórica. En los próximos meses, el mismo Cameron Smith se vestirá con un traje espacial casero y se subirá a un globo que, con suerte, lo llevará a unos 19 kilómetros de altura. El punto donde se supera la ‘línea de Armstrong’, la altitud a la que la presión atmosférica es tan baja que el agua hierve a la temperatura normal de un ser humano (unos 37 grados).

Tras diez años de investigaciones e I+D, ha llegado el momento de ir más allá. No solo será la prueba de fuego de Pacific Spaceflight, una organización de voluntarios dedicados a crear un traje espacial DIY funcional y de bajo costo, sino que será un momento clave para todo el movimiento de "espacio abierto".

Y no, no es un tema baladí. A efectos prácticos, un traje espacial es una nave espacial en miniatura. Es decir, un traje debe tener las mismas funciones de soporte que encontrarías en un transbordador o en una estación espacial. No solo debe agotar la presión, sino que debe proteger al usuario de la radiación, debe mantenerlo a una temperatura idónea y, por supuesto, debe garantizar el suministro de aire respirable.

Así que si me preguntarais si es posible hacer un traje espacial funcional en un taller casero, mi respuesta instintiva sería que no. La complejidad técnica es muy alta y hablamos de la última línea de defensa de los astronautas ante un imprevisto. Lo último que necesitamos hoy por hoy es tener grupos organizados de ingenieros amateurs lanzándose a colonizar el espacio. Y lo cierto es que, estamos a punto de tener un modelo abierto para confeccionarlos.

Un traje DIY

La historia de los trajes espaciales es una historia compleja (y muy peligrosa). En 1962, Piotr Dolgov saltó desde una altura de 28 kilómetros para probar un nuevo traje de la agencia espacial soviética. El sistema no aguantó la presión y Dolgov murió en pocos minutos. Un par de años antes, Joseph Kittinger lo había hecho desde un globo a 31 kilómetros de altura para probar un paracaídas de gran altitud de la Fuerza Aérea americana. En su caso solo falló el guante y, aunque su mano se hinchó al doble de su tamaño y el dolor tuvo que ser inmenso, sobrevivió.

Por ese motivo, los primeros trajes espaciales americanos (los del proyecto Mercury) no estaban diseñados para salir al exterior. El primer paseo espacial tuvo que esperar a 1965 con la cuarta misión del programa Gemini. Un traje espacial completo no tiene nada de trivial y, aunque sobre el papel nada impide fabricarlo en casa, la historia nos dice que tengamos cuidado.

Pero, claro, todo eso ocurrió hace más de 50 años. Cameron Smith y Pacific Spaceflight tienen todos los archivos públicos de la NASA en los que se describen cómo se desarrollaron los primeros modelos. Eso no hace el proyecto menos arriesgado. Smith ni tiene formación militar, ni es experto en ingeniería de sistemas de soporte vital. Además, Pacific Spaceflight no recibe ni financiación ni asesoría de ninguna agencia espacial.

Smith es profesor de antropología en la Universidad Estatal de Portland (Oregón) y ha hecho el traje en su taller de casa. Según explicó el mismo Smith a Laika Valentina, el desarrollo le ha costado menos de 30.000 dólares. Su intención es que el traje final (con una funcionalidad similar al que usó el programa Apolo) cueste alrededor de unos 7.000 dólares.

Esto es interesante porque los planos y diseños se liberarán en código abierto. A cualquier otro, le preocuparía eso de poner un traje espacial casero en circulación; no a Smith y a su gente. Los desafíos técnicos que conllevan no sólo fabricarlo, sino probarlo hacen muy improbable que se haga un mal uso de él.

El espacio no pertenece a nadie

Según explica el propio Smith, él trabaja en este proyecto, precisamente, como extensión de su trabajo en antropología. Lejos de concentrar sus esfuerzos en el pasado o en el presente, este profesor intenta hacer una antropología del futuro. Y no se le puede negar que es bastante osado.

Smith, con la única ayuda de un grupo de voluntarios, lleva desde la década pasada desarrollando el traje espacial y está listo para hacer la gran prueba. Como explicaba Smith, su filosofía es clara: "El espacio no pertenece al complejo industrial militar. Pertenece a la humanidad, pertenece a cualquiera que quiera ir allí". En eso están y ojalá tengan suerte. Por ellos, más que por otra cosa.

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