La segunda temporada de 'Westworld' lleva la distopía de las inteligencias artificiales liberadas hasta sus últimas consecuencias

El arranque de la segunda temporada de la inminente 'Westworld' nos proporciona, a la vez, unas cuantas sorpresas y algunas novedades esperadas. Tras la pseudo-apocalíptica rebelión de las inteligencias artificiales con las que concluía la primera temporada (y que ya está prevista desde el mismo enunciado de la serie, procedente de la película de Michael Chrichton de 1973: los androides de un parque temático del Oeste adquieren consciencia y se enfrentan a sus creadores y los visitantes), la serie parece dispuesta a pisar el acelerador.

Esa dualidad, la de mantener los pies en terreno conocido y, al mismo tiempo, hacer avanzar la serie por nuevos derroteros, empapa bien este primer capítulo, donde como novedad tenemos un equipo de especialistas armados, no muy distintos -aunque parece detectarse cierto conflicto entre ellos- del equipo interno que mantenía la seguridad en el parque en la primera temporada. Llegan del exterior y parecen querer enfrentarse a la rebelión por las malas y con contundencia.

Ojo: Spoilers leves del primer episodio

De hecho, es en esta circunstancia en la que la serie se permite mostrar la imagen más intrigante y perturbadora de este primer episodio: la de los paramilitares disparando sin ningún tipo de miramientos a anfitriones (seres artificiales) que no saben qué está pasando. Recuerda a determinadas películas de splatterpunk zombi de los noventa, como el extraordinario remake de 'La noche de los muertos vivientes' de Tom Savini de 1990, que concluía con cazadores disparando a zombis de una forma extremadamente rutinaria. Una idea que retomaría también con fortuna otro remake, 'El amanecer de los muertos' de 2004.

Esta conjetura puede que llegue a perfilarse y puede que no: anfitriones como zombis, como muertos en vida, seres sin alma cuyos movimientos y pensamientos están predeterminados. Es una idea interesantísima, sobre todo cuando se les enfrenta a hombres igualmente zombificados, pero a causa del demonio de las armas. Las probabilidades, sin embargo, apuntan a otro meandro de la historia: los anfitriones tomando consciencia de sí mismos y enfrentándose violentamente a los humanos.

Precisamente, en esta pregunta de "¿Qué son los anfitriones exactamente?" se aloja la duda de un recién despertado a la consciencia Bernard, que posiblemente va a dar pie a algunos de los momentos más reflexivos de la segunda temporada, y también a algunos de los secretos más importantes de la trama: en este primer episodio el ex-diseñador de anfitriones parece poco dispuesto a desvelar su identidad, aunque parece ser una mentira con las patas muy cortas.

También el Hombre de Negro interpretado por Ed Harris parece que irá evolucionando fuera del misterio original y que lo planteaba como un hipotético villano total. Ya vimos que no es así, y la segunda temporada parece dispuesta a mostrar sus debilidades. También hay reencuentro con el resto de los personajes importantes de la primera temporada, y se fija a las dos anfitrionas nacidas a la nueva consciencia (Evan Rachel Wood y Thandie Newton) como grandes rebeldes de este nuevo mundo.

Cambios en la forma... ¿y en el escenario?

Algo que ya se dejaba intuir en anteriores episodios, aunque no de forma tan explícita como aquí, era el jugueteo con el tiempo en la narración. En este arranque de la segunda temporada se hace explícito contándonos las peripecias de un personaje en dos marcos narrativos distintos. Los primeros rumores y críticas que llegan sobre la serie nos confirman que esto no es un experimento aislado, y que nos moveremos hacia el pasado y el futuro. ¿Conoceremos los orígenes del parque y, por el contrario, su destino unas décadas más adelante?

Del mismo modo, una de las grandes frustraciones y a la vez, aciertos de la primera temporada -ya que constreñía su narrativa, permitiendo que no se dispersara con las enormes posibilidades a su alcance- era que toda la acción se circunscribía al parque. En cierto sentido, era lo más sensato: al fin y al cabo, la serie se titula 'Westworld'. Sin embargo, algo hay que se encuentran los personajes y un par de líneas de diálogo nos confirman: hay más parques, como ya sabíamos. Sobre todo, con esta secuencia se abre la posibilidad de la interacción con ellos. Sin duda sería un cambio de tercio espectacular, aunque quizás sea contraproducente que tenga lugar en la segunda temporada, al menos a gran escala. En cualquier caso... ¿están Nolan y compañía allanando el camino para generar historias en futuras temporadas de modo virtualmente inagotable?

'Westworld' sigue teniendo una facilidad pasmosa para combinar un argumento a veces excesivamente grandilocuente para lo que en realidad está contando (la historia más vieja de la ciencia-ficción, la rebelión de las máquinas, pero con diálogos en ocasiones pomposos y afectados en exceso) con la creación de imágenes que permanecen en la retina. El encuentro de Bernard con los anfitriones sin identidad, las cacerías y masacres que genera la nueva personalidad de Dolores y, sobre todo, la espectacular visión que cierra el capítulo, que también condicionará los sucesos de los próximos capítulos, son pura ciencia-ficción de concepto, y siguen siendo poderosas e inteligentes.

Para quienes encontramos la primera temporada de 'Westworld' interesante pero quizás no tan especial como ella misma se creía, este arranque de temporada promete pequeños cambios muy interesantes. 'Westworld' sigue siendo 'Westworld', claro, pero hay cierta tendencia a lo concisión una vez se han establecido los mimbres de ese mundo, a la acción con chicha y mensaje por encima de la verbalización de todos los sentimientos. Un refrescante giro que esperamos que vaya a más.

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