El destino de Júpiter: Los Wachowski ascienden

Los hermanos Wachowski tienen un problema contra el que no pueden pelear a estas alturas: se toman su cine muy, muy en serio. En sus películas no hay espacio para la ironía, para el chascarrillo relajante, para el homenaje extemporáneo, para el guiño-guiño-codazo-codazo. Es decir, para todo aquello que hizo que la grandilocuencia y el space opera con raíces en la ciencia-ficción Marvel de los setenta de 'Guardianes de la Galaxia' fuera digerible para el gran público y convirtiera la estupenda película de James Gunn en un arrollador éxito de taquilla.

Sin embargo, ellos son incapaces de tomarse nada a chufla, aunque a menudo reformulen materiales culturalmente considerados de derribo: muy en serio insuflaron vida nada menos que a los thrillers lésbicos con Lazos ardientes; el cyberpunk no estaba nada bien considerado en términos cinematográficos cuando llegó 'The Matrix'; y hay pocas macedonias tan poco sospechosas de figurar en un museo como aquella mezcolanza de anime de los setenta, videojuegos de carreras y pop-art abstracto que fue 'Speed Racer'. Se atrevieron a dignificar un icono del cine trash como los ninjas en 'Ninja Assassin' y qué decir de la solemnidad casi críptica de 'El Atlas de las Nubes'.

¿No querías franquicia, Warner? Pues dos tazas




En ese sentido, la actitud de los Wachowski es irreprochable. Cuando Warner les pidió el desarrollo de una nueva franquicia, con un universo completamente nuevo y que diera pie a ser explorado en sucesivas entregas, posiblemente se frotaban las manos pensando en una nueva Matrix. Pero los Wachowski se han ido al único subgénero de la ciencia-ficción que puede expandirse de forma prácticamente infinita, el space opera.

Grandes imperios, plutócratas con edades que se cuentan por decenas de miles, ejércitos de reptiles, mercenarios angeloides, herederas de imperios genocidas. La desbordante imaginación de los hermanos encaja como un guante en los códigos del género, y como siempre en su cine, da igual lo ridícula que, en frío, suene la historia de una limpiadora de retretes rusa que está llamada a ser la última en la línea de sucesión de una estirpe de tiranos galácticos: ellos lo exponen con total solemnidad.

Para poner en imágenes esta odisea, los Wachowski han recurrido a un buen plantel de habituales: el coproductor Grant Hill (con ellos desde 'The Matrix Reloaded', en su séptima colaboración con los hermanos), el diseñador de producción Hugh Bateup, el supervisor de efectos especiales Dan Glass y diseñador de efectos John Gaeta (con ellos desde The Matrix), la diseñadora de vestuario Kym Barrett y el director de fotografía John Toll. Todos ellos han contribuido a crear, como siempre, una película que parece de los Wachowski siendo diferente al resto de las películas de los Wachowski.

Sin duda el punto más discutido de 'La ascensión de Jupiter' está siendo el guion, que muchos críticos califican de confuso y caótico. En él se entrelazan referencias a historias clásicas de aventuras y viajes, casi canónicas, como 'La Odisea' o 'El Mago de Oz', pero situándose en un curioso punto intermedio entre los cuentos de hadas (esa boda que hay que impedir a toda costa en el último momento) y las películas de fantasía romántica de última hornada.

Entre lo sublime y lo ridículo

De hecho, no es la única ramificación de la literatura y el cine fantástico que se detecta en el guion: la protagonista se llama Jupiter Jones, como una heroína pulp de libro; su interés romántico es un mercenario espacial, como en la ciencia ficción más clásica de los años treinta y cuarenta; y el trío de villanos se comporta como una familia real de sátrapas británicos del siglo XVI, al estilo del space opera más característico.

Los amantes del género sabrán apreciar tanto esta avalancha de códigos narrativos (algunos de ellos muy desprejuiciados, como es el guiño a la comedia de ciencia-ficción que incluye un retrato de la burocracia galáctica y, cómo no, un cameo de Terry Gilliam que parece salido directamente de Brazil), así como el perfecto acompañamiento que supone para todo ello el excelente diseño de producción y efectos especiales de la película.

Sin duda, esa es su mayor virtud: construcciones espaciales que parecen catedrales góticas, artilugios para moverse por el vacío espacial que destacan por su genuina y encantadora baja fidelidad y, en fin, unos vestuarios y unos maquillajes que, como siempre en los Wachowski, juguetean con lo sublime y lo ridículo con un valor encomiable.

No todo es positivo en 'La Ascensión de Jupiter', no obstante: la confusión argumental tras la que se agazapan decenas de razas galácticas enfrentadas, casas reales en conflicto desde hace quince mil años y un plan de explotación planetaria que nunca termina de estar claro, funciona solo a ratos, cuando da la impresión de que la cabeza del espectador es demasiado limitada para entender una galaxia complejísima. Pero la mayor parte del tiempo, simplemente, parece que los Wachowski no se han preocupado de diseñar un cosmos suficientemente inteligible.

Innegables problemas, pero...

La ingenuidad, romanticismo y sense of wonder que caracterizaba a otro injusto fracaso de taquilla reciente, 'John Carter', parecía más premeditados en aquella producción Disney, mientras que aquí a veces la película parece revelarse a ratos como una tosca red para captar a adolescentes despistados en busca de la próxima 'Crepúsculo' o 'Los Juegos del Hambre'.

Las interpretaciones, en fin, no son todo lo carismáticas que deberían, y la pareja protagonista formada por Mila Kunis y Channing Tatum es completamente devorada por secundarios mucho más interesantes, como los villanos. En ese sentido merece la pena destacar el trabajo de Eddie Redmayne como sinuoso demente interplanetario, en una interpretación que se va a llevar muchos menos premios que su rendición de Stephen Hawking en La teoría del todo, pero que tiene mucho más valor creativo.

La ascensión de Jupiter tiene innegables problemas de ritmo, caracterización y tono, pero es un proyecto ambicioso, distinto y muy interesante. El único error imperdonable que le encontramos es que para presentarse como una versión femenina de la típica historia de 'Elegido A Su Pesar', Jupiter Jones se pasa la película siendo rescatada de situaciones peligrosas por un hombre detrás de otro. Un detalle menor (pero sorprendente) en una película llena de detalles de buen gusto y que, pese a no alcanzar la brillantez de la trilogía de Matrix o Speed Racer, sigue animándonos a prestar a los Wachowski toda la atención del mundo.

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