La ciudad de los 15 minutos suena muy bien, pero tiene un gigantesco problema que resolver: el trabajo

La ciudad de los 15 minutos. La ciudad en la que todos los servicios básicos se encuentran a menos de 15 minutos andando o en bicicleta y que tanta controversia ha generado en los últimos días. Servicios médicos, ocio, colegios, parques y áreas de recreo, trabajo... ¿trabajo?

Vivimos en ellas. La mayor parte las urbes españolas ya son ciudades de los 15 minutos. Da igual su tamaño, incluso las de mayor tamaño, como Barcelona o Madrid, tienen la inmensa mayoría de sus servicios muy cerca de los hogares. No es cuestión de cuánto se tarda al centro de la ciudad, es cuestión de cómo de lejos están los servicios básicos.

Tanto estas como las medianas o pequeñas son espacios densamente poblados. Si por algo se ha caracterizado nuestro país ha sido por crear ciudades con muchos habitantes por metro cuadrado, incluso a costa de dejar amplias zonas despobladas. El país tiene una densidad de 93 habitantes/km2, pero su densidad activa es de 737 personas/km2

Un pinchazo. Como decíamos, el tiempo de desplazamiento al centro de la ciudad o para cruzarla a pie o en bici no es un indicador real de si vivimos o no una ciudad de los 15 minutos. Un buen ejemplo es el Metrominuto de Logroño. La ciudad riojana ha puesto en marcha un proyecto en el que demuestra que es posible atravesar la ciudad en cuestión de media hora. Por supuesto, eso es impensable en una ciudad como Madrid.

El problema es que la ciudad de los 15 minutos contempla que todos los servicios básicos se encuentren más o menos a esta distancia. Médicos, colegios, parques, supermercados y, por supuesto, el trabajo. Y es aquí donde las ciudades de los 15 minutos pinchan en nuestro país. Tardar 15 minutos al trabajo se considera "un lujo". Y es así porque, en estos momentos, el precio de la vivienda lo impide.

El trabajo al lado de casa. Es la gran bandera que enarbolan los críticos con esta propuesta. Y es la mayor crítica que hace tiempo gritan los arrendatarios: vivir cerca del trabajo se ha puesto imposible. El precio de la vivienda ha crecido tanto que ya no elegimos donde vivimos, optamos por la solución menos mala.

La media de tiempo invertido en transporte público en ir y volver al trabajo es de  62 minutos en Madrid. En Barcelona es de 50 minutos y en Málaga de 49 minutos. Bilbao, Valencia y Sevilla también están entre las diez ciudades de España donde más se tarda en ir al trabajo. Y todas ellas se encuentran entre las ciudades más caras de España para alquilar un piso.

Élite metropolitana. Tardar poco (o nada) al trabajo ya se ve como algo propio de una élite metropolitana. Un estudio en Italia señalaba hace unos meses que el teletrabajo estaba mucho más extendido en las ciudades con mayor desarrollo económico del país. Según el INE, esto se repite en España, donde Madrid, Barcelona y País Vasco concentran la mayor parte de esta modalidad de trabajo.

La idea de que el "rico" tarda menos al trabajo, es una idea que sobrevuela desde hace años. Una colaboración entre diversas universidades colombianas demostraron que cuanto más pobre es el trabajador, más tiempo tarda en sus desplazamientos.

Jorge Arévalo, arquitecto urbanista de Paisaje Transversal, aseguraba en El Confidencial que este tipo de datos son consecuencia de promover "una ciudad dispersa", donde se han creado polos de trabajo, con ventajas competitivas para los empresarios en costes pero que han terminado por pagar los trabajadores en tiempo de desplazamientos.

Expulsados. Tampoco es casualidad que los trabajadores que más tiempo invierten en llegar a sus puestos de trabajo tienen el origen de su trayecto en las afueras de las ciudades o en las poblaciones cercanas. En Madrid, quienes más tardan al trabajo son los habitantes de Móstoles (37 minutos), Leganés y Fuenlabrada (35 minutos), y Alcorcón (34 minutos) en cada uno de sus trayectos.

Un cinturón sur que coincide con una renta bruta entre 10.000 y 15.000 euros inferior a la de Madrid. Lo mismo sucede en Santa Coloma de Gramanet (32 minutos) y Barcelona (casi 16.000 euros de diferencia en la renta). En Madrid, solo hay 24 hogares disponibles por menos 600 euros. En Barcelona tan sólo se cuentan seis.

No solo en España. El problema de la vivienda no sólo se ha disparado en España. Con el mercado por las nubes, parece que la única manera de acercar al ciudadano a su espacio de trabajo pasa por intervenir el mercado. Rita Maestre, que ha hecho de la ciudad de los 15 minutos una de sus armas electorales en Madrid tampoco ha terminado de concretar cómo solucionar este problema.

En España se está intentando por medio de las conocidas como "zonas tenisonadas", pero queda en manos de las Comunidades Autónomas su aplicación. En Países Bajos se ha optado por poner un techo al alquiler. En Berlín se ha intentado una fórmula similar que, sin embargo, ha terminado por ser rechazada por su Tribunal Constitucional.  En Suecia, sin embargo, regular el precio del alquiler tampoco ha dado buen resultado.

Foto | Alberto de Francisco

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