Todos los medalleros alternativos por PIB y población de Río no te explican nada de los Juegos Olímpicos

Los Juegos de Río concluyeron ayer. Al tratarse de un evento deportivo y competitivo, la pregunta que sigue es la aplicable a cualquier evento similar: ¿quién los ha ganado? La respuesta más evidente es Estados Unidos. El país norteamericano ha vuelto a superar a todas las demás delegaciones en el conteo de metales, con 46 oros, 37 platas y 38 bronces. Algo previsible si tenemos en cuenta su predominio histórico. Pero, un segundo, ¿es acaso justo acudir tan sólo a las cifras en bruto?

Cualquier paseo por la red durante las dos últimas semanas deparaba en diversos artículos poniendo en contexto el verdadero medallero olímpico. Uno en el que el inmenso peso poblacional y económico de países como Estados Unidos fuera correctamente ponderado. Lo más habitual ha consistido en cruzar dos variables y obtener una cifra. Así, tenemos el medallero por población y el medallero por producto interior bruto, con resultados tan interesantes como las notables victorias de Granada o Bahamas, pequeños pero muy exitosos.

Ha habido muchos. Muchísimos. Pero todos ellos tienen un problema: no te cuentan nada ni del deporte ni de los Juegos Olímpicos.

Producir coches no se parece a producir atletas

La anterior frase parece una obviedad, pero no lo es tanto. Los auténticos medalleros por Producto Interior Bruto difuminan la realidad interna de cada país, asumiendo que todos invierten similares cantidades de dinero en deporte base o profesional, o que todos cuentan a sus espaldas con una larga historia asociada a la práctica y promoción del atletismo, la natación o la gimnasia. Pero lo cierto es que no lo son, y que no ha de existir relación entre lo poderoso de tu economía y tu capacidad para producir atletas de élite a nivel internacional.

La plata de V. Sindhu Pusarla frente a Carolina Marín, en la final de bádminton femenina, es una de las pocas medallas obtenidas en estos Juegos Olímpicos por la India. (Kin Cheung/AP Photo)

El mejor ejemplo de todo ello es India. El subcontinente hecho país cuenta con una de las economías más grandes del mundo, creciendo a ritmos vertiginosos año tras año y en permanente ritmo de progreso. Sin embargo, su desempeño deportivo cada cuatro años es raquítico, reducido a niveles ridículos. El motivo es sencillo: la India invierte muy poco en deporte, y el pueblo indio tiene, exceptuando casos aislados como el cricket, poco interés en su día a día por el deporte profesional. Dicho de otro modo, a la hora de hablar de deporte la India no es el gigante que su economía predice, sino un país diminuto del Caribe.

Sus resultados deben ser ponderados dentro de ese contexto, y no del de su PIB.

Existe poca interacción entre otros sectores de la economía y el deporte. En los JJOO, de nada sirve generar gran cantidad de dinero si no se invierte en deporte (y aún así, no asegura su éxito). Comparar a ciegas el desigual desempeño deportivo de naciones cuya dedicación al deporte está desnivelada tan sólo crea otro ránking tan descompensado como el real.

Tenemos que hablar de esa medalla de Granada

Acaso el resultado más llamativo de los medalleros alternativos es la victoria de Granada, tanto en relación a su PIB como a su población, sobre el resto de delegaciones. Granada es una isla caribeña de apenas 109.000 habitantes que regresa de Río de Janeiro con un metal, el conseguido por Kirani James en los 400 metros lisos (en Londres, James mejoró su propia marca ganando la misma prueba). Observado en términos numéricos, el deporte granadino contaría con un excelente estado de salud. Habría triunfado.

Kirani James ganando la prueba de los 400 metros de los Mundiales de Atletismo de Daegu, en 2011.

Lo cierto es que pese al estatus de héroe nacional ostentado por James desde su eclosión en Daegu 2011 y su confirmación en Londres 2012, Granada, a día de hoy, tiene poco que ver en el éxito de James como atleta. Tras su irrupción en las pruebas juveniles mundiales y su absoluta brillantez, James aceptó una beca de la Universidad de Alabama, en Estados Unidos, donde puede estudiar empresariales mientras se dedica de forma profesional al atletismo. La estructura, el entrenador y el dinero que han moldeado a James son estadounidenses.

La medalla es de Granada, naturalmente, pero no tiene nada que ver con su PIB. ¿De qué sirve extraer el ratio si no explica nada sobre ella?

La historia también es importante en el deporte

Y es difícil de medir con estadísticas en la mano.

Pero fijémonos ahora en Etiopía. El país africano cuenta con unos 100 millones de habitantes, muy por encima de cualquier país europeo que haya conseguido muchas más medallas en estos Juegos Olímpicos. Su peso demográfico le sepulta a las profundidades del medallero por población, y sin embargo es imposible observar pruebas de medio fondo o larga distancia sin toparse con un atleta etíope o bien liderando o bien ganando (el 10.000 femenino, uno de los momentos de Río, fue protagonizado por ellas). ¿Fracasa Etiopía?

Almaz Ayana y Tirunesh Dibaba, oro y plata en la prueba de los 10.000 metros femeninos.

Los medalleros alternativos dicen que sí, pero de nuevo ocultan parte de la realidad. La delegación de Etiopía es bastante pequeña, y se compone de atletas. Históricamente, los etíopes han contado con los mejores mediofondistas en atletismo (junto a Kenia). Eso se traduce en un pequeño elenco de medallas (si pensamos en el global exorbitante de la competición), pero muy bien seleccionadas. Dicho de otro modo, participan pocos etíopes, pero los que participan suelen conseguir más medallas en proporción que los demás.

Es imposible juzgar como fracaso el desarrollo histórico de Etiopía en los Juegos, como sugeriría el ránking por población. Dicho de otro modo: no puedes fracasar si no participas , y Etiopía, allí donde participa (atletismo) es una potencia.

Eliud Kipchoge, ganador de la maratón masculina.

La suya es también la prueba del peso de la historia, explicable sólo a lo largo de décadas de abnegada dedicación a un deporte concreto por parte de un país. Las estructuras (instalaciones, entrenadores, chavales dispuestos, atención mediática, fondos) de cada deporte son palpables a lo largo de cada ciclo olímpico. Europa del Este y los lanzamientos, el sudeste asiático y el bádminton, el Caribe y las pruebas de velocidad, Australia y la natación, Japón y la gimnasia, Corea del Sur y las pruebas de tiro, etcétera.

Son escuelas y tradiciones que se mantienen y que su efecto se obvia si extrapolamos las medallas meramente al PIB o a la población.

¿Entonces quién ha ganado en los Juegos?

El razonamiento, eso sí, es consistente: a priori, más población permite tener una mayor capacidad de selección de grandes talentos, y un mayor PIB permite contar con más recursos para que esos talentos lleguen a la cima. Y hay cierta relación: todos los países que encabezan el medallero año tras año, o la mayor parte de ellos, son economías potentes y a menudo muy pobladas. Pero como hemos visto, no reside ahí la clave del éxito. De nada te sirve tener 90 millones de personas si ninguna de ellas está interesada en practicar deporte.

Con cinco medallas, cuatro de ellas de oro, Katie Ledecky es una de las mujeres más brillantes de los Juegos Olímpicos de Río.

¿Cuál es el ránking justo, entonces? En El Confidencial han ajustado las medallas no a la población total o al PIB, sino a cada una de las delegaciones olímpicas. Así, Estados Unidos, que sale muy mal parada en los medalleros auténticos, se vuelve a poner a la cabeza si medimos las medallas obtenidas por cada 100 atletas (21, sólo superado por Corea del Norte y Azerbaiyán). Parecido sucede con Etiopía o Reino Unido. Esa ponderación es más ajustada: se mide el despliegue de ese país a nivel deportivo, no incluyendo los pistachos que exporta cada año.

Por ahí tenemos una pista: el ratio de conversión participación/medalla.

En el fondo, no hay modo de establecer una medida clara, definida y justa del "éxito olímpico", más allá del medallero total que contabiliza el COI. Triunfar en el deporte es complejo, y requiere de tiempo, dinero, estructura y talento. Posiblemente el mejor modo de hacerlo sea desde la superación de cada delegación. Así, China habría fracasado de forma clara en Río y Reino Unido, que en Atlanta 1996 sólo consiguió un oro, estaría en la cima de sus posibilidades.

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