La odisea de la estación de Canfranc, única en España y ante su último tren, contada en 33 fotografías

Remontando la carretera que conduce de Jaca a Francia cuesta creer que al final del camino se encuentre una de las estaciones ferroviarias más magnánimas y singulares de la Europa meridional. Canfranc se abre al visitante en un paraje incomparable, a los pies del collado de Estiviellas y del balcón de Iserías, recluida en los confines de la cordillera que ha separado a dos reinos rivales durante siglos. Quiso su existencia taimar esa rivalidad mediante un paso ferroviario. Uno que fracasó con estrépito.

Inaugurada en 1928, la estación internacional de Canfranc operó como tal durante apenas cuarenta años. Un accidente ferroviario puso fin a su aventura en 1970, cuando dos locomotoras se derrumbaron sobre el puente de L'Estanguet, en el angostísimo valle del Aspe. El siniestro inhabilitó la vía al otro lado de la frontera para siempre. Desinteresadas en su arreglo, las autoridades francesas dieron por muerta una conexión compleja y revirada que palidecía en comparación con otras más provechosas acostadas a ambos lados de los Pirineos (Hendaya y Cerbère).

La impresionante estación de Canfranc quedó así limitada a una discreta conexión regional. Durante más tiempo del que operó como enlace internacional, Canfranc se ha limitado a cubrir la distancia que separa a Zaragoza de Jaca y a Jaca de la frontera. Allí se han detenido ininterrumpidamente los trenes diésel, aún sin electrificar, ante dos obstáculos insalvables: los que plantean una vía arruinada en el lado francés y un túnel fronterizo, el del Somport, viejo y sin acondicionar, y por tanto incapaz de sostener una conexión tal y como exigen los tiempos modernos. La estación, tan romántica, tan bella, cayó en decadencia.

Hasta ayer. Esta semana ha marcado un punto de inflexión en la larga y alucinante historia del edificio (con su episodio de nazis incluido). Ha dado servicio al último tren que llegará a sus andenes. A partir de hoy mismo un nuevo edificio, construido en las antiguas playas de vías ya en desuso y ajustado a las necesidades presentes y futuras del servicio ferroviario, recibirá el puñado de convoyes regionales que siguen llegando hasta Canfranc. Sus miras son más elevadas: la nueva estación aspira a convertirse, de nuevo, en enlace internacional, toda vez que las promesas de rehabilitación a ambos lados de la frontera se cumplan.

La vieja estación no morirá, sino que se reconvertirá en hotel. Tendrá la oportunidad de comprobar si aquellas promesas eran ciertas: las autoridades de Aquitania llevan ya años reclamando partidas presupuestarias para recuperar la conexión entre la frontera y Bedous, el tramo cerrado de una línea que llega hasta Pau. Y España parece haberse puesto las pilas en el acondicionamiento del túnel: en noviembre se licitaba el estudio por un millón de euros, en vistas de su futura reapertura para 2025. Los tiempos, no obstante, son más lentos y se antoja harto complicado que en apenas cuatro años haya vuelto a funcionar.

¿Llegará el día en que la vieja conexión pirenaica entre Francia y España vuelva a funcionar? Si es así, será ya sin que el edificio inaugurado en 1928 juegue papel alguno. Sólo será un testigo de lujo, uno que seguirá rememorando la era dorada de las estaciones ferroviarias europeas, cuando su diseño y puesta en funcionamiento tenía tanto de hito logístico como de arte industrial. No hay ninguna otra igual en España, más tardía y más tímida a la hora de desarrollar sus ferrocarriles. Ni por estampa ni por ubicación ni por historia. Una contada en imágenes:

En un remoto rincón del Pirineo, esto

Fue inaugurada en 1928 con gran fanfarria

(Gallica BnF)

Las obras se iniciaron en 1923. El objetivo era habilitar un paso en el Pirineo central

(Gallica BnF)

Al evento acudieron tanto Alfonso XIII, rey de España...

(Archivo Moncho García)

... como Gaston Doumergue, presidente de la república francesa

El paso estuvo operativo cuatro décadas. La entrada al túnel en el lado aragonés

(Gallica BnF)

Y la del lado francés, al otro lado del Somport

La línea jamás despegó del todo. En 1970 el tráfico se interrumpía tras un accidente

El puente de L'Estanguet, en el lado francés, se hundía. Francia no lo ha reparado aún

Canfranc entró así en una larga decadencia, sólo operativa para una línea regional

(sophoco/Flickr)

A su vera nació un pueblo (Canfranc Estación) que sí ha prosperado gracias al turismo

(sophoco/Flickr)

La estación ha quedado así consagrada a la reliquia, objeto de la curiosidad turística

(Anvica/Flickr)

La línea, "el canfranero", parte de Zaragoza y recorre el trazado del siglo XIX hasta la frontera

(Alvaro Arrans/Flickr)

Es lenta y apenas tiene función logística salvo para pequeños pueblos de Huesca

(Antonio Campoy/Flickr)

Quien desee cubrir las casi 6 horas de viaje, se topará con paisajes espectaculares, eso sí

(Etienne Valois/Flickr)

Visitar la estación hoy equivale a toparse con patrimonio industrial abandonado... En las alturas pirenaicas

(sophoco/Flickr)

Es una estampa singular en España

(Thierry Llasnades/Flickr)

Hasta hace poco era posible visitar las playas de vías y entrar en los vagones abandonados

(Thierry Llasnades/Flickr)
(Thierry Llasnades/Flickr)
(Thierry Llasnades/Flickr)
(Thierry Llasnades/Flickr)

Su interior era igualmente reseñable

(Laia Balaguero/Flickr)

Así como sus múltiples andenes

Canfranc era un vivero de curiosos de la industria y la fotografía, de muy bonita estampa en invierno

(Juanedc/Flickr)
(Juanedc/Flickr)
(Juanedc/Flickr)
(Miquel Gonzalez Page/Flickr)

La línea en Francia, más abrupta y  abandonada, es un vivero de apasionados ferroviarios

(Thierry Llasnades/Flickr)
(Thierry Llasnades/Flickr)

Durante los últimos años, Canfranc ha sido objeto de una intensa reforma, interna y externa

(Brian Adamson/Flickr)
(Brian Adamson/Flickr)

Pero sigue manteniendo su aura romántica y su estilo original

(Juanedc/Flickr)

Un lugar único

(Dani Montero/Flickr)

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