'Hogwart's Legacy' es un juego obligatorio para los devotos de Harry Potter (pero probablemente sólo para ellos)

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Queda fuera de toda duda si 'Hogwarts Legacy' es un juego recomendable para fans de Harry Potter. Después de sumergirnos durante horas en su vastísimo terreno de juego, de catar todas las posibilidades que nos ofrece y de comprobar el detallismo que este título demuestra en prácticamente todos sus aspectos, hay pocas dudas. 'Hogwarts Legacy' es cita obligada para potterheads.

Pero eso ya lo sabíamos: tiene todo el sentido del mundo que el juego esté pensado para (y por, que también se nota) fans de la franquicia. Lo consigue, además, ubicando sin problemas su acción en Hogwarts y alrededores, donde se desarrolla la inmensa mayoría de la acción en las películas y los libros. Es más complicado hacer algo por el estilo con Marvel o 'Star Wars', por ejemplo, donde la multiplicidad de espacios se traduce en una atomización de los espacios icónicos (aunque existen, desde luego: del Daily Bugle a la Estrella de la Muerte). Pero la academia de magia de Hogwarts garantiza algo muy útil: un solo espacio con múltiples posibilidades.

De ese modo, y con Hogwarts como núcleo, el juego despliega todas las mecánicas concebibles en un sandbox de Harry Potter. El ambiente colegial, por ejemplo, tiene tanta importancia como la aventura mágica, y buena parte de las horas que invertir en el juego serán entre clases, minijuegos con los compañeros de la escuela, conversaciones con profesores, etc. Poco a poco la aventura, la acción y el peligro irán tomando protagonismo, pero antes habremos podido hacer cosas como crear nuestra propia Sala de los Menesteres (un lugar donde fabricar pociones, cultivar suministros y que podremos configurar, gracias a la magia, completamente a nuestro gusto).

Y por supuesto, esto es solo el inicio: el juego es un auténtico despliegue de guiños y fan service para los devotos de Harry Potter. Desde criaturas que hemos visto anteriormente en la franquicia, como los fantasmas amistosos de la escuela o los centauros, a ampliaciones de actividades que en las películas se pasa de puntillas, como la compra de equipo o la elaboración metódica de pociones (una buena forma de racionalizar la mecánica, siempre en estos juegos, de andar recogiendo todo lo que nos encontramos tirado por los suelos u olvidado en baúles). Aparte, por supuesto, de todos los conjuros que en las películas y los libros aparecen y que aquí tendremos ocasión de poner en práctica.

Pero... ¿y para quien no sea fan de Harry Potter?

Porque sí, en efecto: se está hablando de 'Hogwarts Legacy' como el sandbox del momento, ¿pero realmente tiene atractivo si el jugador no encuentra a las peripecias en Hogwarts un valor en sí mismo? Ahí es donde le podemos achacar algún "pero" aunque en términos generales estamos ante un mundo abierto de altísima calidad (con sus problemas gráficos menores, aunque es muy posiblemente que se vean resueltos con los inevitables parches iniciales): visualmente la apuesta de Avalanche Software es deslumbrante, con unas cinemáticas en las que destaca la expresividad y detallismo de rostros y trajes.

Del mismo modo, el mundo abierto está muy bien planteado: con el castillo de Hogwarts como núcleo central y una serie de espacios paralelos, como el pueblo de Hogsmeade o el Bosque Prohibido, a los que se puede acceder rápidamente gracias al transporte instantáneo al que recurrir una vez vamos visitando por primera vez los distintos sitios. Es un sandbox bien organizado y que aunque tiene su arranque tedioso, como es habitual en el género, pronto estamos salvando grandes distancias con rapidez.

El problema más acuciante de 'Hogwarts Legacy' es, posiblemente, que el enfoque de la historia tiene un punto infantil que, aunque sostiene un libre breve o una película puntual, tiene sus complicaciones en una aventura de sesenta horas. Como no devoto de Harry Potter, me he acabado viendo obligado a saltarme diálogos tediosos, planísimos y de una ingenuidad que no tiene nada que ver con la franquicia en sí, sino con que no es un mundo tan profundo y lleno de claroscuros y matices como para soportar una aventura gigante. La Magia Antigua, la rebelión de los duendes, todo ello no solo suena a superficial, sino a ya visto en otros juegos de este tipo.

Eso también se traslada a la acción: aunque técnicamente está bien resuelta (es una especie de versión de los 'Arkham', pero con varitas), el sistema de selección de hechizos y las propias invocaciones tienen ciertos límites. El mapeo de cuatro hechizos en el mando para su acceso rápido ralentiza la acción cuando se quiere acceder al resto, y aunque el sistema de protecciones que se contrarrestan con colores es ingenioso y divertido, la acción no profundiza mucho más allá de que la combinación rápida de hechizos en una especie de combos mágicos funciona con fluidez y es muy divertida. Además las misiones rara vez tienen más de una forma de abordarse: el sigilo o la escoba solo se pueden usar cuando el juego lo permite, y en general, el desarrollo siempre lleva de la mano al jugador.

¿Un mal juego? Ni remotamente: cuando pasado el inicio y sus múltiples tutoriales el juego comienza a desplegar un sinnúmero de misiones secundarias, y se abren las posibilidades, 'Hogwarts Legacy' pone sobre la mesa su gran fuerza: exprimir al máximo un escenario tan versátil y lleno de posibilidades como la escuela de magia, aunque algunas posibilidades, como el vuelo o la posibilidad de adiestrar criaturas mágicas quedan muy por debajo de las posibilidades sobre el papel. Los típicos árboles de habilidades para mejorar hechizos y otras características están bien pensados y, en general, no hay nada grave que achacar a esta propuesta

Posiblemente, no es demasiado importante si el juego es o no una grandiosa obra maestra para los ajenos a las creaciones de J.K. Rowling. Porque para quien sí esté dentro de ese universo, 'Hogwarts Legac' va a garantizar una cantidad de horas en las que un mero paseo por los pasillos de la escuela ya supone un regalo. Desde ese punto de vista, nada que objetar, pero quizás nos hubiera gustado que Warner no hubiera predicado solo para los conversos.

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