Todo lo que descubrí en mi primer día con un coche eléctrico (que no sabía y me hubiese venido muy bien)

Todo lo que descubrí en mi primer día con un coche eléctrico (que no sabía y me hubiese venido muy bien)

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Todo lo que descubrí en mi primer día con un coche eléctrico (que no sabía y me hubiese venido muy bien)

"Oye, que esto no se desenchufa". Ese fue mi primer contacto con un coche eléctrico. El Volkswagen e-Golf que analicé en Xataka durante unos días me hizo ver el futuro de la automoción, pero aquel primer contacto con un coche 100% eléctrico también me hizo sentir como un novato absoluto en muchos ámbitos.

Tras veinte años conduciendo, mi primer día con un coche eléctrico me descubrió que necesitaba ver la conducción desde otro prisma en muchos apartados. Estas fueron las dudas y problemas que me asaltaron en esas primeras horas al volante del VW eGolf.

La primera en la frente

Llego a las oficinas de Volkswagen en Madrid y tras hablar brevemente con uno de los responsables y firmar el contrato de cesión, me dan las llaves. "Está en el garaje, en la plaza que te hemos indicado. Aquí tienes las llaves. Puede que esté cargando, si es así desenchúfalo y listo".

Como si manejara un coche eléctrico todos los días. Así fui camino del garaje, decidido a medias porque lo cierto es que las explicaciones habían sido escuetas. Puede que desde los medios dedicados al motor como el de nuestros compañeros de Motorpasión con eso valiese, pero a mí, como pronto quedaría demostrado, no lo fue.

El coche estaba en la plaza indicada y, como me habían prevenido, estaba enchufado. "Bueno, no pasa nada", pensé. "Esto será como quitar la manguera en una gasolinera". Abrí el coche —imaginé que quitar el enchufe de carga estaba asociado a la apertura de puertas, y en parte acerté— y tiré de la "manguera eléctrica".

Nada.

Hice un poco de fuerza, traté de acudir a la maña por si había que girar o inclinar un poco de alguna forma la manguera para desenchufarla, pero nada. Aquello no salía. Tras varios intentos más cerrando y abriendo el coche, vi cómo los pilotos que estaban situados al lado de la manguera se encendían o apagaban al pulsar los botones a su lado.

Eso no servía de mucho, así que antes de acudir a los responsables de VW me dije "esto no puede ser tan difícil, algo pondrá en el manual". Abrí la guantera, ojeé el manual (un poco en diagonal) y una vez más, nada. Parecía que estaba haciendo todo lo correcto, pero no era capaz de desenchufar el coche.

Tras 10 minutos tratando de resolver el problema, me rendí. Volví a subir a las oficinas, donde le conté el problema a uno de los responsables de comunicación. "Ah, claro, es que tienes que darle dos veces a la apertura de puertas para poder desenchufar el coche, me bajo contigo".

Así que era eso. Resulta que había que pulsar dos veces en el mando para que se desbloquease la manguera de carga, tras lo cual, efectivamente, era posible retirarla. De eso no ponía nada en el manual (o yo no supe verlo). Ya puestos, me dije, será mejor que aproveche para preguntarle alguna cosa más sobre el coche, por si había algo especial que me quisiese comentar.

Lo había, claro. Era el milagro de la frenada regenerativa o de recuperación.

Conducir con un pedal en Sevilla (y Madrid) es una maravilla

Como me explicó el responsable de comunicación y luego comenté de forma extensa en el análisis del e-Golf, una de las peculiaridades de los coches eléctricos desde hace tiempo es el de que al frenar logras recuperar un poco de energía para alargar la autonomía de la batería.

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No mucha, cierto, pero suficiente para que uno casi se anime a conducir de la forma más eficiente posible. En la pantalla informativa del e-Golf incluso tienes un índice de "conducción azul" que te permite saber si estás conduciendo aprovechando de forma óptima esos recursos de eficiencia que te ofrece el coche.

Puede que fuera esa primera introducción al mundo de los eléctricos, pero casi que uno se propone como objetivo tratar de aprovechar dichos recursos y lograr así mejor puntuación. La ludificación (o "gamificación") también funciona mientras conduces.

Esa conducción eficiente se logra además haciendo más cómoda que nunca la conducción. El cambio es automático, por supuesto, pero es que como ya expliqué en mi análisis, los distintos modos de frenada regenerativa (de 0 a 5 según la capacidad de recuperación y la "fuerza" de la frenada) permiten que uno casi pueda conducir sin pisar el freno convencional.

Eso supone un cambio de paradigma sorprendente, y aunque al principio cogí con algo de miedo y precaución dicha capacidad, pronto quedé conquistado por esa forma de conducir, que se une a otras ayudas del coche como la velocidad de crucero adaptativa, perfecta para esos atascos que uno sufre en horas punta.

Trata de cargarlo, por Dios

Cuando cogí el coche la autonomía estimada era de 285 km. En realidad la cifra era optimista, y tras las pruebas esa autonomía se acercó a los 250 km. No pude confirmar el dato porque, sinceramente, no fui capaz de cargar el coche.

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Era domingo y quedaban unos 110 km de batería, así que decidí dedicar un rato del día festivo a recargar la batería. Cogí a mi familia y nos fuimos al Carrefour de Ciudad de la Imagen. "Así llenamos la nevera mientras cargamos el coche", le dije a mi mujer.

Antes, claro, había tratado de informarme un poco. En el coche ya había tratado de ver si los mapas ofrecen información de puntos de carga. Buscando por "Carga" en esos mapas aparecía algún punto de la red IBIL, pero no había información sobre otros puntos de recarga en los alrededores de la localidad donde vivo.

Eso hizo que acudiera a un recurso que descubrí pronto y que es uno de los referentes en esta primera era de movilidad 100% eléctrica: Electromaps, que ofrece información sobre esos puntos y que además es actualizada por la comunidad de usuarios de todo tipo de vehículos eléctricos. En ese sitio web aparecía un punto de recarga en el Carrefour, lo que precisamente ayudó a plantear ese plan dominical.

Así que a media mañana fuimos hacia el centro comercial, y tras dejar el coche en la plaza especial —la única en todo el párking con un punto de carga— consultamos el punto de carga. Parecía ser necesaria una tarjeta de carga que activase el punto, de forma que sugimos a informarnos.

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Esta es la teoría. En la práctica, al menos en mi (breve) experiencia, cargar un coche eléctrico genera de momento algo de estrés.

En el punto de información del centro comercial nos comentaron —con dudas y consultas a personal con algo más de experiencia, no había mucha gente que les hubiese preguntado sobre cómo aprovechar el punto de carga— que en realidad no hacía falta nada especial. En el pasado, nos comentaron, era necesaria esa tarjeta que activaba el punto de carga, pero habían desactivado dicho requisito para facilitar el tema.

Así pues, nos volvimos a dirigir a la plaza, abrí el maletero y saqué los cables de carga. Como me había explicado el comercial, debajo del maletero están dos bolsas con esos cables tanto con el conector de toda la vida (Schuko) como con el conector Mennekes, mucho más extendido entre los coches eléctricos. Hay más tipos de conectores, pero con estos dos uno teóricamente está servido para puntos de carga rápida específicos o para puntos de carga (más lentos) domésticos.

El conector del punto de carga era un Mennekes, así que saqué el cable y lo enchufé con confianza a la toma del punto de carga (no hay manguera como tal, solo un enchufe de uno de estos tipos para que tú conectes tu cable) y a la del coche. Uno de los pilotos al lado del enchufe de carga se encendió, y tomé esa señal por buena. "Ale, a comprar", nos dijimos.

Cuarenta minutos más tarde volvíamos con la compra hecha y la satisfacción de sentirnos una familia súper moderna. Por un momento habíamos vivido en el futuro, cargando el coche mientras aprovechábamos para hacer la compra. Tras desenchufar el coche del punto de carga con solvencia, meter los cables debajo del maletero y meter la compra, nos metimos en el coche y lo encendí.

Nada.

La autonomía de la batería no había subido ni un kilómetro porque el punto de carga no había hecho nada. Algo debía haber hecho mal, comenté con mi mujer mientras volvíamos a casa. Tras estar un rato allí, decidí que quería volver a intentarlo, así que esta vez hice el trayecto solo de nuevo al centro comercial. Otra vez en la plaza, otra vez con los cables, y esta vez con el manual del coche por si las moscas.

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Todo lo que debería pasar no pasaba. El punto de carga, de hecho, no mostraba ninguna actividad, no se encendía ningún piloto y tampoco tratando de explorar el manual encontré respuesta. Ese punto, parece, no suministraba carga, lo habían desconectado de la red y no habían informado al personal. O eso, o, insisto, algo había hecho yo mal de nuevo —pero no logré saber qué—.

Desde allí probé otras dos posibilidades más. En otro centro comercial más, Zielo, en Pozuelo, se indicaba que también había puntos de carga, pero una vez allí vi que estaban precintados y que además eran puntos de carga con el diseño y la marca comercial de Tesla. Como me explicarían mis compañeros de Motorpasión, esos puntos suelen ser mixtos (había tres, y al menos uno de los tres suele valer para otros vehículos eléctricos), pero al estar precintados y probablemente aún no disponibles ni siquiera pude probar.

Salí de allí como había llegado. Bueno, con algunos kilómetros menos de autonomía.

Tras ese trayecto volví a Kinépolis, en la Ciudad de la Imagen, donde teóricamente había algún punto de carga. Recorrí el parking cubierto lo mejor que pude, pero no vi ni puntos de carga ni información sobre ellos, así que mi última opción era tratar de aprovechar el punto de carga IBIL del que me informaban en el mapa de Electromaps.

Estos puntos de carga funcionan con tarjetas prepago que teóricamente puedes conseguir en gasolineras Repsol y también en el ayuntamiento. Al ser domingo no pude averiguar si ir al ayuntamiento me lo hubiera solucionado, pero sí pude visitar dos gasolineras Repsol de los alrededores. En ambas la misma respuesta: no solo no tenían esas tarjetas: no sabían ni lo que eran.

Tras más de 30 km dando vueltas, me rendí a la evidencia. Es evidente que alguien que compra un eléctrico lo hace sabiendo que va a tener disponible un punto de carga —normalmente, mediante una instalación de un punto doméstico conectado a su contador en la plaza de garaje—, pero para quien como yo probaba la experiencia, la sensación fue de estrés. No solo no podía recargarlo: encontrar información fiable sobre estos puntos y si funcionaban o no era demasiado complicado. La infraestructura está en pañales.

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