Samsung Odyssey G9, análisis: un alucinante monitor gaming que te envuelve con su curva y te conquista con sus 240 Hz

Samsung Odyssey G9, análisis: un alucinante monitor gaming que te envuelve con su curva y te conquista con sus 240 Hz

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Samsung Odyssey G9, análisis: un alucinante monitor gaming que te envuelve con su curva y te conquista con sus 240 Hz

El Samsung Odyssey G9 es, sobre el papel, el monitor gaming más completo jamás creado. Es también el más espectacular —haya papel o no— gracias a sus 49 pulgadas y sobre todo a una curvatura 1000R prodigiosa que te envuelve y hace que no quieras salir de ahí. Y es también, inevitablemente, caro.

Estamos ante el análisis de un producto aspiracional que probablemente cualquier usuario querría tener en su casa. Una de esas maravillas que demuestran hasta donde puede llegar la tecnología, y al que de hecho, sorprendentemente, puede costar un poco sacar partido.

Ficha técnica del Samsung Odyssey G9

La hoja de especificaciones del Samsung Odyssey G9 es realmente espectacular. Este modelo (LC49G93TSSUXEN) es un verdadero prodigio por su curva 1000R, pero también por lograr aunar prácticamente todo lo que cualquier gamer podría pedir en un monitor orientado a videojuegos.

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Así, tenemos frecuencias de refresco de hasta 240 Hz, certificación HDR1000 y un tiempo de respuesta de 1 ms (Gray-to-Gray), a los que se unen el soporte tanto de Nvidia G-SYNC como de AMD FreeSync Premium Pro para esa frecuencia adaptativa que evita pequeñas aberraciones durante las sesiones de juego.

Samsung Odyssey G9 (LC49G93TSSUXEN)

PANEL

LCD VA Curvo (1000R) DQHD de 49 pulgadas con relación de aspecto 32:9

RESOLUCIÓN

5.120 x 1.440 puntos

REFRESCO

240 Hz

BRILLO

1000 cd/m2

CONTRASTE

2500:1

ÁNGULO DE VISIÓN

178°

TIEMPO DE RESPUESTA

1 ms (GtG)

HDR

CONECTIVIDAD

1 x HDMI 2.0, 2 x Display Port 1.4, 2 x USB 3.0, auriculares

NVIDIA G-SYNC

COBERTURA DE ESPACIO DE COLOR

125% sRGB, 92% Adobe RGB

SONIDO

No

CONSUMO

108 W

ETIQUETA ENERGÉTICA

C

DIMENSIONES

1147,6 x 537,2 x 416,4 mm (con peana)
1147,6 x 363,5 x 291,0 mm (sin peana)

PESO

16,7 kg (con peana)
14,1 kg (sin peana)

PRECIO

1.499 euros

Diseño: por sus curva lo conocerás

Sacarlo de la caja ya impone. El propio corcho con el que Samsung protege este monitor está precisamente diseñado para acoplarse a esa pantalla curva, y aunque no es excesivamente pesado (14,6 kg sin el soporte, 17,2 kg con él) sus dimensiones (115 cm de largo) hacen que dé respeto montarlo y dejarlo preparado.

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Una vez sobre la mesa, muchas sorpresas. Alguna extraña, como el hecho de que las patas en V invertida del soporte no están completamente apoyadas sobre la mesa, y en realidad los puntos de apoyo son la columna central sobre la que se sostiene el monitor y el final de las mencionadas dos patas, que aunque tienen un aspecto rígido siguen siendo de plástico.

Ese soporte permite además algo de margen de maniobra en cuanto a la colocación del monitor, que es ligeramente ajustable en inclinación (-15 a 5°) y giro (-15 a 15°), pero no en pivot (lógico en este formato).

Es también posible un pequeño ajuste en altura, que podremos desplazar 12 cm hacia arriba o hacia abajo, y si preferimos usarlo con una montura VESA podremos hacerlo gracias a su compatibilidad con monturas de 100x100 mm de este tipo.

Eso es un pequeño mal menor en un producto que por lo demás es absolutamente imponente. Aunque es gigante, lo curioso es que es muy fácil (demasiado fácil) acostumbrarse a su tamaño en el escritorio, con ese formato ultrapanorámico 32:9 que es quizás exagerado en longitud.

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De hecho, quienes utilizan configuraciones multimonitor probablemente no estén tan sorprendidos con esas dimensiones porque en esencia este monitor tiene una resolución y dimensiones similares a las que obtendríamos colocando dos monitores 1440p de 27 pulgadas el uno junto al otro.

Esa configuración no tiene mucho que ver con lo que ofrece este monitor de Samsung, sobre todo porque en ella tendríamos una clara división en la mitad de la pantalla que sería difícil no apreciar incluso con marcos delgados.

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A ello se le une la característica definitoria de este monitor: su curvatura 1000R. Ese tipo de curvatura es excepcional hoy en día en un mundo en el que la inmensa mayoría de los monitores curvos adoptan una curvatura 1800R mucho menos pronunciada o, como mucho, 1500R.

Con la curvatura 1000R el efecto es mucho más notable, y teóricamente gracias a ella nuestros ojos no deben ajustar la distancia de enfoque porque a la distancia a la que solemos usarlo todos los puntos de la pantalla están básicamente a la misma distancia de nuestros ojos.

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Eso implica teóricamente una menor fatiga visual para el usuario, pero se cumpla eso o no, esa curva es sencillamente espectacular desde cualquier ángulo. Se aprecia especialmente cuando se ve el perfil del monitor desde arriba, pero es igual impactante tanto si estás frente al monitor como si lo ves “como espectador” desde fuera del puesto de trabajo en el que lo usas.

Precisamente su curvatura hace que sea importante tener en cuenta que tenemos que tener un escritorio con cierta profundidad para que el monitor no “nos coma”. Con el soporte roza los 25 cm desde el fondo midiendo en la parte central de la pared (casi 42 en los extremos por la curva), algo que tenemos que tener en cuenta si lo tenemos pegado a la pared, porque en realidad no lo estará. Más vale que tengáis una mesa generosa para colocar esta bestia.

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Parte de los detalles de su diseño, no obstante, tienen el peligro de quedar ocultos. Su construcción, impecable, está cuidada incluso en una parte trasera a la que la mayoría de fabricantes no prestan demasiada atención.

Esa parte trasera, de un color blanco brillante, casi nacarado, es igualmente llamativa, y en la parte que hace que se una al soporte encontramos un sistema de retroiluminación circular con un sistema que podremos configurar para que muestre distintos colores.

En mi caso, lamentablemente, esa opción no tuvo apenas impacto en la experiencia, porque uso el monitor pegado a una pared y solo totalmente a oscuras se notaba ligeramente el halo creado por esa retroiluminación posterior.

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En una estancia distinta y con el monitor al descubierto el efecto será sin duda especialmente llamativo, y ese detalle se une a otro curioso pero poco práctico: en la parte superior del soporte (de metal, pero con una cubierta de plástico) encontramos una pestaña que podemos girar y poner perpendicular para poder colgar los cascos de allí.

No es un elemento especialmente cómodo ya que las dimensiones del monitor obligan normalmente a que nos levantemos para acceder a esa parte trasera, pero el detalle está ahí.

Precisamente el soporte es otro elemento que muestra la atención al detalle de Samsung, que concibe ese soporte también como una forma de esconder los cables. Cuando conectamos el monitor a corriente, a uno o varios equipos y quizás a un hub USB podremos esconder todos esos cables y cubrirlos con la tapa de plástico del soporte para que así la organización de cables quede mucho más cuidada en el escritorio.

Unas prestaciones notables en prácticamente todos los apartados

Estamos ante un panel VA que según Samsung logra un contraste de 2500:1 y que además cuenta con soporte de la característica ‘local dimming’, un sistema que realiza una mejora de la iluminación de forma local con varias fuentes de luz que se encargan de dar luz a las distintas zonas de la pantalla para evitar que queden lugares oscuros. A mayor número de zonas de iluminación, más brillo y mejor imagen.

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Este sistema, eso sí, solo funciona en modo HDR, no en SDR, y está formada por zonas verticales de iluminación que saltan a la vista cuando un objeto está en cualquier parte de pantalla. Si la pantalla debe mostrar negros y el puntero va pasando por cualquiera, se nota cómo las zonas se van iluminando. No es por tanto un sistema implementado de forma especialmente “fina”, y se trata de uno de los pequeños peros que se le pueden poner al panel.

Samsung también presume de su certificación VESA HDR1000, lo que garantiza que es capaz de ofrecer 1000 cd/m2 de brillo máximo, y aunque no teníamos herramientas para poder comprobar ese dato, creednos cuando os decimos que cuando se usa el modo HDR y aparecen zonas iluminadas por fogonazos o claridad en películas o juegos el efecto es contundente: uno tiene que entrecerrar los ojos porque ciertamente el brillo del panel es sobresaliente.

Los ángulos de visión, como en la mayoría de paneles VA, no son especialmente notables, pero el efecto se agudiza en este panel curvo, y cuando nos desplazamos a derecha o izquierda el texto pierde algo de definición y los colores de las imágenes se difuminan y aclaran. De nuevo no es un problema grave sabiendo que estamos ante un panel VA curvo, y no empaña el resto de prestaciones de este monitor.

Por ejemplo el de su calibración. Samsung afirma que estos monitores vienen precalibrados de fábrica, y ciertamente el nivel de calidad de partida de monitor en cuanto a reproducción del color es excelente. Por supuesto siempre es posible afinar y hay en internet recomendaciones sobre cómo establecer los distintos parámetros de temperatura de color, contraste, luminancia, niveles RGB o incluso perfiles ICC para calibrar que podremos usar.

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Aquí, por supuesto, influye la propia percepción de cada usuario, y afortunadamente Samsung proporciona un menú de configuración suficientemente completo en el que poder dejar el panel calibrado a nuestro gusto. Aún así, los perfiles o modos de imagen predefinidos son muy útiles para la mayoría de los usuarios, y por ejemplo el modo FPS que está lógicamente orientado a videojuegos en primera persona “abusa” del brillo y del contraste para mejorar el impacto de todas las imágenes.

El número de ajustes al que podemos acceder es muy elevado, y también afectan al tiempo de respuesta —que impacta en ese molesto rastro que pueden dejar tipografías o imágenes al desplazarlas rápidamente— o por supuesto a la frecuencia de refresco, una de las opciones estrella de un monitor que incluso con esta resolución de 5.120 x 1.440 píxeles es capaz de trabajar a 60, 144 e incluso 240 Hz. El monitor soporta tanto FreeSync Premium Pro como Nvidia G-SYNC, y tiene un tiempo de respuesta GTG (Gray-To-Gray, la forma más habitual de medirlo) de 1 ms. .

Al configurar esta última opción en Windows 10 el movimiento del ratón es sorprendentemente suave, y aunque no soy de los que detecta muchas diferencias con frecuencias de refresco altas durante sesiones de juego —es un tema de percepción, como señalé entonces— sí que noto esa suavidad y fluidez en el escritorio.

Hay otros elementos de interés que es posible activar en el monitor, como la mirilla (crosshair) que podemos utilizar como complemento a la que nos proporcionan los videojuegos del género shooter, o un contador de fotogramas que muestra a qué FPS estamos jugando en cada momento.

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Sin embargo la característica adicional más llamativa es probablemente el modo Picture-in-Picture, que se complementa con el Picture-by-Picture. Ambos permiten combinar imágenes de dos fuentes distintas de forma simultánea, pudiendo conectar por ejemplo dos equipos al monitor y controlándolos con el mismo ratón y teclado (por ejemplo a través de algún KVM hardware o de utilidades como Synergy o Across).

Aunque hace unos meses se retiró temporalmente por unas fugas de luz no deseadas en alguna de las uniones con los marcos, el problema parece haberse resuelto por completo. Al menos en nuestro caso no hubo ningún problema de ese tipo, y pudimos usar el monitor sin notar fugas de luz en ningún momento.

En mi caso el mayor problema lo encontré en el llamado efecto ‘inverse ghosting’ o ‘coronas’, un problema que aparece en juegos (donde no lo he notado apenas) pero desde luego también al desplazar el texto hacia arriba o abajo. Al desplazar ese texto aparece una sombra a la inversa, es decir, más clara (brillante) que el propio fondo blanco de la página web sobre el que se suele mostrar el texto. Lo explican muy bien —cómo no— en Blur Busters, y en este Odyssey G9 es claramente visible y aunque hay ajustes que ayudan a aliviarlo, yo no he conseguido eliminarlo del todo. Si sois sensibles a ese problema puede molestaros un poco, y aunque yo lo noto, no es lo suficientemente preocupante como para pesar más que todas las ventajas (que son muchas) de este monitor.

Usando el Odyssey G9 para trabajar

Nada más iniciar el equipo una cosa salta a la vista: el fondo de escritorio que tenías (probablemente) no queda bien. Los fondos de escritorio suelen aprovechar y adaptarse a pantallas panorámicas, pero en monitores ultrapanorámicos como este esos fondos quedan “estirados”, lo que hace casi obligatorio que nos busquemos un nuevo fondo de pantalla. Eso no cuesta demasiado, y creedme: esos fondos de pantalla suelen hacer que el espacio de trabajo sin ventanas sea aún más imponente. Casi da rabia tener que empezar a trabajar y no dejar el monitor en "modo cuadro".

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En mi día a día trabajo habitualmente con dos ventanas del navegador enfrentadas. El resto de aplicaciones que tengo abiertas las dejo en segundo plano y suelo jugar con el Alt+Tab para ponerlas en primer o segundo según mis necesidades, así que la perspectiva de usar un monitor ultrapanorámico durante unos días me parecía fantástica para trabajar.

Lo cierto es que en mi monitor de trabajo habitual podría tener más ventanas de forma habitual. Hace unos años compré un Dell UP2715K con resolución nativa 5K (5.120 x 2.880 píxeles), pero trabajo siempre con escalado al 200% lo que me permite tener una resolución de trabajo de 2.560 x 1.440 píxeles en la que disfruto de una nitidez fantástica de todos los elementos visuales, especialmente de las tipografías.

La desventaja, claro, es no poder tener más de esas dos ventanas siempre a la vista, un sacrificio que en mi caso es válido porque usar la resolución nativa en esa diagonal hace que todo se vea peligrosamente pequeño. Así pues, esta era una excelente oportunidad para probar un monitor ultrapanorámico y los beneficios de esa enorme resolución horizontal.

El Samsung Odyssey G9 me permite tener un área de trabajo que sería equivalente a la de dos monitores de 27 pulgadas con resolución QHD (2.560 x 1.440 píxeles), lo que a su vez me permitiría trabajar con cuatro ventanas como las que manejo habitualmente en mi espacio de trabajo.

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El mundo es mío. O casi.

El resultado es curioso: tras dos semanas trabajando con él me he dado cuenta de que en mi caso 49 pulgadas son demasiadas, y 5.120 píxeles de horizontal también: me resulta algo incómodo barrer la pantalla con esas cuatro ventanas, y de hecho en mi caso mi configuración ideal parece limitarse a tres.

A mis dos ventanas de navegador añadiría como mucho esa tercera ventana con el cliente de Slack en el que los miembros de Xataka y de Webedia trabajamos en equipo. La cuarta parte del escritorio suele estar vacía, y solo en ocasiones la he usado para reproducir algún vídeo o herramientas auxiliares como el bloc de notas.

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Hay un dato curioso más: aunque he intentado abrir una cuarta ventana en esa última parte —en mi caso, la situada a la derecha del todo— acababa sintiéndome un poco como viendo un partido de tenis: es posible recorrer todo el monitor sin mover la cabeza, pero yo al menos acabo girándola de un lado a otro.

Es algo que he notado por ejemplo en algo tan inocuo como consultar la hora que era: normalmente echo una ojeada rápida a la bandeja del sistema de Windows 10 y ya está, pero con este monitor tengo que girar la cabeza un poco para poder verla. Es un detalle fácilmente solucionable, sin duda, pero uno que para mí hacía sonar una pequeña voz de alarma: la de que quizás este monitor ultrapanorámico es demasiado ultrapanorámico.

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En el tercio de la parte izquierda, la salida del Dell XPS 13. Los dos tercios restantes, ocupados por la salida de mi PC de sobremesa. La función PiP puede llegar a ser realmente útil.

Esa enorme horizontal también se puede aprovechar de otros modos, y aquí la característica destacada es el soporte PiP (Picture-in-Picture) que permite que tengamos varias fuentes mostradas al mismo tiempo en el monitor. Yo conecté mi Dell XPS 13, por ejemplo, y lo cierto es que si necesitas un escenario así este monitor lo pone muy fácil.

En el Samsung Odyssey G9 encontramos de hecho un completo menú para controlar las opciones del modo PiP y que permite seleccionar en primer lugar qué modo activamos: podemos tener pantalla dividida a la mitad, una ocupando un tercio y la otra ocupando dos (o viceversa) y también otro modo en el que la pantalla secundaria ocupa solo una esquina de todo el monitor.

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Seleccionar la fuente que se utiliza en cada sección es igualmente sencillo con ese menú de configuración, y aunque la característica es estupenda en muchos sentidos, no es perfecta. Resulta un poco decepcionante por ejemplo que al activar este modo perdamos el soporte para tasas de refresco de 120 o 240 Hz, y solo podremos utilizar ambas secciones con una tasa de refresco de 60 Hz.

La calidad del panel, por cierto, es indiscutible, y aunque en mi caso el salto ha supuesto perder definición (por ese escalado que hace que las tipografías casi parezcan estar “en una pegatina” de lo bien que se ven) no tengo queja alguna en cuanto a la claridad y detalle de tipografías y resto de elementos visuales.

La tasa de refresco de 240 Hz también ayuda, y aunque es una opción mucho más orientada a juegos, la suavidad con la que se mueve el ratón o con la que se desplazan las ventanas al arrastrarlas y soltarlas en el escritorio es pasmosa.

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En Linux no noté ningún problema con el monitor, y al menos ElementaryOS lo detectó sin problemas. Si además usamos algún gestor de ventanas especialmente orientado al 'tiling' podremos aprovecharlo al máximo.

Realicé una última prueba más a la hora de trabajar, y es usar el equipo con Linux. En mi PC de trabajo mantengo una partición con ElementaryOS 5.1 “Hera”, y quise probar cómo se comportaba el monitor en este entorno.

La conclusión es que lo hace estupendamente, y no hay diferencias funcionales a la hora de trabajar con uno u otro. En Windows, por ejemplo, instalé y activé los renovados PowerToys y sobre todo su opción FancyZones, algo que me permite crear secciones dentro de la pantalla a las que mover las ventanas de cada aplicación con atajos de teclado.

En Linux es posible hacer lo mismo con los gestores de ventanas “en baldosas” o tiling window managers, y hay opciones para todos los gustos que permiten tener un control absoluto sobre la forma en la que quieres distribuir el espacio en el monitor.

Con un producto como el Odyssey G9, estos gestores de ventanas se vuelven aún más interesantes. Por lo demás, no tuve conflictos ni problemas adicionales a la hora de usar el equipo en una sesión de trabajo convencional, y quizás eso ayude a quienes dudaban si este monitor podría aprovecharse bien con distribuciones Linux.

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Celdas, celdas, y más celdas.

Un monitor con esta resolución horizontal es probablemente también una opción excepcional para cualquiera que trabaje con edición de vídeo: esa gran resolución horizontal hace que trabajar en este tipo de aplicaciones dé mucho margen de maniobra, y lo mismo puede decirse de otros tipos de aplicaciones que pueden ser perfectas para aprovechar esas dimensiones, y tenemos un buen ejemplo en Excel, que si maximizamos para que ocupe todo el escritorio permite que aparezcan un número mareante de columnas.

Hay otro elemento importante que comentar que se aparta un poco del escenario de trabajo y está más relacionado con el ocio: los contenidos de vídeo. El Samsung Odyssey G9 tiene un formato estupendo para trabajar si sabes sacarle partido, pero no tanto para ver películas o vídeos.

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Su enorme resolución horizontal obliga que cualquier contenido de vídeo obligue a tener dos grandes bandas negras a ambos lados que hacen que la imagen quede “constreñida” y casi atrapada en unos márgenes que parecen querer salir de ahí. La sensación es casi la de volver a las viejas televisiones con formatos 4:3, y da igual que el contenido esté pensado para formatos panorámicos, porque esos formatos no son lo suficientemente panorámicos para este monitor.

Jugar así es casi demasiado jugar

Que sí, que está muy bien lo de sacar provecho del monitor para trabajar, pero vayamos al lío: quien se compra este monitor —o quien se plantea comprarlo— lo hace sobre todo con vistas a utilizarlo para una cosa: jugar.

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De hecho todo en el Samsung Odyssey G9 está pensado para ese propósito. El soporte de una frecuencia de refresco de hasta 240 Hz, la inclusión tanto de AMD FreeSync como de Nvidia G-SYNC, los modos de imagen preconfigurados para distintos géneros, y por supuesto el propio formato ultrapanorámico 32:9 y esa prodigiosa curva que te envuelve invitan a jugar como no lo habíamos hecho antes.

¿Cómo es la experiencia? Imperial. Jugar en este monitor hace que los escenarios casi te rodeen y (una vez más, insisto) te envuelvan. Tienes mucha más información de la que tienes en un monitor convencional, y aquí es lógico que cualquiera se plantee dos preguntas. La primera, si eso hace que el impacto en la experiencia sea notable. La segunda, si “juegas mejor”, es decir, si este monitor y este formato plantean una ventaja competitiva por ejemplo en juegos online competitivos.

La respuesta a la primera pregunta es desde luego afirmativa: la experiencia mejora, y esa “ventana” al mundo virtual que plantean los juegos de repente se agranda y nos deja ver mucha más información. Eso tiene un pequeño problema, ojo, y es el de que para mover toda esta información necesitaremos un PC potente.

Nosotros hemos evaluado el monitor con un equipo normal en cuanto a la mayoría de las prestaciones (Core i5-8400, 16 GB de RAM, 256 GB de SSD NVMe) pero no tanto en la gráfica, ya que hemos podido disponer de una GeForce RTX 2080 Super de ASUS para garantizar fluidez total durante las sesiones de juego, incluso en aquellos algo más exigentes gráficamente.

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Eso no quiere decir que este monitor sea necesariamente más exigente que otros, cuidado: las enormes dimensiones engañan, pero esta resolución de 5.120 x 1.440 píxeles obliga a mover 7.372.800 píxeles en total, pero en un monitor 4K UHD esa resolución es de 3.840 x 2.160, lo que equivale a 8.294.400 píxeles: movemos más píxeles en un monitor 4K convencional que en esta teórica bestia de Samsung, así que la carga de trabajo es algo más relajada en el Odyssey G9 si la comparamos con un juego corriendo a 4K.

Cuando uno intenta responder a la segunda pregunta, la cosa no está tan clara. Juego todo lo que puedo —que no es mucho— a ‘Battlefield 1’ y voy dando saltos en el catálogo de mi suscripción a Game Pass Ultimate, y eso me ha permitido experimentar bastante con este monitor.

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En todos los juegos la sensación es fantástica, y tener ese espacio extra en el que el juego —literalmente— se expande es llamativo, pero su utilidad práctica, al menos bajo mi punto de vista, es muy limitada.

Para mostrar esa vista expandida a menudo los juegos acaban distorsionando ligeramente la imagen en ambos extremos, algo que se puede aliviar mucho si configuramos el parámetro de campo de visión (FoV) de las preferencias de vídeo en cada juego. Eso hace que ese pequeño conflicto desaparezca o quede reducido a la mínima expresión, pero al final tener ese extra de visibilidad es tan llamativo como —insisto, en mi experiencia— inútil.

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Lo he vivido una y otra vez al jugar en el monitor. No soy mejor en ‘Battlefield 1’ por tener esa vista ampliada. No veo cómo los enemigos se acercan por ambos lados hasta que no están próximos a la parte “central” de la acción —la que igualmente veríamos en un monitor convencional—, y si quisiera hacerlo tendría que estar girando la cabeza de lado a lado para recorrer esa enorme horizontal.

Dudo que eso sea buena idea en juegos de este tipo, sobre todo porque esos vistazos rápidos de lado a lado se realizan al final igual de bien a golpe(tazo) de ratón. Precisamente para eso los jugadores tienen la opción de configurar la sensibilidad del ratón o saber cuál es la más adecuada con calculadoras especializadas como la que proporcionan en esta web.

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La memoria muscular y un ratón bien configurado hacen que jugadores experiementados probablemente no necesiten esta enorme horizontal porque la visión periférica en estos juegos actúa como en la vida real: su relevancia en nuestra actividad es muy discreta, y salvo casos excepcionales probablemente servirá de poco en la experiencia de juego a la hora de ser mejores en esas sesiones.

Esa sensación la he tenido constantemente en los juegos en los que he ido probado el monitor. Títulos como ‘Battlefield 1’, ‘Microsoft Flight Simulator 2020’, ‘Forza Horizon 4’, 'Metro: Exodus' o ‘Shadow of the Tomb Raider’ son los que aparecen en las capturas, pero hay otros tantos en los que ocurre lo mismo. El monitor no nos hace mejores, pero eso no significa que no vayamos a disfrutar más de esos juegos que ahora logran capturarnos aún más en los mundos virtuales a los que nos transportan.

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La información periférica es fantástica y es capaz de que la inmersión en el juego y la experiencia mejoren, pero las ventajas prácticas de eso no son claras. Si eso es lo que estabas buscando, quizás este no sea tu monitor. Para todos los demás, si no os importa ese punto, estamos ante un monitor que cumple todo lo que promete, y que hace que la experiencia en algunos juegos sea especialmente prodigiosa.

Yo lo noté sobre todo en ‘Microsoft Flight Simulator 2020’, que aprovecha de forma espectacular ese formato ultrapanorámico y hace que esas experiencias de vuelo sean absolutamente majestuosas. Parece un juego hecho para este monitor… y viceversa.

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Darse un paseo por cualquier rincón del mundo, conocido o no, acaba dando momentos fantásticos que van más allá de la experiencia como simulador. El Odyssey G9 engrandece este juego, y nunca mejor dicho. Lo hace probablemente también en otros juegos en los que la exploración visual es parte de la experiencia, pero lógicamente las cosas cambian en juegos en los que el foco de la acción están en el centro de la pantalla y allí donde situamos el puntero del ratón.

No he jugado a juegos del género MOBA tipo League of Legends porque no estoy familiarizado con ellos, pero intuyo que a esos jugadores también pueden sacar alguna ventaja de esa enorme visión horizontal. Al final, insisto, el monitor aporta información adicional que está ahí aunque no la veamos directamente. Puede que eso haga que luego enfocarnos en ella sea más sencillo gracias a ese vistazo periférico, pero al menos en los juegos que he probado el efecto práctico es casi nulo.

Samsung Odyssey G9, la opinión de Xataka

Es difícil valorar un producto como este, pero si tuviera que calificarlo de forma clara diría que es un maravilloso capricho. Un monitor que es casi imposible que os decepcione y que hará no solo que vuestro escritorio sea la envidia del resto de gamers y usuarios de tecnología: os permitirá acceder a formas de trabajo y de juego que desde luego pueden tener mucho sentido para mucha gente.

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El problema, al menos en mi caso, es que este monitor ultrapanorámico es demasiado ultrapanorámico. Parece mentira que diga algo así, pero me resulta difícil sacarle partido al monitor sin sentir que en realidad no necesitaba tanto.

La sensación que me ha dejado el Odyssey G9 es que quizás la resolución ideal para mí es la que me permita situar tres ventanas en ese formato que yo manejo normalmente, y no cuatro. Así, un 34 pulgadas con resolución 3.440 x 1.440 px parece mucho más coherente tanto con mi forma de jugar o de trabajar que este Odyssey G9 que va más allá y que desde luego da opciones espectaculares.

Si vais a aprovechar esas opciones, no hay discusión: este monitor es un acierto. Si no es así, tendréis ante vosotros un producto al que probablemente no vayáis a sacar todo el partido, pero que aún así os dará un montón de alegrías. Se hace raro ver contenidos multimedia en él y el problema del ‘inverse ghosting’ puede ser algo molesto, pero más allá de eso la gran pega del Odyssey G9 es que, atención, igual es demasiado monitor para quien lo usa.

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Puede que eso sea una fase pasajera y al cabo de un tiempo acabes adaptándose tú a él (y no él a ti), pero en mi caso eso no ha sucedido: me he acostumbrado a tener tres ventanas en pantalla e incluso a expandir la tercera, la del lado derecho, para que ocupe toda una mitad de la pantalla, pero de nuevo la sensación siempre ha sido la de que no estaba sacándole todo el jugo a este monitor porque mi escenario de uso no lo necesitaba.

Con los juegos, lo mismo: el Odyssey G9 es un monitor alucinante para jugar y ciertamente se disfruta en títulos de exploración y mundos abiertos, pero si sois jugadores de FPS y necesitáis estar muy centrados en esa parte central en la que se desarrolla la acción, ese extra que aporta un monitor como este, aunque sea espectacular, aporta poco a nivel práctico.

Hay un problema más: el Samsung Odyssey G9 no es un producto barato. Los 1.500 euros que cuesta no lo hacen fácil de digerir ni accesible para muchos bolsillos, pero desde luego quien invierta ese dinero se llevará a casa una absoluta maravilla a la que es difícil ponerle peros. Al menos, peros realmente relevantes.

Que vivan los caprichos. Si os lo podéis permitir, es muy probable que este Samsung Odyssey G9 os enamore.

Samsung Odyssey G9 LC49G93TSSUXEN - Monitor curvo de 49'' DQHD (5120 x 1440p, 1 ms, 240 Hz, GSync, FreeSync Premium Pro, LED, HDR1000, 32:9, 420 cd/m², 1000R, HDMI, PBP, PIP) Blanco

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