El trabajo desde casa nos ha dejado una lección: nuestro cerebro necesita parar de vez en cuando

El trabajo desde casa nos ha dejado una lección: nuestro cerebro necesita parar de vez en cuando
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La pandemia ha cambiado muchas cosas en la sociedad, por ejemplo, introduciendo nuevas expresiones, como “fatiga de Zoom” (“Zoom fatigue”). La expresión se fue difuminando con el tiempo, pero la idea sigue vigente: nuestro cerebro necesita desconectar de cuando en cuando. Más aún trabajando frente al ordenador.

Nuestro cerebro es una máquina de capacidades asombrosas, pero no es infalible y tiene sus debilidades. Y como tantas otras máquinas necesita periodos de reposo para poder después operar al 100% de sus capacidades.

Las necesidades concretas de descanso pueden variar por un número de factores: afecta el tipo de trabajo que realizamos, afectan diferentes aspectos de nuestras circunstancias, tanto las internas o biológicas (nuestros biorritmos, etc) como las externas (como las condiciones en las que estemos trabajando.

La pandemia supuso un cambio abrupto para muchos trabajadores, y uno de los efectos secundarios que más se hicieron notar fue un mayor desgaste de éstos en el trabajo. La causa de que esta fatiga se haya asociado con trabajar desde casa fue doble. Por una parte por una mayor “intensidad digital” en el trabajo de oficina realizado desde casa.

Durante la transición hacia el trabajo a distancia muchos de los procesos tuvieron que digitalizarse y mudarse a los ordenadores de los empleados. En resumidas cuentas: cuando trabajamos desde casa pasamos una mayor fracción de nuestro tiempo frente a la pantalla del ordenador.

Y uno de los procesos que hubo que digitalizar es precisamente la segunda causa: las reuniones. Ante la imposibilidad de tener charlas informales, muchos centros laborales optaron por promover reuniones, cada empresa en virtud de su propia idiosincrasia pero siempre aumentando este nivel de “intensidad digital”.

En ocasiones fueron las propias empresas las que se lanzaron a entender mejor cómo afectaban los descansos al bienestar y productividad de sus empleados. Un ejemplo de esto fue el estudio realizado por Microsoft.

Dentro de un proyecto general de análisis sobre los cambios en las formas de trabajar, The New Future of Work, los investigadores de la empresa realizaron un experimento con participantes de la empresa.

14 trabajadores tomaron parte en este experimento, en el que se midió su actividad cerebral durante dos sesiones de reuniones realizadas en dos días diferentes. En uno de ellos los participantes atendieron una sucesión ininterrumpida de cuatro reuniones digitales de media hora de duración. En la otra jornada las reuniones se realizaron con paréntesis de diez minutos intercalados entre las reuniones.

Lo que los experimentadores midieron son las llamadas ondas beta del cerebro. Estas ondas están vinculadas al estrés y eran, como era de esperar, más intensas cuando las reuniones eran sucesivas. El estudio comprobó además que los participantes sufrían picos de estrés en las transiciones entre una reunión y otra.

Michael Bohan, director del proyecto explicaba que la importancia del estudio radicaba en su eficacia a la hora de visualizar, a través de la representación de las ondas beta, una experiencia tan común. “No es una abstracción, más bien al contrario. Es una expresión científica del estrés y la fatiga que la gente sufre en [sus reuniones consecutivas]”, señalaba Bohan.

Desconectar es importante pero no siempre es fácil. Por eso es importante contar con herramientas que nos faciliten el trabajo. Existen herramientas digitales que nos permiten desconectar, pero generalmente basta con introducir estos descansos en nuestras rutinas de trabajo.

Quizá lo más difícil no sea introducir los descansos en nuestras rutinas sino hacer que realmente valgan. Tras la investigación en Microsoft, Bohan recomendaba “intenta no usar esos cinco o 10 minutos para apretujar algún otro tipo de trabajo. Toma aliento y tómate un descanso de la pantalla."

¿Qué hacer entonces con esos cinco minutos? Levantarnos y andar es una buena opción, para nuestro cerebro y para nuestra espalda. Probablemente en esos cinco o 10 minutos de descanso no tengamos tiempo de salir a la calle a estirar las piernas, pero el aire fresco también puede ayudarnos a descansar mejor cuando tengamos la oportunidad.

Otra alternativa más intuitiva es la de cerrar los ojos y tomarnos una siesta rápida. Aunque quizá para esto debamos ponernos una alarma antes. Este tipo de siestas no sustituyen a nuestras siete u ocho horas de sueño nocturno, pero pueden ayudarnos a relajarnos y desconectar.

En nuestra cultura el descanso a menudo se relaciona con pereza, vagancia y menor productividad. Pero los estudios parecen indicar que parar a tomar aire es algo no solo necesario para nuestro bienestar sino también para poder desarrollar nuestro trabajo lo mejor que podamos.

Imagen | Yasmina H

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