La fiebre por los nuevos medicamentos para adelgazar es tan grande... que ya pone en riesgo su suministro

La fiebre por los nuevos medicamentos para adelgazar es tan grande... que ya pone en riesgo su suministro
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¿Puede TikTok "poner contra las cuerdas" a la industria farmacéutica? ¿Pueden personajes como Elon Musk o Kim Kardasian disparar el consumo de ciertos medicamentos hasta el punto de que empiece a aparecer problemas de suministro? Pues si tenemos que hacer caso a lo que está ocurriendo en las últimas semanas con la semaglutida, un medicamento para la diabetes que se usa para perder peso, eso parece. Veamos qué ha pasado y, sobre todo, qué puede pasar.

¿Qué es exactamente la semaglutida? En primer lugar, la semaglutida es un mimético de la incretina. Las incretinas son unas hormonas que segrega el intestino como respuesta a la ingesta de alimentos. En esencia, son el mecanismo que usa el sistema digestivo para 'avisar' al páncreas de que vaya preparando la insulina necesaria para controlar el nivel de azúcar en sangre.

Gracias a los miméticos de las incretinas podemos actuar sobre el páncreas de forma directa y, por ello, se usan (junto a una dieta y un programa de ejercicios específicos) para controlar los niveles de azúcar en sangre en adultos con diabetes tipo 2.

¿Por qué se usa para adelgazar? En un momento determinado, los médicos e investigadores se dieron cuenta de que los pacientes con obesidad que usaban la semaglutida perdían peso. Mucho en una enorme cantidad de casos. Es más, tras preguntarles, descubrieron que "alimentos que solían ser antes realmente 'emocionantes' para ellos, ya lo dejaban de ser".

Fue entonces cuando se dieron cuenta de que tenía sentido. Dentro de la familia de las incretinas, la semaglutida imita a GLP-1 (el péptido similar al glucagón tipo 1): una hormona que está íntimamente relacionada con la saciedad y ralentiza el tránsito intestinal. Es decir, el mecanismo que le dice al cerebro que ya hemos comido suficiente.

¿Qué está pasando? En junio de 2021, la FDA norteamericana aprobó el medicamento para la pérdida de peso. Era el primero que lo conseguía en casi una década y después de varios casos retirados del mercado. Ahí, de una forma u otra, empezó una ola que, impulsada por las redes sociales (y por personajes como Elon Musk o Kim Kardasian) el uso del medicamento empezó a despegar.

Antes de verano, el boom de estos tratamientos fue enorme. Y ,desde finales de septiembre, la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios empezó a percatarse de que se estaba produciendo un aumento en la demanda peligroso. Tras consultar con los productores, llegó a la conclusión de que hasta mediados de 2023 (por lo menos) los problemas iban a ser constantes.

¿Qué va a pasar? Es una excelente pregunta. La AEMPS ha dado ciertas indicaciones y ha propuesto medidas para tratar de que estos problemas de suministro no afecten a las personas que necesitan el medicamento desde un punto de vista clínico (los diabéticos, por ejemplo). No obstante, no parece que el problema vaya a contenerse.

Sin embargo, el problema va más allá. Estamos ante los primeros pasos del abordaje farmacológico de la obesidad. No hay que olvidar que, día de hoy, mueren más personas por obesidad que por accidentes de tráfico y, desde 1975, la obesidad infantil se ha multiplicado por diez. Es decir, hay mucho dinero y mucho interés en atajar esta epidemia que aún no sabemos controlar muy bien.

En ese sentido, la semaglutida se ha convertido en un enorme laboratorio médico y social de lo que serán los tratamientos contra la obesidad en el futuro. Y lo que vemos no deja de ser indicativo de que esta enfermedad (por estar atravesada de numerosos problemas sociales, estéticos y conductuales) no es un problema médico más. Toca reflexionar como sociedad sobre qué hacmeos con todo esto.

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