"Estoy muerto y mis órganos se están descomponiendo": los trastornos que nos recuerdan la complejidad de la psicología humana

"Estoy muerto y mis órganos se están descomponiendo": los trastornos que nos recuerdan la complejidad de la psicología humana
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En enero de 1990, a W.I. le dieron el alta en el Hospital de Edimburgo tras pasar unos meses encamado tras un aparatoso y bastante grave accidente de motocicleta que le había provocado daños cerebrales. Todo parecía correcto, parecía sano y completamente recuperado: solo había un pequeño problema, W.I. pensaba que estaba muerto.

Aún hoy en día, el síndrome de Cotard sigue siendo uno de los trastornos psicológicos más llamativos y antiintuitivos que conocemos. Sin embargo, sigue ahí fuera y hablar de cosas así es una oportunidad fantástica para comprender mejor los misterios y las costuras de la psicología humana.

Un viaje a Sudáfrica

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Tras salir del hospital, la madre de W.I. pensó que era una buena idea hacer un viaje que les ayudara a desconectar y descansar después de todo lo que habían pasado. Él siempre quiso visitar Sudáfrica, así que preparó los billetes, reservó los hoteles y se fueron hacia allá.

Ya durante el viaje, las cosas empezaron a ponerse raras: W.I. empezó a decir que estaba siendo llevado al infierno. Al principio eran comentarios desconectados, cosas que casi podían considerarse 'chistes' sin sentido. Pero al llegar a Sudáfrica, el calor le confirmó las sospechas y su madre entendió que no, no era una broma.

W.I. se convenció a sí mismo de que había muerto de septicemia (el principal riesgo tras su recuperación), de SIDA (The Scotsman había publicado un poco antes de su accidente la historia de un enfermo de SIDA que había muerto de septicemia) o quizás por alguna de las inyecciones que le habían puesto para viajar a África.

Fuera como fuera, estaba seguro de que estaba muerto (o en coma en Escocia) y que se habían «apropiado del espíritu de mi madre para mostrarme el infierno». Comenzó a pensar que sus órganos no funcionaban y que su carne se estaba descomponiendo. Ni que decir tiene que el viaje a Sudáfrica no fue el remanso de paz y tranquilidad que habían imaginado.

Vuelta a Edimburgo

En mayo y tras someterlo a una larguísima sucesión de pruebas neurológicas (y de todo tipo) comenzó a admitir que quizás, sólo quizás, no estaba muerto. No es que fuera incapaz de diferenciar entre vivos y muertos. Podía y sin ningún problema; lo que no podía era diferencia si él mismo estaba vivo o muerto.

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Tras meses de investigación y tras un tratamiento combinado para la depresión, poco a poco fue abandonando la ilusión de su propia muerte. W. I., cuyo nombre es secreto por confidencialidad, desarrolló un síndrome de Cotard: es decir, creía estar literalmente muerto y en proceso de descomposición.

El síndrome de Cotard

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Se llama así porque fue Jules Cotard, un neurólogo francés del siglo XIX, el primero en identificarlo. En una conferencia de 1880 lo denominó 'delirio de negación' y describió el caso de Mademoiselle X.

Mademoiselle X fue una mujer que negaba la existencia de partes de su cuerpo o, incluso, de la necesidad de comer. Más tarde, ante la evidencia de que estaba muerta, pero seguía viva, se convenció de que no podía morir, de que era inmortal. Como consecuencia del "delirio de negación", Mademoiselle X murió de desnutrición.

Es un tipo de síndrome muy raro, pero con el tiempo hemos aprendido a conocerlo mejor. Parece estar relacionado con la 'ilusión de Sosias', un tipo de trastorno en el que el paciente se convence que una persona, generalmente de su familia, es reemplazado por un impostor idéntico.

Los misterios de la psicología humana

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Una de las grandes preguntas de la humanidad es "por qué hace la gente la cosas que hace". Por fortuna, y pese a los problemas que nos hemos ido encontrando, vamos aprendiendo no sólo cuáles son esos porqués, sino también como darles solución.

Hoy por hoy, con ayuda profesional, el trastorno desaparece (o se controla) sin demasiado problema. Lo que hace más de cien años llevó a la muerte a Mademoiselle X, hoy se ha convertido en un trastorno serio, pero perfectamente controlable.

Este tipo de trastornos nos recuerdan la complejidad de la psicología humana, todo lo que nos queda por descubrir y, sobre todo, lo limitadas que son las explicaciones que tenemos. En cierta forma, nos hacen ser humildes antes todas esas cosas que no llegamos a entender.

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